Un delincuente no puede seguir mandando

Un delincuente no puede seguir mandando

Carles Puigdemont quiere seguir mandando incluso después de mandar. A pesar de que no ha tenido el valor de permanecer en España y defender la deriva secesionista hasta sus últimas consecuencias —tarde o temprano tendrá que verse las caras con Pablo Llarena— sí que pretende mover entre bambalinas los hilos del próximo Govern. Cierto es que primero tendrán que conformarlo. Dada la fractura que hay entre los propios independentistas, no es descartable que tengamos una cita con las urnas antes que un nuevo president. No obstante, es del género torrentiano que un fugado de la justicia mantenga aún la idea de seguir ostentando el poder, ya sea a través de la delirante «investidura telemática» o mangoneando a los miembros del nuevo gobierno autonómico como si fueran muñecos de paja.

Un delincuente como Puigdemont no puede seguir mandando en ningún caso. Se trata de una persona que ha tratado de romper la legalidad vigente, que ha declarado la república bananera más corta de la historia y que, encima, ha huido de la justicia dejando en la estacada a ese «pueblo» al que se afana en representar, pero siempre desde la ilegalidad. En su infinito delirio, Puigdemont pretende tener la potestad para designar al jefe del Ejecutivo y convocar nuevas elecciones, además de asumir la dirección estratégica del Govern. En definitiva, mandar con la apariencia de no mandar.

Algo a lo que tendrá que prestar especial atención el Gobierno español. Mientras que haya cualquier indicio de que las injerencias golpistas condicionan y dirigen las decisiones del próximo gobierno regional han de seguir manteniendo un férreo control a través del artículo 155 de la Constitución. El hombre que ha llevado el caos social y económico a Cataluña no puede, bajo ningún concepto, ser asesor de ningún órgano de gobierno, sea en la clandestinidad o con luces y taquígrafos. Sus consejos sólo ahondarían en el desafío contra España.

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