China es inevitable: su sombra militar domina el comercio en el Indo Pacífico Central

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El Mar de China Meridional es punto cada vez más estratégico en la geopolítica y geoeconomía mundial debido a su ubicación estratégica, sus recursos naturales y las numerosas tensas disputas territoriales. Es además una de las rutas marítimas más transitadas, un cuello de botella por el que transita cerca de un tercio del comercio global, incluyendo el transporte de petróleo y gas, además de albergar el 12 % de los caladeros de pesca del mundo e importantes reservas de hidrocarburos.

Hace menos de un mes, marzo de 2025, la petrolera, Corporación Nacional de Petróleo Submarino de China (CNOOC) hizo público el descubrimiento del yacimiento Huizhou 19-6, con unas importantes reservas probadas de más de 100 millones de toneladas en el Mar Meridional de China a solo 170 km de Shenzhen y a 100 metros de profundidad. También se están extrayendo diariamente 68.000 metros cúbicos de gas natural del mismo yacimiento. En el plano científico, se acaba de anunciar la construcción de un laboratorio submarino chino a 2000 metros bajo el nivel del mar para investigar los ecosistemas de filtración fría, un fenómeno natural que contiene altas cantidades de hidrato de metano, un gas menos contaminante que los fósiles tradicionales.

Durante años, China, que cuenta con la mayor flota marítima del mundo, ha reclamado casi el 90% del Mar de la China Meridional ya dibujado como parte de China en los mapas de la época de la dinastía Qing. Es la denominada “línea en forma de U”, lo que genera tensiones territoriales continuadas con países como Vietnam, Filipinas con quién los EEUU tienen un pacto de defensa, Malasia y Brunéi. Países que también reclaman zonas económicas exclusivas para ellos. Cuando Vietnam y Malasia pidieron ampliar sus fronteras marítimas a la ONU, China se negó respondiendo con la “línea de los 9 puntos” sin base legal alguna según el Derecho Internacional.

Estas disputas suponen, por ejemplo, la ocupación china desde el año 1974 de las Islas Paracel reclamadas por Vietnam y Taiwán, los conflictos con la soberanía de las Islas Spratly o en el Atolón de Scarborough con incidentes recientes entre la guardia costera china y pequeños buques de la armada filipina, la militarización de arrecifes y la construcción de islas artificiales con aeródromos y tropas. EE.UU., aunque no es una parte directamente involucrada, interviene con patrullas navales para garantizar la «libertad de navegación», lo que afecta a las tensiones de los vecinos asiáticos con China.

El Mar de China es un microcosmos de la competencia entre las grandes potencias. Controlar esta región implica una mayor influencia sobre el comercio global y las cadenas de suministro, sobre la seguridad energética y sobre la proyección militar en el Indo-Pacífico.

En este contexto, se ha producido una intensa gira regional del presidente de China, Xi Jinping, por Vietnam, Malasia y Camboya. Unas visitas bien organizadas que pretenden seducir a los vecinos asiáticos en un momento de gran incertidumbre y volatilidad de los mercados. Una gira que está dando sus primeros frutos positivos tras décadas de desencuentros con dichos países. Y se produce en un momento histórico en el que los EE.UU. recogen velas en retirada en todo el planeta y China se presenta como un seductor defensor de las alianzas comerciales. China ejerce un creciente softpower en un ámbito geoeconómico territorial clave, bajo las reglas de la globalización. Pero la esencia es que China está muy preocupada por la supervivencia de las actuales cadenas de suministro globales que tanta riqueza han creado en su entorno.

Con Vietnam, país que se ha abierto con éxito al capitalismo con las reformas de “Doi Moi” a partir de 1986, manteniendo su régimen comunista, China acaba de firmar 45 acuerdos, especialmente comerciales. Los temas principales de la misión han sido el comercio, las inversiones, la construcción de infraestructuras principalmente ferroviarias y la colaboración entre el fabricante aeronáutico chino Comac y la aerolínea de bajo coste vietnamita Vietjet fundada en 2007. El gobierno vietnamita busca evitar una dependencia excesiva tanto de los Estados Unidos como de China, cuya presencia militar en sus aguas costeras sigue temiendo. La estrategia de China es alterar esta dinámica y atraer a Vietnam a su órbita cada vez más, aprovechando el tremendo golpe arancelario del 46 % anunciado por Trump.

En la segunda visita de su gira, Malasia, el Presidente chino destacó el respeto a los principios de la responsabilidad compartida mediante la denominada “ofensiva del encanto”, resaltando a su país como un socio fiable de Malasia que además juega un papel relevante en la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN). Su objetivo nada oculto es enfrentarse en primer lugar a los tremendos impactos negativos de la guerra arancelaria de Estados Unidos contra los productos procedentes de China.

La reunión entre Xi y el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, se ha traducido en 31 memorandos de entendimiento, que cubren principalmente asuntos como el desarrollo de la economía digital, la inteligencia artificial, el uso del sistema satelital Beidou, el transporte intermodal y la exportación de productos agrícolas de Malasia a la República Popular China. También se ha anunciado el establecimiento de un mecanismo de diálogo “2+2” en el que participarán los respectivos Ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa, lo que confirma la importancia para China de transformar su compromiso económico inversor en una creciente influencia en materia de seguridad. En materia de seguridad, han acordado resolver sus disputas marítimas por la vía pacífica mediante consultas y negociaciones, manteniendo la paz, la seguridad y la estabilidad en el mar de China Meridional.

