Argentina, al borde del abismo

Argentina abismo

Massa ha ganado la primera vuelta de las elecciones presidenciales con un 36,7% de los votos y disputará frente a Milei (con un 29,9%) la presidencia de Argentina, quedando eliminada, para dicha segunda vuelta, la líder de la derecha tradicional y discípula de Macri, Patricia Bullrich.

Esto deja al país al borde del abismo, con el candidato peronista que, desde su puesto como ministro de Economía ha llevado la inflación casi al 140%, a ritmos superiores al 10% mensual. Por ello, y para evitarlo, el centro-derecha argentino debe ahora apoyar a Milei para expulsar al peronismo de la presidencia y tratar de poner fin, así, a ochenta años de expolio que ha arruinado a Argentina, haciendo que pasase de ser el país más rico del mundo a un país empobrecido y subsidiado, donde una gran parte de la población vive del subsidio porque el Gobierno ha incentivado la pobreza para repartir pagas y tener un voto cautivo.

El peronismo es la demagogia por antonomasia, el populismo, que basa sus cimientos en la destrucción de riqueza, la envidia y el rencor. No sabe gestionar, pero sabe trazar una red clientelar que dependa de él, para manejarlo a su antojo y perpetuarse en el poder.

Con todo ello, debe acabar Milei, y Bullrich y Macri tienen que ser consecuentes y pedir el apoyo para Milei. No es que este economista no pueda parecer extravagante y excéntrico, como señalaba el viernes en otro artículo en OKDIARIO, y que algunas de sus propuestas -como la de cerrar embajadas- no sea populista, pero para los argentinos un último intento por enderezar un país. Si hubiese pasado Bullrich, Milei tendría que haberla apoyado. Como ha pasado Milei, si quieren acabar con el peronismo, los seguidores de Bullrich deben apoyar a Milei.

Y Milei, si finalmente lograse llegar a la presidencia -cosa que se ha complicado, ya que algunos seguidores de Bullrich, como los del partido radical, puede que prefieran apoyar a Massa-, deberá abandonar algún comportamiento histriónico, ser más serio en público y dejar de lado algunas recetas populistas que no van a ningún sitio. El problema de Argentina no reside en tener una embajada en cada país con quien mantiene relaciones diplomáticas -cerrarlas sería un error diplomático y de cortesía, además de perjudicial para los argentinos que viviesen en el país en el que se cerrase-, eso es poco dinero en términos relativos, no es el motivo por el que Argentina se ha empobrecido. El problema de Argentina es el de una corrupción peronista durante más de ochenta años, que con el kirchnerismo ha llegado a límites insoportables.

Por eso, Milei tiene que tener muy bien pensado su plan de Gobierno y actuar en cien días, probablemente con decreto de emergencia, porque es improbable que tenga quorum en el Congreso para poder sacar adelante leyes, ya que jugarán a bloquearlo. Ahora bien, esas medidas deben tener memoria económica y tomarlas con determinación, sin duda, pero con prudencia, para evitar un colapso económico y que los enemigos de la libertad corran, así, a decir que el liberalismo es un fracaso -ya sucedió con Truss, al pretender bajar los impuestos con más deuda al no reducir el gasto-.

Al dolarizar la economía, se somete a la política monetaria de la Fed; es decir, no es que no vaya a haber banco central, sino que asume el de los Estados Unidos. Probablemente, eso les imprimirá más disciplina monetaria, pero debe converger en disciplina fiscal, con un importante recorte del gasto. En el gasto siempre está el problema. Debe estar dispuesto a hacerlo, aunque no se lo pondrán fácil, porque se producirán protestas callejeras con la eliminación de subsidios, pero si se echa para atrás, fracasará. Quizás un buen comienzo podría ser firmar un plan de disciplina económica con el FMI y, por primera vez en ochenta años, cumplirlo.

De momento, debe centrarse en ganar a Massa en la segunda vuelta y recopilar todos los votos que apoyaron a Bullrich, pero debe ir pensando en cómo actuar si llega a la presidencia, porque no tendría ni un minuto de gracia y Argentina se juega, quizás, su última oportunidad de volver a la prosperidad, que está más difícil tras ganar Massa la primera vuelta y situarse Argentina al borde del abismo.

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