La anestesia de los datos de empleo

José María Rotellar

La publicación de los datos de paro registrado y de afiliación a la Seguridad Social pueden distorsionar la realidad económica y laboral a simple vista, porque los datos del mes de noviembre han sido positivos, en el sentido de que se produce una gran bajada del paro registrado y se incrementan en más de 60.000 personas los afiliados a la Seguridad Social. Todo ello es positivo y debe ser motivo de alegría, pues significa que muchas personas están recobrando su puesto de trabajo.

Sin embargo, no es que sea preocupante que siga habiendo más de 125.000 personas en ERTE, que tienen cada vez más difícil recuperar su empleo, o que el último día se destruyesen más afiliados a la Seguridad Social (más de 110.000) que el incremento medio del mes, o que los códigos de cotización de las empresas hayan disminuido en más de 53.000 desde febrero de 2020, que lo es. Es que más preocupante que eso es la anestesia que pueden suponer esos datos de cara a olvidar reformas o a no ver los riesgos que existen de desaceleración, que señalan todas las instituciones de predicción y que el Gobierno se niega a aceptar.

Hace unas semanas, la Comisión Europea rebajó el crecimiento de España; Funcas hizo lo propio después. El Consejo General de los Colegios de Economistas lo bajó hace tres días, y hace dos fue el turno de la revisión a la baja de las previsiones de crecimiento de España por parte de la OCDE, con una rebaja de 2,3 puntos en 2021 y 1,1 puntos en 2022, mientras mejoraba las de Francia y, sobre todo, Italia, que aplican una política reformista y de bajada de impuestos, frente a la rigidez que quiere introducir el Gobierno con la derogación de la reforma laboral y la confiscación adicional que llevará a cabo con la subida de impuestos.

Distintas políticas dan distintos resultados y ahí está la muestra de ello.
Ahora, con estos datos de empleo, el Gobierno los empleará para lanzar las campanas al vuelo, para decir que va en la buena dirección, que la contrarreforma laboral es conveniente, que hay que subir los impuestos y que sus previsiones son las acertadas. Ahí está el riesgo: el entrar en una espiral que nos lleve a recalentar la economía con una espiral precios-salarios; a un aumento de los despidos porque se derogue la reforma laboral; a una falta de consumo y ahorro por merma de la renta disponible derivado de la subida de precios y del aumento de impuestos; a un decaimiento de la economía por no hacer las reformas que hay que hacer y por aplicar una política económica equivocada.

No hay nada peor que generar falsas expectativas, que es lo que ha hecho el Gobierno, tratando de mantener la estimación del crecimiento del PIB como un suflé, de manera que es al Ejecutivo al que hay que pedir responsabilidades por su imprudencia y por su empeño en mostrar unos datos como válidos en unos momentos en los que ya tenía que conocer que no se sostenían, que ponen en peligro la recuperación económica y que, dada la composición del Ejecutivo, hacen dudar de si va a cumplir sus compromisos firmados con Bruselas, entre ellos, la reforma del sistema de pensiones, hecho que deja en el aire que España pueda recibir, finalmente, todos los fondos, al estar condicionados a dichas reformas. España necesita previsiones certeras, no levantar falsas expectativas y reformas profundas. En definitiva, necesita otra política económica.

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