El método Ollendorff y la izquierda balear

El método Ollendorff y la izquierda balear

El método Ollendorff fue un revolucionario método de aprendizaje de idiomas que consistía en enseñar una lengua de forma peculiar. Mientras la estructura sintáctica de la oración fuera correcta no importaba el significado. La conversación transcurría sin ningún sentido ya que la respuesta nada tenía que ver con la pregunta. Este método se ha venido aplicando con éxito a la política: ante una pregunta uno contesta lo que quiere, tratando de desviar la atención y a menudo aprovechar para poner el foco en la difusión de una idea fija y obsesiva para dañar al adversario. Todo acaba en un diálogo entre besugos, una imbecilidad consciente que ha convertido nuestros parlamentos en un páramo intelectual y sin sentido. El método Ollendorff aplicado a la política enmascara el objeto del debate situándolo en unos términos que le son totalmente ajenos. Al trasladar la polémica a otros ámbitos se evita entrar en el fondo de la cuestión, que es lo que inquieta y preocupa.

Todos los profesionales de la política aprenden tarde o temprano a dominar el método Ollendorff. El método llega a la apoteosis durante la primera fase del pleno parlamentario que consiste en las preguntas de control al Ejecutivo, aunque siempre esta maniobra de distracción dialéctica está presente en mayor o menor grado.

El pasado martes 16 de abril tuvo lugar en la cámara balear un debate que transcurrió sin pena ni gloria. Pasó tan desapercibido que no creo que ningún medio lo recogiera. Vox presentaba una propuesta para que la concesión de subvenciones y ayudas públicas estuviera condicionada a una cláusula administrativa constitucional. Otra más, ciertamente, porque de un tiempo a esta parte las empresas que quieren contratar con la Administración están sujetas a cláusulas cada vez más ideológicas, lo que naturalmente no siempre beneficia la elección de la mejor empresa en términos de eficacia y eficiencia económica, sino aquella que mejor se ajusta a los dogmas ideológicos del momento, lo que supone una carga impositiva más sobre las anchas espaldas del contribuyente que en España, como sabemos, lo soporta todo sin rechistar, confiando en el buen hacer de nuestras desinteresadas élites.

Vox proponía que una OCB que le hace el rendez vous a un prófugo de la Justicia como Carles Puigdemont o un Grupo Blanquerna que se alía con otro prófugo y convicto, como el rapero Valtonyc, condenado por ensalzar el terrorismo, no deberían recibir subvenciones públicas. En ningún momento se reprochaba a la OCB ni al Grupo Blanquerna su defensa del catalán o su participación en inocuas actividades culturales. En absoluto. Lo que pasa es que la OCB es algo más que una asociación cultural al uso al tratarse de una asociación que hace política separatista disfrazada de actividad cultural. Y es aquí, en esta ambigüedad calculada y en la manipulación del lenguaje, donde la izquierda se encuentra cómoda para desarrollar el método Ollendorff.

Que acusas a la OCB de cobijar a golpistas prófugos y condenados como Puigdemont, Junqueras o los dos Jordis, entonces la diputada de Més per Menorca, Joana Gomila, te dice que estás atacando a la OCB porque «defienden el catalán». ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Método Ollendorff. Les preguntas por una cosa y te responden con otra. El objetivo: criminalizar a quienes supuestamente atacan el catalán aunque ataques otra cosa.

Que acusas a los cachorros de la OCB, Joves per la Llengua, por dar monsergas en algunos centros públicos durante el horario lectivo y en clase con la complicidad de algún que otro profesor de catalán, entonces te dicen que quieres acabar con las esforzadas organizaciones defensoras del catalán. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Método Ollendorff. El objetivo: criminalizar a quienes supuestamente atacan el catalán aunque en realidad ataques el adoctrinamiento ideológico.

Que acusas a determinados colectivos feministas radicales de no respetar el artículo 14 de la CE que prohíbe la discriminación por razones de sexo, entonces te espetan que Vox es el menos indicado para hablar porque niega la violencia de género que, como saben, se nutre a su vez de una ideología de género (¡ideología!, como si una ideología fuera un tipo de conocimiento o verdad objetivo) que tiene como eje central la discriminación de los hombres frente a las mujeres, quebrantando el principio de igualdad ante la ley y el artículo 14 de la CE. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Método Ollendorff. El objetivo: criminalizar a quienes niegan que la violencia contra las mujeres responda a un único factor, al hecho de ser mujer.

Que criticas que el colectivo LGTBI (en realidad, no es ningún colectivo, sino una miríada de colectivos dispares y con intereses a menudo contrapuestos) se beneficie de una discriminación positiva en la inversión de la carga de la prueba, vulnerando así el artículo 14 de la CE, entonces te dicen que tu intención es anular «los derechos del colectivo LGTBI». ¿Qué derechos se han vulnerado hasta ahora? ¿Acaso retirar una bandera arcoíris o un paso cebra de color arcoíris es vulnerar algún derecho LGTBI? ¿Acaso disminuir la visibilidad de este colectivo contribuye a vulnerar alguno de sus «derechos colectivos» como la inversión de la carga de la prueba que se les aplica a sus miembros, injusticia que sigue totalmente vigente?

