Lo democrático, ético, moderno y guay es pactar con ETA

Lo democrático, ético, moderno y guay es pactar con ETA
Santiago Abascal, Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi.

Anoten el nombre de estos siete fascistas:

—Alicia Palomo.

—Laura Peregrina.

—Rosa Rubio Martín.

—Elisa Patricia Gómez.

—Pedro Luis González.

—José Francisco Martín.

—José Luis Vázquez.

“¿Quiénes son estos personajes?”, se preguntarán con toda la razón si dejo ahí sin más estas identidades y no les ofrezco más pistas. Pues ni más ni menos que siete procuradores socialistas en las Cortes de Castilla y León. Lo que en el resto de España se llama diputados. “¿Por qué les llama usted ‘fascistas’?”, se repreguntarán. Pues porque se negaron a estrechar la mano del nuevo presidente del Parlamento regional cuyo delito es pertenecer a Vox, un partido por cierto tan democrático o más que el PSOE actual y entre 1.000 y 2.000 veces más que el Partido Socialista de los asesinos Largo Caballero e Indalecio Prieto.

Carlos Pollán se llama la víctima de la afrenta. No es un pijo ni tampoco un ricachón, que es como la izquierda más palurda y sectaria de este país estereotipa a los dirigentes del partido que preside Santiago Abascal. Se trata de un ex jugador de élite de balonmano que luego, con el paso de los años, presidió el Club Balonmano Ademar, uno de los grandes de España en una especialidad en la que históricamente estamos entre los tres mejores del mundo. No nació con una cuchara de plata entre las manos como Pablo Iglesias, en cuyo hogar siempre hubo pastuqui, tampoco como Pablo Echenique, cuyo golfista progenitor no es precisamente pobre de solemnidad, ni desde luego como Pedro Sánchez, al que nunca faltó nada con unos papis empresarios a los que ahora riega de pasta pública sin descanso.

El padre de Carlos Pollán se parece más bien poco al de Iglesias, al de Echenique y no digamos ya al del presidente del Gobierno. Era minero, vamos, que se jugaba la vida todos los días bajando a picar paredes entre la claustrofobia, la oscuridad y el riesgo de neumoconiosis. Nuestro protagonista se superó por la vía del deporte, fue un más que aceptable portero de balonmano, y tiró de becas para estudiar Graduado Social y después Derecho. Más tarde se hizo pequeño empresario montando una asesoría laboral y dos pymes. En fin, un currante de ésos que Santiago Abascal describió en una frase que le viene como anillo al dedo: “La España que madruga”.

Vox es derecha conservadora de toda la vida de Dios, una derecha conservadora que antaño iba de la mano de la liberal en el PP 

Resulta obligado recordar que no todos los procuradores socialistas dieron la nota. Los otros 21, empezando por el candidato a presidente, Luis Tudanca, cumplieron con las más elementales reglas del decoro, la educación y, sobre todo, el respeto a una institución que no lo olvidemos representa la soberanía de los ciudadanos de Castilla y León. Ciudadanos que, por cierto, concedieron a los verdes 13 actas, 12 más que en las anteriores autonómicas. Sorprendió para bien la actuación de Pablo Fernández, único representante de Podemos, que se aplicó el viejo aserto: “Lo cortés no quita lo valiente”. No negó el saludo a Pollán y a la salida lo criticó tan acerada como legítimamente.

El cordón sanitario a Vox es de las cosas más vomitivas que he visto en mi vida. Se trata de una operación goebbelsiana de manual. Y bastante cantosa, por cierto. El leit motiv no se lo voy a decir ni tampoco a contar porque se lo conocen ustedes mejor que yo, entre otras cosas, porque nos dan el coñazo con él a diario. Se resume en cuatro palabras: “Es la extrema derecha”. Una mentira que no por mil veces repetida deja de ser un bulo elefantiásico de ésos que tanto molan a Moncloa. La formación verde es derecha conservadora de toda la vida de Dios, una derecha conservadora que antaño iba de la mano de la liberal en el PP hasta que entre el vago de Mariano y la perversa de Soraya dividieron en tres el partido más importante de la derecha en democracia.

Las consecuencias de salvajadas tan cantosas como la puesta en libertad de un Bolinaga al que Satanás tenga en su gloria, que iba a vivir dos semanas y tardó dos años en palmar; como ese subidón de impuestos que superó por la izquierda el del programa de IU; o como esa pasividad ante barrabasadas como la Ley de Desmemoria Histórica que prostituye la verdad histórica de una Guerra Civil que fue una contienda de “malos contra malos” o esa Ley Electoral que podían haber cambiado a modo y manera con su supermayoría absoluta para evitar que en España siempre acaben mandando quienes quieren destruirla. Se quedaron de brazos cruzados y donde antes tenían 186 diputados ahora se tienen que conformar con 91 contando a mis dos paisanos e ídolos de Navarra Suma Carlos García Adanero y Sergio Sayas.

