¡Así no se protege a las mujeres!
Armengol, dado su inicial apoyo a Patxi López, cambió de chaqueta y ha venido prestando una irreflexiva sumisión al sanchismo. Actitud que, a la larga, la ha distinguido negativamente del resto de barones socialistas, que han expresado matizaciones y desacuerdos claros con los desmanes varios que viene cometiendo Pedro Sánchez. Aquí, el Gobierno de la Sra. Armengol se distingue por un forofismo irracional. ¡Qué le vamos a hacer!
Alguien, perteneciente al mismo club de incondicionales, puede pensar que tal actitud de la presidenta ha sido muy beneficiosa. Ahí están las subvenciones prometidas y las pagas y paguitas obtenidas. Ojo, ciudadano, que te están comiendo el coco y sólo quieren tu voto. «Despotismo asistencial», como lo ha calificado, con gran acierto, Miguel Segura. Lo cual es, presuntamente, «preocupante, cuando menos, porque nos llevaría directamente a la hibernación de la libertad del ciudadano». Esta izquierda radical que nos gobierna a nivel nacional y autonómico se empeña en imitar los mensajes fideísticos católicos: no hay que pensar, solamente creer. Lo que, traducido en términos políticos, se ha formulado así: «No piense, sólo abra la mano y se le dará lo indispensable» (Ibidem). Eso sí, hay que colaborar con tanta generosidad. ¿Cómo? Votándoles. ¡Viva la democracia!
Este seguidismo malsano se ha manifestado, por ejemplo, en la defensa cerrada e increíble que nuestra presidenta realizó en su día de la Ley del sólo sí es sí. La nueva norma, dijo, permite «avanzar hacia una sociedad más libre e igualitaria que protege más y mejor los derechos de las mujeres …(…) Hoy somos un país mejor para todas». Sin duda, la presidenta fue un tanto osada e ignoró aquello de que «nada hay más terrible que una ignorancia activa» (Goethe). ¡Solemne metedura de pata!
En efecto, un mínimo de prudencia y sensatez, incompatible con cualquier forofismo, le habría llevado a saber que, incluso dentro del feminismo de izquierdas, ya se elevaron voces muy críticas y prestigiadas, las juezas María Sanahuja y Manuela Carmena, por ejemplo, contra ciertos aspectos de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. No me lo invento, aunque, personalmente, también expresé mis críticas al Legislador en mi libro Desde lo femeninamente incorrecto, Palma 2012. Con palabras de Maite Rico, estas voces «… mostraban desacuerdos cruciales con esa norma, empezando por la idea del impulso masculino de dominio como único factor desencadenante de la violencia contra las mujeres». Han de ser, sin duda, contemplados además otros factores, que enumeran, y que quedan difuminados si se insiste en el género como única causa.
Esa misma cordura le habría alertado sobre un hecho indiscutible. La reforma que se pretendía era impulsada por una especie del feminismo, más radical e ideológico que se conocía y que plantearía verdaderos problemas en su aplicación. No es extraño, en consecuencia, que la valoración de la sra. presidenta olvidase algo fundamental: que «erradicar la violencia -machista o de cualquier tipo- es imposible, pero poco puede mejorar con una ley que parte de un diagnóstico erróneo. A saber: que las mujeres son víctimas, por el hecho de serlo; no de un hombre concreto, sino del hombre, violento per se» (Maite Rico).
Lo lógico hubiese sido que la experiencia de la Ley de Zapatero, basada, como digo, en un claro error de diagnóstico, se hubiese revisado a fondo. Sin embargo, aunque nuestra presidenta no se haya enterado, tal error de diagnóstico se ha convertido de hecho en un axioma indiscutible de este nuevo feminismo de izquierdas, infectado de ideología podemita, «avasallador y acientífico que es mucho más efectivo detrás de una pancarta que en el Gobierno» (Maite Rico). ¡Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras!, Partido socialista, emulando la conocida obra teatral de Miguel Hernández. No han escuchado las voces que les llamaban a rectificar su planteamiento y así evitar lo que pasaría. Se han limitado a «escarbar en el abundante arsenal de la idiotez contemporánea en el que una parte del feminismo acampa desde hace años” (Aracadi Espada). Han puesto en vigor una Ley, que, mal que le pese, Sra Presidenta de las Islas Baleares, no protege a las mujeres. ¡Así de claro!
No es necesario insistir en ello. Es un clamor en toda España. Todos, pero sobre todo las mujeres, que decían querer proteger, hemos sido testigos a diario de la metedura de pata instaurada por este Gobierno sanchista, apoyado con entusiasmo por usted, sra. presidenta. «La ley del sí o sí es el ejemplo más reciente y extremado del patético intento de someter la realidad a la ideología» (Arcadi Espada). Toda una inmensa mentira. Todo un engaño a la ciudadanía. Todo una traición a las mujeres, que decían venir a redimir. ¡Palabras, palabras, palabras!
Lo únicamente cierto, lo innegable, es que, desde la entrada en vigor (el pasado 7 de octubre de 2022) de la Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual, ya se han rebajado, al menos en 244 casos, las condenas de agresores y violadores. Incluso algunos han sido excarcelados. Y a esto se atreven a llamarle protección de las mujeres. Sin duda, la izquierda gobernante cabalga en la contradicción más absoluta ¿Se da cuenta, Sra. Armengol, del disparate que aplaudió?
Ahora resulta que se protege a las mujeres con la suelta de violadores. ¡Madre mía! ¡Vaya gatuperio que han armado por incompetentes!, como les ha dicho Alfonso Guerra. Lo cierto es que usted apoyó una palpable discriminación: esta Ley no es aplicable a las mujeres acosadoras, como se demostró la semana pasada en un Juzgado madrileño. Lo cierto, Sra. Armengol, es que en Baleares y sin que usted se haya dignado protestar públicamente, la estadística policial se muestra también acusadora. En efecto, la media en España es de 60 mujeres por policía frente a las 150 en Baleares. ¡Estupendo! Puede sentirse orgullosa. Así se protege a las mujeres.
Ni siquiera se atreven a rectificar y resolver tan manifiesto entuerto y estropicio. Han adoptado una «actitud de soberbia infantil», como, con coraje, les ha espetado Manuela Carmena. No reconocerán el error. Sería renegar de la propia estrategia política: negar la realidad. Y, usted, Sra. Armengol, en esto de rectificar como hay que hacer y dejarse de palabrería, ¿se atreverá a dar la cara? ¿Acaso teme la reacción del gran jefe del tinglado, Pedro Sánchez? ¡El silencio la delata y le hace cómplice!
A decir verdad, nada me extraña en su actitud. Llovía sobre mojado. ¿Recuerda el espectáculo que dieron con los abusos a menores tuteladas? Estaban bajo su responsabilidad. Sin embargo, pasó lo que todos sabemos ¡Vaya vergüenza! También entonces pusieron en práctica la misma respuesta: negar la realidad, negar su responsabilidad. Y, por tanto, no se podía ni hablar, aunque fuese en el Parlamento. Hubo que pasar por el bochorno de ser retratados en el Parlamento europeo y ser sometidos a investigación. Pero, no aceptaron el error de su pésima gestión.
Así son las cosas, Sra. Armengol. Ninguna mujer en Baleares se habrá sentido protegida por su gestión. No importan sus palabras, sus aplausos, sus negativas. Importan los hechos. Y éstos, presuntamente, la señalan acusadoramente.