España no votó a Feijóo para negociar con Sánchez
El voto CERA le regala al PP en Madrid el diputado dieciséis en detrimento del PSOE, que había obtenido por la capital uno más de lo que le correspondía, y lo hizo a la manera socialista, que es como mejor saben las cosas. Decidió con buen tino Ayuso, antes de saber lo que habían elegido los de fuera, que los votos se recontaran y así pudo hallarse casi quinientas papeletas que no se habían contabilizado por un error de transcripción en contra de la lista popular, una fraudulenta forma, gota a gota, de alterar un resultado electoral. Porque de alterar resultados electorales, por lo civil o criminal, con sorpresa o sin ella, nadie sabe más en este país que el PSOE. La cuestión es que los residentes ausentes, que se han ido al extranjero por causas varias, siempre le dan la victoria a la izquierda. Menos en Madrid, porque los que se van de Madrid no lo hacen por razones económicas, sino con la idea de progresar académica o laboralmente, mientras que, en otras regiones, depauperadas tras décadas de socialismo gestor que expulsa talento (que también acaba en Madrid) votan a esa izquierda que nunca hizo nada para retenerlos, salvo comprar su alma en sobres y esclavitud silente. Pero ellos duermen tranquilos, porque desde su sofá han parado a la derecha.
Con el tablero nuevamente alterado, Sánchez depende del sí de un delincuente orgulloso, de la derecha más montaraz de Europa y de la izquierda golpista, el escenario favorito para un tipo sin moral ni escrúpulos. Sucede que en determinados predios de la cosa nacional empiezan a soltar la idea, pésima y cobarde, de que Feijóo entregue sus escaños a Sánchez para evitar el cambalache con la pandilla Frankenstein. Eso es no conocer al felón que, con más profusión, ha traicionado el significante de la nación. Que recuerden 2019 y cómo el sanchismo político y mediático armó el relato que desde entonces lleva engañando a los españoles, con la cantinela de que llegamos hasta aquí por culpa de Rivera, que no quiso acordar gobierno. Los que ahí estuvimos sabemos quién fue el verdugo de ese posible acuerdo y quién la víctima. Fue Sánchez y no Rivera, quien se negó a gobernar con Ciudadanos, porque prefería pactar con lo peor de España. Era su deseo y volverá a serlo mientras moderados y acomplejados sigan predicando el viejo axioma. A Feijoo no le votaron para negociar con Sánchez.
El problema no está en la relación onírica que en el PP quieran establecer con el PSOE, sino en la nefasta estrategia de orillar a su fecundado socio a la derecha, con el que ya gobierna en autonomías y ayuntamientos. Así, con la misma naturalidad que ha mostrado Sánchez para normalizar a los que sí han dado pruebas fehacientes de su nulo apego a la democracia, el PP debe hacerlo con una formación que, hasta que se demuestre lo contrario, y lo contrario no es lo que dice la izquierda, ha evidenciado un compromiso tácito con la metodología y los valores constitucionales. La convocatoria de elecciones el 23J perseguía, entre otras razones, que la ciudadanía no viera cómo un gobierno de PP-Vox en los consistorios lo único que iba a traer es la confirmación de que el zurderío, sin odio, rencor y confrontación, su triada movilizadora predilecta, no es nada.
Sería una mala noticia para España que la única salida al progresismo belicoso sea la rendición pactada, en la que se asumen, otra vez, los temas que la izquierda plantea y coloca como mainstream mediático, y que el PP abrace de nuevo la felonía de un nacionalismo agarrado a la poltrona y al capricho de unos presupuestos viciados siempre por el llanto y la mentira. El salvavidas parlamentario nunca puede venir de quienes desean el hundimiento del barco común. Lo que pasó con Ciudadanos no va a repetirse con Vox por la simple razón de que ya hay una derecha social consolidada en ese espacio que el PP sigue sin entender ni respetar en su búnker nacional.
No entienden, dirigentes y escribas, mandones y amanuenses, que anida en esta izquierda woke el deseo de extirpar toda posibilidad futura de una alternancia o alternativa política, haciendo pasar por verdad una mentira: que la derecha ha perdido cuando ha ganado. Están a punto de prohibir la democracia por la vía de la farsa, imponiendo un cordón sociológico a más de la mitad de España que ha decidido echar a Sánchez. Pero en el PP prefieren contentar a lo que votaron su permanencia en el poder. Ya veo a Pedro saliendo unos minutos de su retiro veraniego, en esas eternas vacaciones éticas en las que vive, para declarar que el summum de la democracia es pactar con un prófugo de la justicia, con los golpistas que asaltaron las leyes y con los amigos de ETA. Y la España cerril y subvencionada, cómplice y acomplejada, aplaudiendo mientras la mayoría del país disfruta de sus vacaciones por el Instagram ajeno. No les importa, porque han parado al fascismo. Abruma pensar que el futuro lo estén marcando quienes analizan desde la óptica de un contexto que parece no existir: el de una izquierda cabal y una derecha unida.