Vox es más liberal en el apartado económico que el PP, con una propuesta de bajada de impuestos superior a la que planteaba Casado

También he de decir que Santiago Abascal, tipo honrado pecuniaria y moralmente donde los haya, se equivoca con fotos como la de hace unas semanas en Madrid con una Marine Le Pen que por mucho que se haya moderado no deja de ser la heredera del jefe de un partido que nació con el antisemitismo y la xenofobia como grandes estandartes ideológicos. Dicho todo lo cual hay que reseñar, por ejemplo, que en el apartado económico son más liberales que el PP con una propuesta de bajada de impuestos sustancialmente superior a la que planteaba el programa de Pablo Casado.

Y socialmente son esa derecha de toda la vida aferrada al cristianismo, que abjura del matrimonio homosexual, de la eutanasia, del aborto y de otras cuestiones que son moneda de uso corriente no sólo en España sino en toda Europa. Pelín carcas en algunas de estas cuestiones pero para nada ultraderecha. Contemplando cómo les retrataban el psycho Pedro Sánchez, Yolanda Díaz, Irena Montera o esa licenciada en COU que es la cortita Adriana Lastra pareciera que Abascal es el cabecilla de una banda de skinheads que se dedica a apalear por la calle gays, negros y menas.

Muchas de sus propuestas las suscribo yo, que soy liberal. Para empezar, su exigencia de que se limite la inmigración. Una obviedad teniendo en cuenta que nuestro Estado de Bienestar no es un chicle que se pueda estirar hasta el infinito. Y, para terminar, esa propuesta para limitar el tamaño de un Estado mastodóntico, cero funcional y que nos sale por un ojo de la cara o esa más que imprescindible recuperación de las competencias en materia educativa para impedir que en comunidades como Baleares, Cataluña y en cierta medida País Vasco y Navarra los niños sean analfabetos en la tercera lengua más hablada del planeta, el español.

La trola sanchista de la “extrema derecha” es una trampa muy evidente que tiene como objetivo que los ‘populares’ se asusten

Claro que hay que pactar con Vox. El PP no puede ni debe renunciar a gobernar cuando ha ganado unas elecciones y tampoco cuando las ha perdido: ¿o acaso es mejor ejecutivos en los que hay socialistas, comunistas bolivarianos, independentistas y etarras? Anda, no me jodas. Y si han de echar mano de los votos de los verdes, que lo hagan, porque de momento no tienen tacha alguna. La trola sanchista de la “extrema derecha” es una trampa muy evidente que tiene como objetivo que los populares se asusten, se traguen el cuento chino, renuncien a llegar a acuerdos con las huestes de Abascal y dejen el camino expedito para que gobiernen los socialcomunistas. El problema es que algunos acomplejadetes del PP muerden el anzuelo.

El primero de ellos es Pablo Casado, que está finiquitando patéticamente su vida política. Lo de la cita en la cumbre del Partido Popular Europeo en París es para mear y no echar gota: “Me voy con la satisfacción de haber luchado contra la corrupción y de no haber pactado jamás con la ultraderecha”. Un par de mamonadas como otras cualquiera por cuanto su investigación de los no delitos de Ayuso es cuasidelictiva, por cuanto él llegó a acuerdos con Abascal en Andalucía, Madrid y Murcia y por cuanto dio vía libre a Alfonso Fernández Mañueco para retener la Junta de Castilla y León asociándose con quien considerase oportuno.

Alberto Núñez Feijóo da una de cal y otra de arena. No se puede dar implícitamente el nihil obstat al compromiso con la candidatura liderada por Juan García-Gallardo y 24 horas después despacharse con una frase antitética: “Es mejor perder un Gobierno que ganarlo desde el populismo”. No entiendo nada. Tanto bandazo puede provocar que el pez chico se acabe comiendo al gordo y que al final el que necesite los votos del otro para conquistar Moncloa sea Vox y no el PP.

El mundo en general y España muy en particular están cada vez más ayunos de valores y de principios. Lo moral es lo inmoral, lo ético, lo antiético, lo estético, lo antiestético, lo normal, lo anormal. Por eso casi nadie dijo ni mu cuando el presidente del Gobierno pactó con los machacas podemitas del narcodictador Maduro, con los golpistas catalanes y con Bildu, cuyos dos grandes dirigentes, los malnacidos de Arnaldo Otegi y David Pla, lo fueron a su vez de esa banda terrorista ETA que segó la vida de 856 compatriotas. Y ahora se monta el pollo mundial por la entente con un grupo político dirigido por un tipo que iba escoltado a la universidad porque los socios de Sánchez querían matarlo, por el compromiso con una formación cuyo gran símbolo es José Antonio Ortega Lara, que se pasó 532 días y noches bajo tierra secuestrado entre otros por ese Bolinaga al que Rajoy puso en libertad antes de tiempo. El PP tiene que dejarse de gilipolleces e ir al lío. Que de lo que se trata es de echar al socio de ETA de Moncloa. Ni más ni menos.

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