PRIMERA LÍNEA

El himno en Cornellà: ha llegado la hora de reaccionar ante el separatismo

El himno en Cornellà: ha llegado la hora de reaccionar ante el separatismo
El himno en Cornellà: ha llegado la hora de reaccionar ante el separatismo

Las finales recientes de la Copa del Rey nos tenían acostumbrados a vivir el deprimente espectáculo, una y otra vez repetido, de la repulsa al himno de España; en especial las finales entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona, estandartes del separatismo vasco y catalán, dando lo mismo el escenario.

La rendición del constitucionalismo llegó al extremo de no contemplar la posibilidad de celebrar en Cataluña y el País Vasco competiciones de alto nivel deportivo, y así durante años y años. Pero lo sucedido en Cornellà el pasado fin de semana ha dejado en evidencia a la España oficial, lo mismo que referirse al PP y PSOE como responsables de una ausencia del Estado al objeto de mantenerse en Moncloa al precio que fuese, importándoles una bleda en su cobardía las consecuencias de la rendición al nacionalismo.

Hasta que ha llegado el España versus Albania en Barcelona, con las gradas vitoreando unánimes el himno y viendo ondear banderas de España a modo de sentimiento de pertenencia y sin ikurriñas o cuatribarradas a la vista.

El demoledor espectáculo ha puesto en evidencia al bipartidismo en recesión y no vale decir, “eran cuatro gatos”, porque el estadio estaba a rebosar y sin capacidad para albergar al millón de manifestantes del 8 de octubre de 2017.

La bofetada ha sido mayúscula, tanto a los separatistas como al historial de concesiones que arrastran PP y PSOE. Porque ha quedado en evidencia la irracionalidad del abandono del Estado en territorios que le son propios.
Lo que nos lleva a una primera conclusión: el artículo 155 es una necesidad improrrogable en la defensa de esa mayoría silenciosa que en plazo posible podría alzarse desesperadamente reivindicativa consciente de su soledad en el territorio hostil diseñado por la Generalitat y la Lehendakaritza, que hoy sabemos una construcción social en absoluto coincidente con la realidad.

La prueba en Palma la tuvimos en agosto de 2018 durante la recepción de Felipe VI en el Palacio de la Almudaina, con un millar vitoreando al Rey, mientras apenas medio centenar de separatistas presenciaba impotente el gesto de aprecio de una ciudadanía que no participa del Pacte de Progrés vigente y empeñado en la construcción de los Països Catalans.

Cornellà es un serio indicio de que ha llegado la hora de reaccionar frente a un separatismo indolente, que se aprovecha de los presupuestos públicos de los españoles para edificar su esquizofrénico Shangri-La, y sin fundamento legal alguno. Y no vale argumentar el derecho de los pueblos, cuando está suficientemente contrastado que la deriva es pura ingeniería social, y mira por dónde, en Cornellà espontáneamente los constitucionalistas pusieron pie en pared para reconocerse a sí mismos en la libertad que permitía sentirse españoles durante los noventa minutos de juego. Vaya paradoja a cuenta de un bipartidismo asperger, desconectado del sentimiento de la calle.

Somos el único país de nuestro entorno donde la pertenencia a la nación es puesta en entredicho por fuerzas centrífugas que utilizan el presupuesto de todos los españoles para reconocer solamente a una parte abducida por el adoctrinamiento salvaje practicado los últimos cuarenta años. PP y PSOE son responsables directos, ahora acompañados por comunes, podemitas y el compromiso valenciano. Porque tanto monta, monta tanto.

Y en esas está Vox creciendo en el horizonte y criminalizado por los mismos que saludan tanta deriva como un impostor tributo a su pervivencia. Les pueden llamar extrema derecha, cuando en realidad están defendiendo la identidad común, desde la diversidad, lo que siempre nos ha identificado como pueblo.

El himno en Cornellà es, en definitiva, una angustiosa llamada de atención que surge puntualmente como testimonio de una realidad ocultada, que está a las puertas de reivindicarse a sí misma, a pesar del separatismo.

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