Confinados a perpetuidad: ¿la «nueva normalidad»?

Confinados a perpetuidad: ¿la «nueva normalidad»?

Con pasmosa «normalidad» se nos ha anunciado a los españoles el confinamiento durante otro mes más, después de casi diez semanas en esta extrema situación, lo que demuestra el nivel de degradación de la convivencia democrática y «normal» al que hemos llegado. Mantener a todo un país en un fáctico arresto domiciliario, sin ninguna lógica sanitaria que lo justifique, y amparándose en los informes que han ido mutando en su presunta procedencia -como el virus que los origina- de «la ciencia» a los científicos, de estos a los técnicos, y de los técnicos a unos funcionarios desconocidos, es el mejor resumen de la surrealista y anómala situación que padecemos. Aunque todo se explica una vez comprobada la solvencia científica de nuestro portavoz sanitario, que sostuvo durante semanas que, «en caso de haber algún contagio, serían un puñado». Un «puñado» que se eleva a más de 231.000, y continúa.

Una decisión, la de esta prórroga, que sólo puede definirse como un atentado contra el más elemental sentido común y una falta de respeto a los ciudadanos. Lo peor que puede suceder es que nos acabemos acostumbrando a considerar como normal lo que es totalmente impropio de una sociedad cívica y desarrollada. Con el bombardeo de información al que nos someten, tratan de probar que esta situación es común a todo el mundo, pero hay que negar categóricamente que sea así. Y es preciso memorizar estas verdades para convencernos de lo singular -por excesivo- de lo que sucede en España:  ¿Cómo es posible 1) que seamos el país ¡del mundo! con más muertos y contagiados per cápita ; 2) que lideremos en cifras absolutas el número de sanitarios contagiados, superando los 50.000; 3) y que, a la vez, encabecemos el ranking de limitaciones impuestas de derechos y libertades, sólo comparables a las aplicadas en Wuhan —ciudad comunista, no lo olvidemos— y foco de la epidemia?

La actual situación debe calificarse de «anormal» e impropia de una sociedad democrática pues, si bien circunstancias excepcionales justifican medidas especiales, en ningún caso los poderes extraordinarios pueden ejercerse con la suspensión paralela de los mecanismos de control previstos constitucionalmente.

Al contrario, estos también deberían ser proporcionados a lo excepcional de la situación, e intensificados más aún, por ello. Nunca, nunca en democracia, un Gobierno había acumulado tanto poder durante tanto tiempo, sin control judicial y constitucional que verifique la legalidad de las decisiones adoptadas, de especial relevancia constitucional por afectar a derechos fundamentales y libertades públicas.

La gestión gubernamental de esta crisis se está caracterizando por la falta de transparencia, pretendiendo confundirla con una saturación de comparecencias televisivas más propias de la actual dirigencia bolivariana venezolana, y por la aportación de datos que hasta han tenido que ser desmentidos por cadenas extranjeras como la CNN, respecto al inexistente informe de la Universidad Johns Hopkins.

Por si todo esto fuera poco, el Gobierno que así actúa es el que menos apoyo electoral ha tenido hasta la fecha. Una situación que ha alcanzado su climax con ocasión de las decisiones adoptadas para la «desescalada» y prórroga -mensual ahora, nada menos-, que evidencian que la afinidad o necesidad política, priman sobre presuntas razones sanitarias. Apoyar la extensión de la «alarma» en ERC y PNV, deslegitima al Gobierno: ¿no debería ser una política de «Estado» la que se aplique en una situación tan excepcional? ¿Qué política de Estado justifica que se apoye en fuerzas que, como ERC, tiene a sus máximos dirigentes cumpliendo condena impuesta por el TS por gravísimos delitos contra el orden constitucional, sin manifestar arrepentimiento alguno por su conducta? La «contraprestación sanitaria» es devolver las competencias a sus gobiernos nacionalistas autonómicos.

Ni siquiera ante un escenario de calamidad pública, con decenas de miles de muertos, el actual Presidente del Gobierno  es capaz de actuar con sentido de «Estado». O con altura de miras, si se prefiere.

Por cierto, unos apuntes finales: Grecia contabiliza 163 muertos, Eslovenia ya ha declarado el fin de la pandemia, e Italia abre sus fronteras el próximo 3 de junio. Nosotros, con esta  «espléndida» gestión, a este paso seguiremos confinados a perpetuidad. Y Sánchez e Iglesias tan felices.

 

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