Opinión

El expolio catalanista de la literatura valenciana y mallorquina

“Las literaturas occidentales suelen tener la manía grandilocuente de autoasignarse siglos de oro con total impunidad. (…) La literatura catalana no es ninguna excepción: ondea con orgullo el siglo XV de Ausias March y ‘Tirant lo Blanch’. Un siglo, un patriarca y una obra: la trinidad buscada –Ramón Llull nos absolverá– que acompañan los versos de Jaume Roig, las prosas de Juan Roís de Corella o la ligera exégesis de Isabel de Villena”.

En estas frases del suplemento cultural del periódico “El País” del año 2014 se resume a la perfección la gran falacia que es sustentar la supuesta literatura catalana medieval sobre los hombros de escritores y poetas no catalanes, como el mallorquín Llull y los valencianos March, Roig, Roís y Villena.

Y es “supuesta” ya que, según lo que entiende por literatura catalana la subvencionada (por la Generalidad de Cataluña) Enciclopedia Catalana.cat (“literatura escrita en catalán sin atender al lugar o al origen del autor”) el mismo Ramón Llull no forma parte de la literatura catalana, ya que ni el mismo conocía de la existencia de la lengua catalana. Tanto es así que en su testamento de 1313 destinó 140 libras para que se copiasen sus diez obras más recientes en pergamino en romance y en latín (“scribantur libri in pergameno in romancio et latino”).

El catalanismo comenzó a levantar su constructo ideológico, como no podía ser de otra manera, sobre grandes falsedades. En la web de la Generalidad de Cataluña tenemos las dos fundamentales. La que consagra al catalán como lengua desde el siglo VIII (“la lengua catalana es una lengua románica del grupo de las neolatinas, nacida entre los siglos VIII y X en una parte de Cataluña”) y la que le da volumen al extenderla hasta los reinos de Valencia y de Mallorca (“en los siglos XII y XIII se extendió al resto de Cataluña, a la mayor parte del País Valenciano, a las Islas Baleares”) (de este modo Ramón Llull ya es un escritor catalán). Sin la apropiación de las obras de valencianos y mallorquines la aportación de la lengua catalana a la literatura sería prácticamente nula hasta el siglo XIX.

No fue hasta el siglo XX cuando la lengua catalana fue reconocida como lengua independiente. En 1925 (no hace ni un siglo) el filólogo suizo Werner Meyer-Lübke pasó a considerar el catalán como una lengua independiente del provenzal, después de la publicación de su obra “El catalán”. Hasta el siglo XX el catalán era considerado un dialecto del provenzal, de la lengua de oc. Así lo entendía en 1865 el historiador valenciano Pedro Vignau. Sin ningún género de dudas afirmaba que los dominios de la lengua de oc “se extendían desde el Loira hasta más allá del Ebro” y que era un idioma “que se hablaba en Provenza, como en todo el mediodía de Francia, en Limoges como en Cataluña”.

Y aun en el siglo XXI el filólogo francés Pèire Bec mantenía que eran una misma lengua, al menos hasta el siglo XV: “hasta a finales del Cuatrocientos los papeles administrativos langedocianos y provenzales, así como también los gascones y los catalanes, no presentaban entre ellos diferencias considerables”.

De hecho, las pruebas documentales así lo demuestran. Como ejemplo tenemos los textos de la supuesta prosa catalana de los siglos XIII y XIV en los que podemos verificar el uso de la partícula “hoc” (característica principal de la lengua de oc, de ahí su nombre) para contestar afirmativamente: “Libro de los Hechos” de Jaime I de Aragón: “¿Estás tú con el Comandante? Y él dijo: Señor, ‘hoc’”; “El sueño” de Bernardo Metge: “mi pensamiento era que haciendo buenas obras se entrase. –“Hoc”, más, ¿quién hace buenas obras? -Dijo él-“.

