Lo de menos es lo mala que sea nuestra candidata a Eurovisión

Liberal Enfurruñada

Radio Televisión Espantosa, como muy bien nombró Rosa María Mateo al sectario ente del que fue administradora nada menos que tres larguísimos provisionales años, había engañado a los forofos de Eurovisión, haciéndoles creer que podrían elegir al candidato de España para quedar entre los últimos de este año, como venimos haciendo de forma regular desde hace bastante tiempo. Recordemos que España no gana este festival desde 1969, que lleva desde 2015 del puesto 20 para abajo -y eso que a la final llegan sólo 26-, que por encima del puesto 10 no quedamos desde 2003 y entre los 5 primeros no estamos hace casi 30 años. En realidad, el candidato español ha sido elegido de una forma similar a como se hace en la final internacional de Eurovisión, donde el 50% de los votos de un país los decide un jurado profesional y el otro 50% los decide el público.

En nuestro caso, RTVE había rebajado aún más la fuerza del televoto ya que, del 50% de los puntos que repartiría el público, la mitad, o sea un 25% del total, lo haría una muestra de población española compuesta por 350 personas, seleccionada según criterios demoscópicos. Con lo que tan sólo el otro 25% de los puntos serían asignados por los eurofans de cada candidato. El televoto en realidad sólo es un negocio con el que los organizadores recuperan parte del dinero que les cuesta esta producción, ya que se usan números de tarificación especial con un coste bastante superior al de una llamada o SMS ordinario de forma que cada mensaje de texto costaba 1,45 euros y las llamadas 1,45 euros desde red fija y 2 euros desde la móvil.

De esta forma RTVE se garantizaba el control del candidato a fracasar este año en Eurovisión y, al mismo tiempo, se aseguraba el dinero de unos pardillos que se creían que, pagando, podrían ayudar a su favorito. Pero, para complicarlo aún más todo, en esta España invertebrada tan bien descrita por Ortega y Gasset, en la que los nacionalismos excluyentes han conseguido más poder del que nunca habían tenido antes; y con una extrema izquierda que, desde la caída del muro de Berlín, no deja de abrazarse a todo  tipo de multiculturalismos, neofeminismos, ultraecologismos, animalismos absurdos y cualquier estupidez contraria al sentido común; la política populista de mirada corta no podía perder la oportunidad de mostrar sus preferencias por unas candidatas que, en gallego, reivindicaban la emigración ilegal y por otras que pretendían convertir su cancioncilla en un himno feminista reivindicador de algo tan novedoso y rompedor como la lactancia materna.

Y ahí que se tiró de cabeza la madre de los hijos de Pablo Iglesias y sólo por eso, ministra de Igualdad, Irene Montero a lanzar su arenga hembrista con su particular y ridícula interpretación de una de las letras, afirmando que, a la derecha, le “dan miedo nuestras tetas”. Pero todavía más sorprendente ha sido la reacción de los seguidores de las candidatas del nacionalismo gallego. Hasta el PP de Feijóo y Casado se ha sumado a Podemos, al BNG y a CCOO y ha cuestionado al jurado en el Senado. Y detrás de ellos toda la extrema izquierda anti española y todos los independentistas están que braman porque la elegida ha sido una mujer cubana cuya madre huyó de la dictadura comunista, en vez de unas nacionalistas gallegas o una hembrista catalana. Lo de menos es qué tal cante nuestro candidato a Eurovisión, ya sabemos que va a quedar entre los últimos y, en realidad, eso nos importa un comino a casi todos.

Lo último en Opinión

Últimas noticias