La economía necesita seguridad

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Una economía necesita siempre reformas que permitan agilizar su estructura, hacerla más flexible, más dinámica y más adaptable, con la vista puesta en la consecución de la eficiencia en la combinación de los distintos factores productivos, al tiempo que se adapta a los cambios de las preferencias de los agentes económicos. Con ello, se pretende incrementar el nivel potencial de crecimiento de la economía, su frontera de posibilidades de producción, su nivel natural de producción.

Para hacer posible la combinación eficiente es preciso que la estructura económica no tenga por delante ningún obstáculo, que suelen venir dados por la tentación intervencionista de los gobiernos. De la misma manera, es necesario que el sistema fiscal esté equilibrado y la tributación no sea confiscatoria. Paralelamente, se necesita crear una amplia base, una gran clase media sobre la que sustentar la marcha de la economía, así como generar el clima propicio para el desarrollo de la actividad económica.

Pues bien, para todo ello, la economía necesita una serie de elementos indispensables para prosperar, y que si no se dan no sólo no se avanza, sino que se corre el serio riesgo de retroceder.

Esos elementos son la generación de certidumbre, la seguridad jurídica y la seguridad en términos generales, que no deja de entroncar con la seguridad jurídica antes mencionada, aunque definiéndola en términos sociales y de convivencia.

Por eso, son nocivos para la economía los continuos vaivenes del presidente Sánchez: primero, bloqueando la investidura de la candidatura ganadora; después, retorciendo sus propias palabras para pactar con quien decía que no lo haría; más tarde, introduciendo un elemento de zozobra en el sistema como fueron los cinco días de vacaciones que decidió tomarse para pensar si seguía en el puesto o no, que terminó en vodevil; por último, con la incapacidad parlamentaria que tiene el Gobierno para sacar adelante cualquier ley, como hemos visto la semana pasada por dos veces en menos de cuarenta y ocho horas.

La seguridad jurídica, por su parte, es indispensable para atraer inversiones extranjeras y para animar a los inversores nacionales a que también lo hagan. Para ello, debe haber un marco claro de aplicación, que no varíe por motivos demagogos o populistas, como la introducción de impuestos específicos para determinados ciudadanos, compañías o sectores sólo por motivos electorales, como ha hecho el Gobierno con los impuestos a la banca y a las energéticas o con el impuesto de patrimonio bis o de grandes fortunas.

Por último, una sociedad necesita que la vida en ella sea segura, que se respete la propiedad privada y la libertad de empresa, que se pueda vivir tranquilamente, andar por la calle, coger el metro o el autobús sin miedo a sufrir secuestros o robos.

Pues bien, en Barcelona, por ejemplo, la inseguridad ha aumentado muchísimo, con bandas que siembran el pánico en muchos rincones de la Ciudad Condal. Además, dicha ciudad es una de las que más sufre la delincuencia de la okupación desde hace muchos años, que atenta contra la propiedad privada de las personas.

Hay que erradicar esa lacra, para restaurar la seguridad en Barcelona y evitar que ese nivel de delincuencia se implante en Madrid y otras ciudades, pues en la capital de España, aunque afortunadamente el nivel de inmuebles okupados es menor, también hay lugares cuya propiedad no es respetada y se han detectado ciertas bandas que atemorizan a los ciudadanos robándoles a plena luz del día, en muchos casos con violencia, especialmente relojes, donde las mafias que suelen emplear a extranjeros tratan de imponerse. Es positivo que se hayan desarticulado algunas bandas, pero sigue existiendo ese fenómeno, con algún suceso acontecido en restaurantes del madrileño barrio de Salamanca, donde encañonaron a varios clientes para llevarse sus relojes; o, más recientemente, en las inmediaciones de Colón, donde a una persona que conozco, un amigo, le robaron su reloj. Yo mismo he experimentado cómo trataban de quitarme la
cartera -sin conseguirlo, afortunadamente- preguntándome alguna cosa hace un par de semanas en la calle de Fernando el Católico.

Es indispensable atajar cualquier brote que haya de delincuencia con todo el peso de la ley, sólo con la ley, obviamente, pero con todo el peso de la ley. Debe legislarse urgentemente para poder desalojar a los okupas en menos de veinticuatro horas; deben endurecerse las penas por los delitos de robo y hurto; debe impedirse que haya un efecto llamada para la inmigración que venga a delinquir, precisamente para que no estigmaticen ellos mismos al resto de inmigrantes, pues la inmensa mayoría de inmigrantes viene a trabajar honradamente y a hacerse un hueco donde prosperar con su esfuerzo, pero no debe haber debilidad en el tratamiento legal para esas mafias orquestadas de delincuentes que quieren instalarse en España.

La seguridad es indispensable para la convivencia, obviamente, pero, a partir de ella, es necesaria para la economía. Si no hay seguridad, el turismo se verá afectado y descenderá. Eso provocará una caída en el sector hotelero, en toda la hostelería y en el comercio y, con ello, en toda la actividad económica y en el empleo. La seguridad es importantísima, España tiene altos niveles de seguridad y debe evitar perderla, porque si la pierde se empobrecerá, además de convertirse en un lugar poco habitable. Debe evitarse llegar a esa situación.

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