Opinión

España, espacio público compartido… como la vulva de la Bernarda

El artículo 1 de nuestra Constitución dice que: «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho»; y que: «La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria». Además, en el artículo 2, se expone que: «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas».

Esta diferenciación entre nacionalidades y regiones ha sido ya interpretada por el Tribunal Constitucional que, en su sentencia 31/2010, de 28 de junio, aclaró que los conceptos de nación y nacionalidad no son sinónimos, declarando que la Constitución sólo admite una nación, que es la española.

Establece pues, nuestra Constitución, que España es un Estado democrático, una Monarquía parlamentaria y una Nación indisoluble; mientras que Cataluña es una región o una nacionalidad, que jamás puede confundirse con una Nación, lo mismo que una abeja no puede pretender balar como si fuera una oveja porque suena parecido, pero no es lo mismo. En la toma de posesión de sus nuevos consejeros, el presidente de la Generalidad de Cataluña, Salvador Illa, dijo que su Gobierno deberá servir a la nación catalana dentro de una España plurinacional y aseguró que: «La nación catalana forma parte del espacio público compartido que es España, una España plurinacional, y del espacio público compartido que es Europa, una Europa de horizonte federal».

Como debió decir Jack el Destripador, vayamos por partes. Un espacio público es una zona cuya propiedad y dominio pertenece a alguna de las administraciones del Estado, lo que la diferencia de un espacio privado. Estos espacios públicos pueden tener un uso restringido -como por ejemplo las aceras, que sólo pueden ser usadas por los peatones, quienes a su vez no podrán acceder a una autopista- o pueden ser de uso compartido, como un camino rural por el que puedes hacer senderismo con cuidado de no ser atropellado por un quad, cuyo conductor tiene derecho a compartirlo contigo. Ejemplos de espacios públicos compartidos hay muchos: un parque, una calle, una playa… o las plataformas únicas, tan de moda en los centros históricos de muchas ciudades.

Por mucho que el independentista Salvador Illa lo repita, Cataluña no es una Nación, porque, como bien ha explicado el Tribunal Constitucional, «la Constitución no conoce otra que la nación española», que es indisoluble. Cataluña es una región española, una Comunidad Autónoma o una nacionalidad más o menos histórica que posee un idioma un poco distinto del común; pero no es una Nación. España no es ni plurinacional, como dice Salvador Illa y el resto de independentistas, ni tampoco es federal ni confederal, ni muchísimo menos es ese chiste del espacio público compartido. España es la única Nación de la que procede su autoridad como presidente de una Comunidad Autónoma española, porque, como establece nuestra Constitución: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado», entre ellos el del independentista Salvador Illa.

Tratar de modificar la Constitución de forma distinta a como se establece en las disposiciones constitucionales es intentar dar un golpe de Estado. Pretender convertir a Cataluña en una Nación o a España en un Estado federal no será golpismo siempre que se pretenda lograr estos objetivos por los mecanismos de reforma constitucional previstos. Pero afirmar, como hace Salvador Illa, que Cataluña ya es una Nación, o que España es un «espacio público compartido» o la vulva de la Bernarda, debería hacerle ser inmediatamente imputado por intento de golpe de Estado.