La economía en bancarrota y las asombrosas estupideces

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La economía en bancarrota y las asombrosas estupideces
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

¡Ojo al dato!: según el Partido Popular y según se malicia este cronista también Vox, Sánchez ha incluido en su cronograma político como posibilidad cierta el adelanto de las elecciones generales para mayo de 2023 haciéndolas coincidir con las municipales. De ser así -que lo puede ser evidentemente- trataría este individuo de alias Sánchez II El Felón (el primero fue Fernando VII)  de asimilar unas a otras de forma que se pudiera beneficiar del tirón de los munícipes o para engrosar su victoria o para adelgazar su derrota. La decisión sobre este avance dependerá, desde luego, de lo que le pase a él, a su partido, y al candidato Espadas, en los comicios de Andalucía que, ya no se duda, se convocarán en el próximo octubre. Claro está que este proyecto especulativo cuenta de antemano con la general oposición no del centro-derecha, que también, sino incluso con la de sus aspirantes socialistas regionales, porque, como suele decir en confianza y sin que se le oiga demasiado un alcalde de la Sierra madrileña: “Mejor solo que mal acompañado”. Poco le importa a Sánchez esta embrionaria rebelión porque su interés es únicamente hallar una trapisonda para que su resultado no se acerque a una hecatombe.

El centro-derecha en efecto, no desdeña, ni mucho menos, esta alternativa y en cuanto el efecto Feijóo se transforme en la  presidencia Feijóo, comenzará, según manifiestan, la preparación intensa de unas elecciones, las municipales y las autonómicas que tocan (todas menos el País Vasco, Cataluña, la propia Andalucía, Galicia y Castilla y León) que suelen anticipar en España -es costumbre inveterada- el tanteo de las siguientes generales. Así sucedió con Felipe González, así sucedió con Aznar y así sucedió con Rajoy; no se cuenta con Zapatero porque él sólo por sí mismo representa un agujero negro en la Historia de la Política en España. Así, con mayúsculas. Tan grande es la sospecha que tienen, por ejemplo, los dirigentes in pectore que acompañarán a Núñez Feijóo en su arriesgada aventura por la Presidencia de España, que ya se aprestan a articular una confrontación con el pésimo y sectario Gobierno del mentiroso Sánchez, en dos cuestiones básicas de nuestra actual vida pública: la Economía, también con mayúsculas, y la Seguridad, así mismo con grandes letras.

Ya hemos recordado más de una vez en estas crónicas que en Estados Unidos atribuyen al sesgo que lleve la Economía en tiempos electorales una buena parte del éxito o fracaso de las campañas correspondientes. No fue sólo en su momento la confesión de Bill Clinton: “¡Es la Economía, estúpido!”, sino que incluso uno de los periódicos más influyentes de aquella Nación: The Washington Post, incluía un comprometido editorial el mismo día de las elecciones, poniendo en el trance a los votantes de responder a tres preguntas para conformar el jaez de sus papeletas. Así eran los interrogantes: ¿Es usted más rico o más pobre que hace cuatro años? ¿Está usted más seguro que hace cuatro años? ¿Es usted más o menos libre que hace cuatro años?  Las contestaciones, afirmativas o negativas, respondían exactamente al sentido del voto de los interrogados.

Por tanto: ¿qué sucedería con las contestaciones a esta tríada de preguntas  formuladas al español de hoy? Las empresas de sondeos harían bien en añadir estas incitaciones a cualquiera de sus investigaciones sociológicas. Pues aún teniendo muy en cuenta la escandalosa polarización de nuestra sociedad, deberíamos suponer tres réplicas tan sugestivas como éstas: “Somos más pobres, estamos menos seguros y nos sentimos menos libres”. Solo los sectarios paniaguados de la Moncloa, con el pobre Rafael Simancas al frente, se inclinarían, por lo contrario. Desde luego, no ha habido en España en mucho tiempo un gobernante que actúe siempre volcando sobre los demás, el famoso empedrado de nuestras regañinas  escolares, la responsabilidad de nuestro mal estado de cosas. No es esta la ocasión de reincidir en la catarata de datos negativos que encierra este Gobierno de inanes. Los malos empeoran por días, de manera que llegaremos a finales de mes con huelgas por doquier, desabastecimientos, con una inflación que puede alcanzar el 10 % (previsión de muchos analistas), con una gasolina o gasoil cercana a los tres euros por litros, y con el precio de la luz instalado per saecula en los cuatrocientos euros. Cruelmente, afirmaré esto: al Gobierno le importa una higa nuestros malos tragos, ellos ni pagan las bombillas, el gasoil o las acelgas; viven del cuento, o sea, de nuestra cuenta.

Y respecto a la Seguridad, una precisión: no se trata sólo, claro está, de la que puede ver comprometida cada ciudadano en su paso por las calles de cualquier ciudadano español, no, es más la que se deriva de una situación europea que, como advierte un brillante ex ministro de UCD, de los que habían hecho algo en la vida antes de ocupar un puesto del Gobierno: “Tenemos la guerra más cerca de lo que la gente cree”. Díganme si el panorama que se divisa desde nuestro débil puente de bambú, se  pueden afrontar los tiempos más cercanos con un Gobierno dividido en dos facciones en permanente disputa y contradicción, y con un grupo comunista ocupado en exigir al preboste que les ha nombrado que no se salga ni un milímetro de sus parámetros ideológicos que, ya se sabe, suscribe el propio Putin. Es tan ridícula, si no fuera dramática, la política de este Gobierno de incapaces, que, aparte de los increíbles veintiún mil millones de euros para el despilfarro pseudofeminista de Irene Montero y de su alma gemela, la tontucia Belarra (le llamaría igual si fuera hombre, por cierto) en estas circunstancias perentorias han pedido a todos los países europeos para que logren ¡un corredor humanitario sólo para los LGTB!”. ¿Hay por ahí alguien que supere esta inmensa estupidez? Sí, ellos/as mismos/as, o sea, no se engañen, el patrón Pedro Sánchez Castejón.

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