Que criticas la Ley de Memoria Democrática porque establece una forma única de pensar oficial que persigue no sólo la Historia como conocimiento objetivo sino también los múltiples recuerdos, memorias y vivencias íntimas que podamos tener cada uno de los españoles respecto a la II República, la Guerra Civil y el franquismo, entonces eres un «heredero ideológico del nacional-catolicismo»… que ha sobrevivido al año 2024. ¿Qué tiene que ver abogar por la libertad de cátedra o de opinión, tratar como iguales a todas las víctimas, no dividir entre españoles buenos y malos en virtud de sus «herencias» familiares, ideológicas o emocionales con ser un «heredero ideológico del nacional-catolicismo»? Método Ollendorff. El objetivo: criminalizar a quienes rechazan la cruzada antifascista de los memorialistas que igualan antifascismo con democracia, incluyendo el comunismo entre los demócratas cuando ha sido el sistema totalitario que mayores desgracias causó en el siglo XX, más que el propio nazismo.

Explotar los ribetes fascistoides (un simbólico falangismo de cartón piedra, que pasó de milicia a fuerza de orden) de la dictadura franquista para equipararlo al III Reich nazi es propio de indocumentados de trazo grueso que no distinguen lo que es un sistema totalitario (como el nazismo y el comunismo) de un sistema autoritario como fue la dictadura franquista. Como tampoco saben de lo que hablan cuando se refieren a unos supuestos «herederos ideológicos del nacional-catolicismo». ¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Existen todavía nostálgicos del régimen nacional-católico en 2024, cinco décadas después de la muerte del dictador? Tal vez sí, en cualquier caso los podemos contar con los dedos de una mano pero seguro que entre ellos no están los dirigentes del PP o de Vox, cuyas ideologías, exquisitamente constitucionales, nada tienen que ver con el nacional-catolicismo. En absoluto.

Sí que podemos constatar, en cambio, la presencia de partidos como Més per Mallorca, aliándose sin rubor con los beneficiarios políticos de los crímenes de ETA, que estuvo aterrorizando a los españoles en general y a los vascos en particular durante más de 50 años, más de lo que duró la propia dictadura franquista, por cierto. Més per Mallorca, que hace cuatro años estuvo a un solo voto de integrarse en la coalición europea liderada por estos benefactores de la humanidad que son los de EH Bildu, ha decidido por fin y casi por unanimidad aliarse con una formación que en las últimas municipales llevaba condenados por delitos de sangre en sus listas. Y que el PSOE, en súbito arrebato moral, acaba de tildar de «incompatibles con la democracia». Para que después el bueno de Apesteguia nos sermonee con la paradoja de la tolerancia de Karl Popper para espetar a Vox que la democracia tiene que defenderse de Vox pero no de los «progresistas» de EH-Bildu. Sería recomendable un poco más de memoria reciente y algo menos memoria histórica.

Que criticas la inmigración masiva, ilegal e irregular que conduce entre otros problemas sociales a la inseguridad y a una delincuencia desconocida por estos pagos, algo totalmente objetivo y a la vista de todo el mundo, entonces se te acusa de «racista» pese a que el racismo en realidad consista en creer que un grupo étnico es superior a otros en inteligencia, cultura o capacidad. Racistas lo eran Sabino Arana, Pompeu Fabra, el doctor Robert o algunos conspicuos personajes locales que abogaban por el «barco de rejilla para los forasters». A día de hoy, se pueden contar con los dedos de una mano quienes creen que hay seres inferiores por una cuestión de raza.

Como pueden ver, la izquierda es un pollo sin cabeza sin conexión con la realidad, sin apenas fundamentos morales e intelectuales de ningún tipo más allá de las disparatadas teorías posmodernistas que han reforzado sus habituales banderas que, siendo las mismas se siempre, han cambiado el envoltorio argumental por uno más posmoderno. Gracias al método Ollendorff y a la manipulación del lenguaje, la izquierda se las arregla para dar la vuelta a todo, convirtiendo a alguien normal y corriente, con sentido común y respetuoso con la Constitución del 78 en un machista, un racista, un homófobo, un heredero franquista y un enemigo acérrimo de la lengua catalana aunque uno tenga la sana costumbre de hablarla todos los días.

Ignoro todavía por qué la mitad de la población sigue creyendo en tales monsergas moralistas que consisten siempre en señalar a inexistentes hombres de paja a los que hay que culpar de todo para que nuestros misioneros de izquierda nos defiendan del peligro que estos fantasmas suponen para todos nosotros.

En definitiva, se trata siempre de concederles más parcelas de poder con tal de mangonearnos más todavía y, encima, quedar como buenos samaritanos por sus desinteresados e impagables desvelos de ejercer de guías morales de todos nosotros para redirigirnos a la senda del Bien y el Progreso.

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