Bullying a los ricos

Bullying a los ricos

Boris Johnson, cuando aún era alcalde de Londres, llamaba a abandonar el bullying a los ricos. “Tendrían que recibir títulos de caballero por su contribución a la Hacienda del Reino Unido –decía-, ya que pagan casi el 30% de todos los impuestos sobre la renta y del seguro nacional, con los que podemos cuidar de nuestros enfermos, de nuestros ancianos y para la construcción de carreteras, ferrocarriles y escuelas”.

Aquí la riqueza tiene mala reputación. Algunos de los que nos gobiernan, inspirados en los socialistas y anarquistas del siglo XIX, siguen pensando que la riqueza es producto del robo, nuestra vice dice que el dinero público no es de nadie, y “gobernar es gastar”, es la regla a seguir.

Y para ello hay que apretar. Tanto es así que alguno se cansa y, como puede elegir, elige. El último, un tal Rubius, youtuber de profesión, que ha irritado a nuestros gobernantes porque, con su portátil y su silla gamer, ha puesto tierra (o montañas) de por medio.

Lo novedoso es que, con esta espantada, el debate ha llegado a su público, a los institutos, donde los futuros contribuyentes pueden verse influidos por el youtuber. Eso enciende las alarmas de muchos activistas con tiza, progresores que dedicarán la próxima clase de educación para ciudadanía a debatir sobre los peligros de la austeridad (no del despilfarro) y los paraísos (no infiernos) fiscales, a donde se van los insolidarios (que no acosados) ricachones.

Claro que es importante pagar impuestos y que haya servicios públicos de calidad y cierta redistribución de la renta. Pero, como en toda pócima, la clave de cualquier política pública -también la fiscal-, está en la dosis. Esa dosis nos dirá si recaudamos o ahuyentamos a los contribuyentes, si atraemos inversión o la expulsamos, si el Rubius es un insolidario o el fisco un acosador, si se va a un paraíso o huye de un infierno.

¿Y cómo medimos la dosis para saber si en España acosamos a los ricos? Aquí van cinco claves:

1º. En España es fácil ser rico; pero solo a los ojos de Hacienda. Aquí te aplican el tipo máximo del IRPF en cuanto llegas a 60.000 (frente, por ejemplo, a 83.000 en Italia, 170.000 en Reino Unido, 265.000 en Alemania o 280.000 en Portugal).

2º. También tenemos impuestos “Typical spanish”, como el impuesto de Patrimonio (que en la UE solo existe en España) y el de sucesiones (que no se paga ya en casi la mitad de la Unión Europea)

3º Si al IRPF le sumamos IVA y cotizaciones, algunos llegan a pagar el 66% de lo que ganan. ¿Eso se llama contribuir o confiscar? A Rubius esa factura le suponía 2 millones de euros. Cuando no pagas eso es fácil presumir de solidario y exigir a otros que lo paguen.

4º. ¿Guardaría Vd. su dinero donde lo puede perder? El dinero es cobarde (o sensato) y huye si no hay seguridad jurídica o ve que el gobierno protege más la okupación o a los piquetes que la propiedad. Por eso, no solo es el Rubius el que coge el dinero y corre. También muchos inversores, grandes y pequeños, siguen viviendo en España, pero sus ahorros viajan al extranjero. Así, el primer semestre de 2020 se “fugaron” 49.000 millones (frente a 18.000 millones que volaron en el mismo periodo en 2018). Preparémonos para el susto cuando tengamos los datos de todo el año.

5º Y encima te insultan. No sabemos los nombres de los máximos condenados por los casos de los Eres, y Monedero va dándonos lecciones de moral tras haber regularizado lo que iba a ser un fraude de libro; pero si le pegas bien al balón, te lo montas bien en youtube o has sabido llevar a tu empresa al top de su sector ya tienes a la todos los monederos de turno insultándote; hasta te critican si te da por hacer donaciones a la sanidad pública.

Hace 42 años, Fernández Ordoñez puso en marcha la campaña “Hacienda somos todos” y todos nos sensibilizamos de la importancia de contribuir pero ¿nos hemos pasado de dosis?

Desde entonces el gasto público se ha multiplicado por 15 y, con la excusa de desarrollar un Estado de bienestar, hemos desarrollado un ineficiente Estado elefantiásico donde nos dicen que nuestros impuestos son para colegios y hospitales, pero no nos dicen que hay otras formas de gestionar esos colegios y hospitales. Nos dicen que son para pensiones, pero no nos dicen que estamos atrapados en un sistema piramidal quebrado, y nos maleducan en el todo gratis mientras crecen las administraciones, observatorios, auditorios, universidades y se dejan abierto el grifo de las subvenciones cada vez que ven que, con dinero público, pueden ganar un puñado de votantes.

Ya sé ya que todo esto no es políticamente correcto, que mola más meterse con los ricos, pero si se van se va también la riqueza y a ver como la distribuimos entonces. «A los pobres no se les ayuda vengándose de los ricos, sino abriendo las puertas al avance social», decía Scruton. Y las políticas de gasto que exigen esos impuestos darán votos a corto plazo pero no sostienen el bienestar a largo.

Así que podemos seguir pataleando, insultando a los ricos y creyéndonos Robin Hood o podemos pensar si Boris Johnson tenía razón y nos habremos pasado de dosis.

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