La lengua de oc era la lengua de la secular comunidad lingüística y cultural de la Gran Provenza (término acuñado por el lingüista catalán Augusto Rafanell y que agrupaba Barcelona, Gotia y Provenza). La romanización dio a estas tierras una misma base cultural y lingüística latina que se consolidó después de la caída de Roma con unos sucesivos mismos dominadores visigodos, sarracenos y francos. A partir del siglo XII la comunidad política, cultural y lingüística se siguió manteniendo cuando las alianzas entre los condados francos de ambos lados del Pirineo culminaron con las bodas de Ramón Berenguer III de Barcelona y Dulce de Provenza.

Esta evidente unidad cultural, política y lingüística entre Provenza, Gotia y Barcelona no pasaba desapercibida, quedando documentada como “hombres de las partes provenzales desde Provenza a Barcelona” en diversas ocasiones durante el siglo XII (1169, “Provincialum partes a Marsilia usque Barcinonam”; 1187, “homines provincialium partium a Massalia usque Barchinonam”).

La unión política de la Gran Provenza fue la que facilitó, de mano de los trovadores, a principios del siglo XII, el flujo cultural desde Provenza hasta Barcelona, dando lugar a los primeros textos literarios catalanes, eso sí, en el dialecto provenzal de la lengua de oc. Los trovadores eran personajes en su mayoría de la nobleza, a medio camino entre el guerrero y el cortesano, que cantaban el amor en diversas formas líricas y escribían textos satíricos. El primer trovador reconocido fue el duque Guillermo IX de Aquitania. De la misma manera que el citado duque, el rey Alfonso II de Aragón y conde de Provenza también cultivó la lírica trovadoresca y promovió las artes y las letras. Tal como sentencia Augusto Rafanell “sin la influencia de Provenza ni la lengua ni la cultura de los catalanes habrían tenido aun mucha consistencia, porqué, de hecho, habrían funcionado como una mera realidad apendicular”.

Es que, además, difícilmente podía existir la lengua catalana en el siglo VIII cuando aún ni siquiera había aparecido el topónimo Cataluña (el primer documento data de inicios del siglo XII). Como tampoco se pueden considerar como testimonios de la lengua catalana aquellos documentos de principios del siglo XI de los condados de Urgel y de Pallars en lengua distinta del latín, ya que la denominación seguía sin estar documentada. Y aunque lo estuviera tampoco se podría argumentar que fuese catalana, ya que en sus inicios el topónimo Cataluña sólo se refería al condado de Barcelona, que no incluía ni Urgel ni Pallars, que eran condados independientes.

A partir de la falsedad que la lengua catalana nació en el siglo VIII se continúa con la consideración de que en el siglo XII la lengua catalana y la lengua provenzal eran lenguas ya formadas y distintas, cuando realmente no era así (al menos hasta el siglo XV). De ahí arranca la Enciclopedia.cat cuando separa entre poesía catalana y provenzal (“La historia de la lírica catalana comienza (…) como una provincia de la lírica provenzal”). Se refiere a autores catalanes de los siglos XII, XIII y XIV. Unos con importantes producciones como Cerverí de Gerona, Jofre de Foixà, Ramón Vidal de Besalú o Guillermo de Berguedá, y otros (básicamente caballeros, diplomáticos, funcionarios o militares que cultivaban esporádicamente la poesía) de escasa producción lírica como Huget de Mataplana, Lorenzo Mayol, Jaime Rovira o Pedro de Queralt. Y como no podía ser de otra manera, entre estos poetas catalanes se incluye a autores no catalanes, como el mallorquín Guillermo de Torrella, los valencianos Gilberto de Próxida, Jaime Escrivá, y los roselloneses Guillermo de Cabestany y Bernardo de So.

