La desnudez del Barça es la del supremaciasmo catalán

La desnudez del Barça es la del supremaciasmo catalán

El asunto de Enríquez Negreira ha terminado de desnudar al Barça. Lo que sabían algunos y sospechaban otros muchos: llevan 20 años corrompiendo al estamento arbitral que rige las competiciones nacionales de fútbol.

Resultan cómicas las diferentes justificaciones e interpretaciones para no llamar a las cosas por su nombre y para no admitir que el tema es exactamente lo que parece, porque, entre otras cosas y aunque hagan mucha hermenéutica, nadie puede dar otra explicación. Se podía esperar de los hinchas cerriles del fútbol y del soberanismo que dijeran lo que han dicho: «que es una maquinación de Madrid», entendiendo Madrid en su significado extenso de centralismo opresor. Pero ha sido más patético ver como algunos periodistas y políticos, aparentando denunciar su gravedad, hacen justamente lo contrario, es decir, no reconocer las evidentes consecuencias de la corrupción: «Es tan grave que algunos podrían pensar que se ha manipulado y condicionado la competición». ¡Qué retruécano tan eficaz para señalar la inocuidad y la intrascendencia de los pagos!

También se ha oído en Barcelona, y es de agradecer un poco de criterio y autocrítica, alguna voz que ha señalado que todo esto es la consecuencia lógica de tener unos dirigentes que no se sabe si son más ineptos que amorales o al contrario. Esos que ahora tratan de quitarse el marrón de encima o de restarle importancia con variopintas argumentaciones.

Gaspart tira de victimismo histórico respecto al Real Madrid y de una interpretación propia de persona biempensante que, sin embargo, suena como un reto para que le prueben que hubo ayudas reales. Bartomeu dice que acabó con los pagos; ¡claro hombre, cuando Enríquez dejó de ser vicepresidente de los árbitros! Laporta ya se desnudó en un aeropuerto en una metáfora franciscana de su límpida trayectoria, y ahora solo quiere ver un ataque oportunista por parte de ese poder oculto que odia y machaca al Barça.

Y el ahora entrenador Xavi Hernández, que tiene la habilidad de parecer siempre falso y sibilino, se rodea de un halo de dignidad y dice que se marcharía de un lugar donde se hacen trampas. ¡Pero si tú eras el capitán del equipo que se ponía, pagando para que eso ocurriera, en una situación de ventaja respecto al resto! No tienes que esperar ni un minuto más para marcharte avergonzado, porque la indignidad y las trampas con las que tú te beneficiabas ya se produjeron.

Porque, aunque hubieran sido estafados por el árbitro y no se hubiera concretado ningún trato de favor (posibilidad que desmienten las estadísticas de penaltis y tarjetas, los castigos incumplidos, la no aplicación del fair-play financiero o todos los convolutos del tipo Gerri-Rubi que nunca se han hecho con otro equipo), Enríquez habría engañado a quien, a su vez, quería engañar y sacar ventaja respecto a los demás. No hay, por tanto, por ahí, ningún atenuante para la gravedad de la corrupción.

Quieran o no quieran, han manchado indeleblemente la singladura de ese cuadro genial que lideraba el mejor jugador del mundo. Todo lo grande que fue como equipo de fútbol no tapa lo pequeño que es el Barça como club. Esta fechoría pone el detrito definitivo en la podredumbre de la marca. Ahora ya todos sabemos que han sido antideportivos y tramposos con sus rivales, pero desde hace muchos años vienen siendo desleales con España, con el Rey y con gran parte de sus seguidores y de los catalanes. Y hasta con los propios jugadores, aunque estos nunca pusieran pie en pared ante la utilización que hicieron de ellos. Ninguno levanto la voz cuando el club se alineó con un procés injusto y criminal, mostrando un pasotismo cobarde e interesado que el amor a unos colores y el anhelo del éxito deportivo no pueden justificar.

La desnuda realidad de un Barcelona corrupto, engreído y victimista es la del entorno secesionista catalán en el que se gangrena; ese que, con su supremacismo, la impunidad de sus delitos y el dinero de todos los españoles, le intentará rescatar de su ruina moral y económica.

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