Desde la perspectiva de China, el corredor de infraestructura chino-malasia sirve para aliviar la dependencia del Estrecho de Malaca y desarrollar la colaboración tecnológica con Kuala Lumpur mientras para Malasia es clave porque busca convertirse en un centro importante en la cadena de suministro de la inteligencia artificial. Recordemos, como dato importante, que Malasia es una monarquía constitucional democrática representativa federal con 13 gobiernos regionales.

En su última parada regional, Camboya, el Presidente chino mostró su respaldo a su gobierno ante el impacto de la carga arancelaria. Siendo un importante exportador de ropa y calzado a los EE. UU. Camboya recibió un arancel del 49 %, el segundo más alto del mundo tras Lesoto (50%), aunque el impuesto fue suspendido de momento por 90 días. Camboya es un país estratégico para China en los ámbitos de manufacturas y construcción, aunque también mantiene alguna disputa territorial.

En este caso, el dirigente chino insistió en la importancia de establecer un mecanismo de diálogo que involucre a los respectivos Ministerios de Defensa y de Asuntos Exteriores, así como en la contribución de Camboya a las Iniciativas Globales sobre Desarrollo, Seguridad y Civilización.

China financió la mejora de la base naval camboyana en Ream desde el año 2022 que había sido controlada en su día por los EE.UU. y se especula que el Ejército Popular de Liberación podría utilizarla como puesto avanzado para proteger los mares de China tras salir a la luz pública en 2019 un borrador de acuerdo con China para su uso durante 30 años para personal militar, almacenamiento de armas y atraque de buques de guerra.

El gobierno chino está mostrando su presencia en esta área marítima a través de la navegación frecuente de buques de guerra, submarinos, guardacostas, drones anfibios, sondas, barcos pesqueros. También mediante la militarización creciente de islas artificiales en los archipiélagos Paracel y Spratly como ya hemos apuntado.

El Presidente Xi ha hecho un llamamiento a sus vecinos regionales para que «protejan conjuntamente las brillantes perspectivas de nuestra familia asiática». Un estímulo que sin embargo encuentra una importante limitación en las persistentes rivalidades entre el Imperio del Centro y los demás actores regionales.

Estas son las reuniones que Pekín ha promovido para establecer un sistema internacional alternativo al liderado por los EE.UU. en combinación con la “Iniciativa del Cinturón y la Ruta” (Nuevas Rutas de la Seda). Y lo hace en pleno anuncio de nuevos aranceles de hasta el 3.521 % para importaciones de paneles solares antes del 2 de junio que afectarán a fabricantes de Camboya, Vietnam, Malasia y Tailandia acusadas de ser filiales de China y de las que EEUU habría realizado compras por 13.000 millones de dolares.

Pero los movimientos diplomáticos no acaban ahí. Indonesia, que acababa de firmar un acuerdo de cooperación militar con Francia, acaba de comprometerse con China. En concreto a reforzar la cooperación marítima, incluidos los esfuerzos conjuntos de seguridad a pesar del malestar indonesio por la actividad de buques guardacostas chinos cerca de las islas Natuna. Este acuerdo en materias de ciberseguridad y lucha antiterrorista, se ha producido como fruto de la reunión de trabajo de los ministros de defensa de ambos países celebrada esta semana en Beijín. China ya se ha convertido en el mayor socio inversor de Indonesia y se encuentra financiando algunos proyectos tan emblemáticos como la línea de alta velocidad Yakarta- Bandung o la planta solar flotante de Cirata (Java Occidental).

El impulso asiático de Pekín también quedó patente en marzo pasado, durante la reunión entre los ministros de Asuntos Exteriores de China, Japón y Corea del Sur, cuyo objetivo era revitalizar la cooperación comercial. Aunque a fecha de hoy, Japón y Corea del Sur, siguen considerando a China como la principal amenaza a su seguridad. Por encima de todo, los japoneses y los coreanos tienen dificultades para comprender cómo la volatilidad creada por las decisiones de Trump finalmente afectará a la participación de EE.UU. en el Indopacífico.

China quiere transformar el Sudeste Asiático en una de sus zonas de influencia para lograr tres objetivos: defender la costa de la República Popular China de los posibles ataques de potencias rivales, empezando por los Estados Unidos y Japón; controlar las rutas marítimas que conectan el Reino Medio con Occidente a través de los Mares de China y el Estrecho de Malaca; y, por último, desarrollar rutas alternativas para reducir la dependencia de sus flujos comerciales de este cuello de botella.

Y todo esto con vistas a absorber en un futuro no muy lejano a Taiwán y así obtener un acceso al Océano Pacífico libre de la vigilancia de los EE.UU. La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, compuesta por diez países) es el principal socio comercial de la República Popular China, con un comercio por valor de 234 mil millones de dólares.

El impacto negativo de los aranceles sobre los socios estadounidenses no alterará inmediatamente las relaciones de seguridad que Washington ha construido con ellos. Relaciones que también incluyen una presencia militar estadounidense en Japón, Filipinas, Corea del Sur, Tailandia y Singapur.

Sin embargo, un profundo deterioro de las economías de la ASEAN y del sentimiento local hacia el gigante americano permitiría a China reactivar más fácilmente el comercio, la inversión y los intercambios culturales en la región. Y por lo tanto daría nueva vida al soft power de Beijing, que hasta ahora se ha visto debilitado por las maniobras militares en los Mares de China con escaramuzas con Filipinas y alrededor de Taiwán.

China podría adoptar un enfoque similar en Europa, aprovechando el grave empeoramiento de las relaciones entre esta última y los Estados Unidos. En este sentido, la cumbre China-UE de julio próximo será útil para evaluar la solidez de la relación estratégica entre América y el Viejo Continente, de momento y salvo algunas excepciones reveladoras, en función de precaución frente al gigante asiático.

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José Luis Moreno, economista, ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.

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