La clave: trabajo y menos impuestos

Andan hasta altas horas de la madrugada los miembros del Gobierno cavilando acerca de cómo hacer ver a los españoles que son los mejores, que no tienen alternativa posible y que sólo ellos, nada más que ellos, defienden a la “gente”.
Para ello echan mano de fórmulas ya experimentadas en otros países iberoamericanos, de poder populista/comunista, olvidando intencionadamente (lo sectario es antes que nada) que han fracasado. Deberían desengañarse. No hay más salida que dar trabajo a la “gente”. Un trabajo que no significa inflar desmesuradamente el aparato público, sino creer en el empresariado y los emprendedores que son, al fin y a la postre, los que crean riqueza y dinamizan los mercados.
Sucede, sin embargo, que no creen en la iniciativa privada, ni en la libertad de inversión –en algunos casos supone la ruina personal- y para aparentar que hacen, se limitan a intentar repartir la pobreza que, a su vez, crea más pobreza en un círculo infernal que se puede contemplar en países como Venezuela (el país con más riqueza natural del mundo) o el caso de Cuba.
No hay semana no aprovechada por el Gobierno para anunciar reparto de limosnas, que aunque pueden paliar a corto plazo alguna necesidad, a la larga no es el camino. Ni siquiera aprecian el viejo dicho de que para sacar de la pobreza a un ser humano es mucho mejor enseñarle a pescar que darle una mañana un besugo. Es de libro, oigan.
De no haber perdido el contacto con el pueblo, el Gobierno tendría claro que una inmensa mayoría del mismo no quiere limosnas ofrecida en clave electoral. Lo único que desea es trabajo, paz y libertad. Es decir, lo de siempre.