El feminismo sanchista consiste en burlarse de las mujeres violadas
Ángela Rodríguez, alias Pam, lo ha vuelto a hacer. La perla conocida ayer tarde en OKDIARIO no tiene desperdicio: «Los hombres son bastante violadores en nuestro país». Con dos ovarios. Quizá el quid de la cuestión resida en el hecho de que para ella una penetración consentida es también una violación. No exagero: esta semana la secretaria de Estado de Igualdad puso el grito en el cielo porque el 74% de sus congéneres declare que su práctica sexual preferida es la penetración frente a un 26% que opta por la autosatisfacción.
Una viceministra que llama «violadores» al 50% de la población que gobierna duraría en su poltrona menos que un caramelo a la puerta de un colegio en un país serio. Ofender a tanta gente es cosa de esa chusma de la red que son los haters y absolutamente impropio en alguien teóricamente tan importante como el número 2 de un ministerio. Pero a esta tipeja que debe padecer algún tipo de síndrome freudiano relacionado con la sexualidad se le consiente todo: que alumbre, junto a su no menos impresentable jefa, Irene Montero, una ley que de momento ha abaratado las penas de 733 violadores, abusadores y pederastas, o que se carcajee por quintuplicado de las excarcelaciones.
Con todo, la culpa de esta mayúscula indignidad moral no es de Irene Montero o de la tal Pam, que en su puñetera vida soñaron con verse en una igual: sueldazo, 79.000 pavos la primera, 122.000 la segunda, edecanes por doquier, legión de escoltas y un chófer que les abre la puerta del coche oficial y las conduce a todas partes cual Miss Daisys pero en versión patana. El responsable no es quien actúa de esta manera cuasidelictiva e indiscutiblemente amoral. No. A quien hay que pedirle cuentas es a quien las nombró y se niega a desnombrarlas pese al roto que han hecho a la ética y a la estética en nuestra ya de por sí desprestigiada vida pública.
Ofender a tanta gente como hace ‘Pam’ es absolutamente impropio en alguien teóricamente tan importante como el número 2 de un ministerio
Cinco meses y 733 criminales beneficiados después, ahí continúan en el machito, chuleándose de los ciudadanos, de las víctimas y ejerciendo de auténticas abogadas de unos diablos que destrozaron la vida de una mujer o un niño forzándolos o abusando de ellos. Chusma irreciclable que, ya que no puede pasarse la vida entre rejas salvo que cometa un crimen atroz en grado sumo, no está de más que se pase recluida el mayor tiempo posible.
Que Sánchez no las destituya tras la suelta masiva de delincuentes sexuales lo podía pasar por alto esta sociedad patria anestesiada por mor de unos medios que en su inmensa mayoría (siendo generosos, un 80%) están en manos de la izquierda y, más concretamente, de la extrema izquierda. Lo que ha disparado todas las alarmas de esta España obediente al poder al más puro estilo franquista es que, además de los ademases, se tomen a cachondeo el regalo que han hecho a lo peor de lo peor de nuestra sociedad. Juan Español está atontado pero no tanto como para tolerar que, encima, le meen en la jeta.
El embustero mayor del Reino, Pedro Sánchez, juró y perjuró que «jamás» pactaría con Podemos porque «no podría dormir por las noches». No es una mentira más de las 20.000 que han debido salir de su buche desde que empezó en esto de la política. Es la trola más grande y, en consecuencia, la que pagará más cara. Al igual que aquella en la que, impertinente como es él, haciéndose el ofendidito, se encaró con un colega y paisano navarro que le preguntó si pactaría con Bildu. La ley del «sólo sí es sí», popularmente conocida ya como la «ley sueltavioladores», va a representar la liquidación definitiva de un proyecto sanchista al que el karma va a llegar un lustro después de haber conquistado el poder mediante una sentencia amañada.
Lo que ha disparado todas las alarmas es que además se tomen a cachondeo el regalo que han hecho a lo peor de nuestra sociedad
No sólo le va a matar políticamente la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, que lo único que ha garantizado es la libertad de violadores, abusadores y pederastas para reincidir, también pondrá su granito de arena una Ley Trans que ha dividido al feminismo nacional mandando al rincón de pensar al clásico, racional y sensato que históricamente predominó en el PSOE. No quiero pensar la que se liará cuando un maltratador, por ejemplo, decida cambiarse de sexo en el Registro Civil antes de apalear a su pareja para que le salga más barato penalmente. O cuando a un deportista masculino del montón le dé por convertirse legalmente en mujer para ganarlo todo en competiciones femeninas. O cuando un delincuente sexual pase por el Registro para poder franquear sin problemas las puertas de los cuartos de baño del sexo opuesto. Un disparate interminable que ni al más diabólico guionista de Hollywood se le hubiera ocurrido.
El golpe de gracia a este Gobierno que es el peor en 46 años de democracia sobrevendrá el día que, Satanás no lo quiera, un delincuente excarcelado por la Ley Montero reincida. Será la gota que colme el vaso de la paciencia de la ciudadanía que hasta ahora ha perdonado a esta gente todo lo imperdonable. Cosa que no hubiera pasado de gobernar un Partido Popular al que hubieran echado a gorrazos en el mejor de los casos. Pedro Sánchez y sus socios etarras, golpistas y bolivarianos pasarán políticamente a mejor vida la jornada en que se cumplan las estadísticas de reincidencia. Y no habrá dios que los resucite.
Lo que nunca imaginé es la burla que hizo Sánchez el día que se aprobó el inicio de la tramitación de la reforma de la Ley Montero: no votó
El presidente puede soltarnos el cuento que quiera pero ahí está la hemeroteca para demostrar que siempre ha sido un entusiasta de esta asquerosa norma. En noviembre y en diciembre, con decenas de rebajas penales consumadas, se declaró «orgulloso» de ella y advirtió que necesitaba tiempo «para asentarse». «Es una gran conquista para el movimiento feminista», apuntó, «estamos yendo en el camino correcto». Con un par. Hace un par de semanas, ante el gran Pedro Piqueras, tildó de «buena» esta legislación: «Hay que preservar lo positivo que tiene, que es mucho». Cuando ha provocado ya tanto dolor calificarla de «buena» es una afrenta a las víctimas de los 733 agraciados que reviven un drama que las marcará de por vida.
Lo que nunca imaginé, pese a tratarse de un individuo tan sucio éticamente como Pedro Sánchez, es la burla que perpetró el martes cuando se aprobó el inicio de la tramitación de la reforma de la Ley Montero. El obseso del Falcon no votó ni presencial ni telemáticamente. Vamos, que la cosa no debe ir con él. En fin, que reendurecer las penas a violadores, abusadores y pederastas le debe gustar entre cero y nada. O tal vez se trató de un gesto a una Irene Montero de la cual es un esclavo moral modelo Manolo Cobo. Se trata de uno de los actos más miserables, si no el más miserable, de un presidente que se ha develado como el más miserable de los siete que hemos tenido en democracia. Qué menos que haber apretado el botón del «sí». Un auténtico puyazo a las mujeres y a los niños que fueron violados por 733 monstruos que constituyen la clientela más fija con la que cuentan Podemos y el Partido Socialista cara a las municipales y generales de este año. Base electoral que se ampliará con los 2.000 ó 3.000 depredadores que correrán la misma buena suerte. Otro dato que lo dice todo acerca de la catadura del personaje: esta infamia llegó cuatro horas antes del 8-M. Así celebró el presidente del Gobierno el Día de la Mujer.