Entreguemos la democracia al dictador
He llegado a la conclusión de que Sánchez nos daría menos problemas como dictador que como demócrata, aunque nunca lo fuera. Demócrata, digo. Igual como dictador no se hubiera rendido al golpismo separatista, ni hubiera entregado España al nacionalismo, ni tampoco le haría falta subir impuestos para mantener los chantajes que los votos de los enemigos de la nación le imponen cada día. Como dictador no estaríamos sometidos a los bulos constantes de su prensa palmera, porque todo sería un nodo de felicidad publicitada y Broncano e Intxaurrando no serían necesarios porque Angelines y Pepa lo harían por la mitad de pasta. Pepa y Angelines son las conductoras del Granma y el Pravda radiofónico de la mañana, para entendernos. Hasta la mentira sería adelgazada del argumentario oficial, porque para qué mentir cuando no importa que la verdad disguste. Se hace lo que diga el dictador, y punto en boca.
En esa idea concebida a fuego lento en su cabecita de Duce, Sánchez dice ahora que gobernará con o sin el apoyo del Legislativo. En una democracia, cuando el Ejecutivo no tiene el apoyo del Parlamento, convoca elecciones. Si en vez de convocarlas decide cerrar, obviar o censurar a las Cortes, la dictadura se alza orgullosa. Estamos transitando ahora ese estadio. No esperen entender si fue un fallo de discurso, ya que así se lo habían escrito, ni tampoco un lapsus linguae propio de la euforia que el poder omnímodo le presta, sino una aseveración de sus intenciones, porque, en el fondo, Sánchez avisa siempre, por acción u omisión, por mentira interpuesta o autoverdad revelada, de lo que va a venir.
La razón de que el dictador en potencia se quite la máscara, diga en público que gobernará sin Parlamento, ataque a los jueces, compre a los medios -y a media España-, imponga un Estado federal, regale privilegios a señores que dieron un golpe de Estado a la nación y la Constitución (y saquee a los ciudadanos para pagarlo), asalte los poderes instituciones del país y llene de millones los bolsillos de sus familiares y amigos, es simple: porque puede. Ninguna autocracia se construyó desde la decencia y la limpieza, como ningún tirano abandonó el poder de manera voluntaria. Estamos dejando que nos detengan en el futuro por no saber detenerlo a tiempo. Si es que alguien puede frenar ya a este perro sin correa.
Cuando llegue su anunciado discurso de la victoria, donde no habrá más historia ni memoria que la que él dicte desde el Pardo de Moncloa, ese día, proclamará, con su habitual flema y pompa, rodeado de la corte palmera que siempre le acompaña y de los tribuneros tertulianos que le adoran, que la dictadura es la mejor vía para garantizar la libertad de las personas, y los diarios del régimen, que ya serán todos, recitarán la frase como el mejor eslogan de todos los tiempos. Y seremos felices. Quién sabe si en el futuro totalitario, al no necesitar ya del apoyo de puigdemones, rufianes y oteguis, y tampoco de la plutocracia eurócrata de la Sorosfera, defiende España como merece, protege las fronteras como debe, y deja de asfixiar a los que trabajan y producen porque ya no habrá que mantener a tanto parásito político y funcionarial. Hasta nos ahorraría tener que elegir cada cuatro años entre cientos de papeletas ineficientes que tanto cuestan y nada aportan, con la excusa de que la democracia es votar y lo demás, dictadura conquistada. Así, pues, no esperemos más y entreguemos la democracia al dictador. Si ese es el punto al que nos dirigimos, reduzcamos trayecto y disgustos y démosle ya al autócrata lo que ha venido a buscar. Igual cuando lo tenga todo, empezará a comportarse, en su sociopatía deconstruida, como un demócrata en ciernes, a lo Benjamín Button, y recorrerá el camino inverso hasta la nada política y moral que siempre fue.
Y en vista de esta realidad que nos empuja sin remisión ni rebeldía, me permito al caudillo que ya viene, redactarle una carta con el mismo espíritu en la letra que un referente suyo firmó no hace tanto tiempo desde las mismas tierras castellanas que pronto le verán reinar sin oposición ni control.
En el día de hoy, cautiva y desarmada la España de ciudadanos libres e iguales, han alcanzado las tropas sanchistas sus últimos objetivos autocráticos.
La democracia, ha terminado.
Firmado: Pedro Sánchez Pérez-Castejón
Caudillo de España por la gracia del PSOE