Líneas y cordones

Líneas y cordones

El PSOE pide al PP que imponga «líneas rojas y un cordón sanitario a la ultraderecha», lo que resulta una desfachatez teniendo en cuenta las líneas abiertas que el Gobierno tiene con los partidos inconstitucionales y el cordón umbilical que le une a la izquierda radical.

En realidad, lo que, aun perdiendo las elecciones, necesita la izquierda para mantener su superioridad moral, es que el centroderecha termine de renunciar a algunos posicionamientos éticos y valóricos que la izquierda ha minado y que prácticamente ha conseguido erradicar. Pero bien saben que esa pieza hace ya tiempo que se la han cobrado, porque en el PP, acompañando a la derecha internacional, siempre están dispuestos a asumir los dogmas del materialismo utilitarista socio-marxista, es decir del llamado progresismo.

Ayer, Alberto Nuñéz Feijóo presentaba en Cádiz la batería de medidas (proteger la Constitución y la integridad del Estado, acabar con el nepotismo y la arbitrariedad, garantizar la separación de poderes…) previstas para recuperar el prestigio y la normalidad institucional. En definitiva, la misma regeneración democrática que prometió realizar Pedro Sánchez, al que, sin embargo, le ha pasado como al chistoso y fondón personaje que, cuando le preguntaban cómo llevaba su plan para adelgazar 5 kilos, respondía: «Muy bien, ya sólo me faltan 10».

El tema es que las medidas presentadas, siendo muy oportunas y muy valiosas, no van a alcanzar para dejar sin efecto el cambio social con el que el sanchismo está poniendo a nuestro país en la vanguardia progre-woke: aborto libre considerado como irrestricto derecho de las mujeres, leyes de género basadas en la desigualdad y la criminalización masculina, y la falsificación historiográfica de la colonización de los estados nacionales europeos (y especialmente la monarquía hispánica), del constitucionalismo de las democracias liberales y, por supuesto, de la Transición y el Régimen del 78.

La derecha española no ha sido revisionista, y nunca va a serlo aunque la aceptación de toda esa obra social y normativa implique el reconocimiento implícito del éxito del zapaterismo y el sanchismo. Pero, ¿cómo atrevernos a reprochar algo al PP? ¿Es que no hemos visto cómo reacciona la sociedad, considerando coacciones a las mujeres los protocolos informativos en el consentimiento y práctica de abortos en Castilla y León? ¿O calificando como intolerables ataques machistas las justificadas críticas al ascenso político y a las estrafalarias leyes de Irene Montero? No hay entonces justificación para exigir que los políticos repudien lo que los intelectuales han asumido, lo que los médicos han tragado, lo que los juristas consideran legal y lo que, en definitiva, la sociedad acepta.

El actual Tribunal Constitucional va a dar, más pronto que tarde, carpetazo a los recursos pendientes. Respecto al aborto, los magistrados olvidarán el prurito intelectual y profesional que les impedía olvidar que el falso dogma del derecho al aborto (por plazos) contraviene el ordenamiento y la doctrina constitucional. No que sea o no éticamente aceptable (cuestión que afecta a la moral individual), sino de que esté acorde con la legalidad vigente. El prurito ha desaparecido también en la comunidad y solamente algún dinosaurio de Vox o del liberalismo filosófico, y alguien de la Iglesia, tímidamente y con eufemismos, se atreven a decir algo.

Y también bendecirá el TC el entramado de las leyes de género, leyes trans, de delitos sexuales y hasta de bienestar animal. Se podrán matizar detalles de técnica jurídica para hacerlas presentables, pero no se revertirán los inaceptables principios que las inspiran. Y es que, por ejemplo, culpabilizar genéricamente a todos los hombres porque existen delitos sexuales es no culpar a nadie, y supone retirar el foco de los verdaderos maltratadores y violadores. E, igualmente, victimizando a todas las mujeres no se defiende a ninguna. Se empeñan en la necesidad de defender a las mujeres por el hecho de serlo, y dejan de defender a las que son víctimas de verdad. ¡Por culpa de ese victimismo las mujeres terminarán siendo el sexo débil que nunca fueron!

En fin, ahora que las togas ya son polvorientas alfombras para el ultra poder progresista, un PP gallego y pragmático no va a dar una pelea que no se puede ganar. Con más o menos reparos, aceptarán que hay que ser progresista antes que jurista, que científico, que médico… o que político. España, y casi todo occidente, está en un escenario sociocultural que los políticos tienen que asumir si se quiere gobernar, porque los supuestos derechos y las falsas batallas históricas y sociales que gana la izquierda quedan consolidadas y ya no tienen vuelta atrás.

¿Tender cordones sanitarios? La sociedad ya está del lado de la insanidad moral y la impostura intelectual. ¿Establecer líneas rojas? ¡Para qué, si ya vivimos en rojo!

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