Fue en los siglos posteriores que los poetas catalanes comenzaron a componer con su dialecto propio de la lengua de oc, el catalán. Así lo admite el “Instituto Ramón Llull”: “a caballo de los siglos XIV y XV aparecen tres poetas que, sin abandonar la poesía de matriz trovadoresca, ya escriben en catalán: Gilberto de Próxida, Andrés Febrer y Jorge de Sant Jordi. Preparan el terreno para Ausiás March (1397-1459), poeta valenciano que toma una distancia consciente respecto a la poesía occitana”. Otra vez se incluyen poetas no catalanes, sólo era catalán Febrer.

Queda claro que hasta el siglo XV la lírica catalana no puede formar parte de ninguna literatura catalana, ya que las composiciones no se realizaban en lengua catalana. Ni mucho menos se podría incluir al poeta mallorquín Guillermo de Torrella con su obra “La fábula” escrita completamente en el dialecto provenzal de la lengua de oc. Ni está escrita en catalán y es obra de un mallorquín (un no catalán).

En cuanto a la literatura catalana en prosa, estamos en las mismas, las producciones en lengua vernácula del siglo XII en Cataluña son consideradas como parte de la literatura catalana. Si bien es cierto que al menos no escribían en el dialecto provenzal de la lengua de oc. Realmente se sigue tratando de la misma lengua de oc, y que en la corte aragonesa recibía el nombre de lengua romance.

Siguiendo con las falacias de la Enciclopedia.cat, tenemos que nos cuenta que “desde la segunda mitad del siglo XII aparecen muestras de prosa catalana (fragmento de la versión del ‘Forum iudicum’; las Homilías de Orgañá) y ya bien entrado el siglo XIII (traducción del ‘De rebus Hispaniae’ y de la Leyenda Aurea; versión de la ‘Gesta comitum Barcinonensium’ y de los ‘Usatges de Barcelona’)”. Es bastante aventurado admitir estas producciones como prosa catalana, ya que se trata de meras traducciones de textos preexistentes. También las famosas Homilías son una traducción de un texto provenzal, tal como defiende el filólogo catalán José Moran, aunque para la Generalidad de Cataluña se trata “del primer documento literario en catalán”.

Además de ser meras traducciones (encima la del “De rebus Hispaniae” es del rosellonés Pedro Ribera), tampoco son en lengua catalana. Y esto es así, ya que en el siglo posterior, los supuestos “autores catalanes” Ramón Llull y Jaime I de Aragón cuando indicaban en que lengua escribían era la romance (¿sería porque no eran catalanes?).

Al ejemplo del testamento de Ramón Llull, hay que añadir las diversas ocasiones en que señala que escribía en lengua romance (cuando tradujo su “Libro de Contemplación en Dios”: “d’arábic en romanç”; cuando tradujo su “Lógica de Algazel”: “de latí en romanç”; cuando en su obra “Blanquerna” identificó la lengua de sus personajes: “que alcuna dona legís alcun libre qui fos en romanç”). Y asimismo añadir que también el Conquistador, en el prólogo del “Libro de los Hechos”, explicaba que escribía en romance a la hora de traducir un versículo del Evangelio:vol dir tant en romanç” y que ordenó traducir los Fueros valencianos del latín al romance, en cuya redacción tomo parte activa el Rey: “ets fur arromança lo Senyor Rey”.

Lo cierto es que a medida que, a mitad del siglo XIII, el uso de la lengua romance se fue consolidando en la corte aragonesa con la redacción y traducción del latín de los documentos fundamentales y fundacionales de los diversos reinos y territorios, se fue abriendo el camino para la producción de obras literarias en prosa. Este proceso de “romanización” de la lengua unido al truncamiento político de la Gran Provenza [la derrota aragonesa de Muret (1213) dejó Gotia en manos francesas y los posteriores tratados de Meaux (1229) y Corbeil (1258) significaron la incorporación de Provenza y Gotia a Francia] propició la aparición de nuevos glotónimos en cada nuevo ente político: lengua occitana (1271, “partes linguae occitanae”) y lengua catalana (1303 “translatar de latí en romans catalanesch”).