Antes que Mazón, Sánchez y sus costaleros

Pedro Sánchez Carlos Mazón DANA
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

No me da la gana participar, fusil en ristre, en la cacería contra Carlos Mazón. Un recuerdo: quien estuviera en Valencia o en sus aledaños en los tiempos en que se desató la Guerra de Irak, tendrá ahora muy presente el acoso y derribo que se organizó en España entera, con Valencia como mascarón de proa, contra el entonces presidente José María Aznar. La infame vorágine de manifestaciones y pedradas la articuló el PSOE con un Zapatero que creyó llegada la hora de su abordaje, y un Rubalcaba, al que ahora todo el mundo reivindica como ejemplar hombre de Estado, pero que en aquella peripecia no dudó en utilizar las más sucias armas políticas para expulsar del poder a un presidente, Aznar, que había ganado al PSOE por mayoría absoluta, y que no disparó un solo tiro para derrocar al tirano Sadam, a diferencia de lo que había realizado el Ejército Español, por orden de Felipe González, en la primera Guerra del Golfo.

La izquierda organizó una bronca descomunal contra los «asesinos de la derecha» y, curiosamente, parte de esta filiación política se sumó al encanallamiento por tres razones: la primera, para demostrar que ella, esa derecha a la que Inda ha tachado de «tontita» y «cainita» era (y es al parecer) independiente hasta las cachas y está a favor de todas las causas humanitarias, aunque su sponsor sea el comunismo internacional; la segunda, porque entonces muchos grandes componentes de esa derecha tenían (siguen teniendo) complejo de legitimidad de origen como los vinos en tetrabrik y se hacen los «progres» aunque vayan del brazo y por la calle, nunca mejor dicho, de los sediciosos zurdos; la tercera, porque aquella derecha de entonces guardaba -y ahora también guarda- una antipatía cromosómica al yanquismo norteamericano, al que siempre califican de analfabeto, cuando no de criminal. Eso como los más templados calificativos.

En este momento se reproduce aquel escenario con el Partido Popular de Valencia y su abanderado Carlos Mazón como protagonistas de la inquina. Estoy por escribir (y escribo) que la mayor berrea, la peor acometida contra el citado no ha venido de los medios clásicos de la izquierda, prensa, radio, televisión e internet, sino de forma muy concreta de algunas casas informativas de las de siempre que consumen más minutos y palabras en denostar a Mazón y exigir a Feijóo su destitución, que en denunciar los dislates de una compareciente que ha revelado en sede judicial los mil y un enjuagues del coro de camanduleros de Sánchez.

A este tipo, que huyó como un conejo de las protestas, perfectamente inteligibles, de los vecinos arrasados de Paiporta y Catarroja, no se le imputa «casi» responsabilidad alguna a pesar de que se negó a regresar anticipadamente de la India cuando ya el barranco del Poyo había terminado con la vida de 224 personas y de que no ha vuelto a visitar los pueblos anegados por la lluvia. Se evitan, por lo demás, las críticas a organismos estatales que naufragaron espectacularmente en la DANA; por ejemplo, la Agencia Estatal de Meteorología pronosticando apenas una riada de 150 litros por metro cuadrado cuando la Naturaleza estaba mandando a aquellos pueblos mártires, no menos de 600 litros. ¿Qué decir de la Confederación del Júcar que no produjo una sola alarma en aquella tarde y que tiene aún a su jefe escondido como un topo y sin la vergüenza torera de ofrecer una sola explicación? O, finalmente, el desdén con que la hoy comisaria europea, Teresa Ribera, ayer vicepresidenta de la cosa, trató aquel drama sin mayor dedicación que alguna presencia periodística para, naturalmente, volcar sobre el PP y Mazón, las consecuencias del drama.

La Moncloa está echando el resto para ocultar o negar todas estas responsabilidades, utilizando para ello todos los instrumentos posibles, incluidos los económicos. Sánchez se ha dado una carrera de atleta de los cien metros aprobando en estos dos días dos iniciativas que afectan directamente al funcionamiento, presente y futuro, de los mass media: una, la más reciente, es la injerencia en publicaciones de todo jaez para demostrar que la mayoría de ellas -esa es su apreciación- vulneran los principios de independencia, o sea, en román paladino, para impedir que se salgan de la propaganda urdida por los mil asesores de La Moncloa. Eso en la Alemania nazi de Hitler y Goebbels (el gran maestro del marketing político) se llamaba (y se llama) «agitación y propaganda» la agitprop de la que tanto se habló en los juicios de Nüremberg. La segunda, más cutre, es el volcado de recursos sobre esas redacciones cómplices ya del último secretario de Estado de Comunicación que quiera designar Sánchez. Me decía en estas fechas un ochentero largo que ejerció el Periodismo en los tiempos finales del tardofranquismo: «La Ley Fraga era, desde luego, más liberal que este engendro del Gobierno leninista». Y así es: con aquel texto se abría la posibilidad de cerrar periódicos pero al menos se argumentaba la decisión: esta Ley parida por Sánchez y sus costaleros ni siquiera se molesta en argüir los motivos: ¡hale! Todo a las bravas.

Y Mazón es el muñeco a batir. O por decir mejor: a Feijóo le están asestando patadones en el tafanario de Mazón. ¿O es que creen que estos propios y adosados de la «derechita cainita» se conforman con batir al presidente de la Generalidad? Eso es caza menor. ¿Somos idiotas o qué? En puridad, y por establecer una jerarquía de culpabilidades, Sánchez, el fugitivo de Paiporta, ya debería estar en la calle; la ministra del ramo, ausente desde los primeros minutos de la riada, tendría que volver a su casa de la cual nunca mereció salir; la delegada del Gobierno, principal, costalera de Sánchez que se mantuvo ausente toda la tarde de la hecatombe, no podría, en puridad y por decencia, seguir ocupando un segundo más el bonito Palacio de la institución, y con ellos todos los vocingleros que ahora se desgañitan porque creen haber encontrado en Mazón un tiro al plato como en el Prèstige o un verdugo como en el caso de Irak. Todos fuera, desde luego, antes que Mazón, que está dando la cara y se la están partiendo y al que se le pueden discutir minutos de inacción en la tragedia. Nada más. Ahora, las cuentas son las siguientes: Mazón, 47 por ciento; Sánchez, 8 por ciento. Es decir, los porcentajes de ayuda por parte de la Generalidad de Valencia y el Gobierno Central que ya han llegado a los puntos de mayor desgracia. No predican reconstrucción, pues ¡toma reconstrucción! Sería estupendo pero inimaginable que los medios colaboradores de la izquierda feroz lo tuvieran en cuenta. Los de la «derechita tontita», vulgarmente denominada «derechorra», no lo van a hacer. A este cronista no le da la gana participar en la cacería contra Mazón. Por eso.

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