El centroderecha español es gilipollas

PP
Fachada de la sede nacional del PP.

La Real Academia define el “masoquismo” como “una perversión sexual de quien goza con verse humillado o maltratado por otra persona”. La institución que dirige Darío Villanueva recoge otra acepción clónica: “Complacencia de sentirse humillado o maltratado”. Pues eso, que me da igual que me da lo mismo. Eso sí, la gran casa de la lengua española fundada por Felipe V no ofrece alternativa cuando de lo que se trata es de bautizar a quienes son hiperbólica o compulsivamente masoquistas. Allá va una idea: ¿por qué no denominamos “PP” a todo aquél que es masoquista al cubo o infinitamente masoquista, en fin, a todos aquéllos a los que les gusta más que a un tonto un lápiz que les den una, y otra, y otra vez?

Lo del partido de la calle Génova es para hacérselo mirar. Para mear y no echar gota. Claro que cuando tienes al 70% de los medios furibundamente en contra o mirando hacia otro lado con los desmanes y mangancias de la izquierda, lo normal es que te metan una ensalada de bofetadas todos los días. Con razón o sin ella. Con argumentos o porque sí. Les han dado tanto que les ha acabado gustando. Ciertamente habría que dirigirse al Vaticano y plantearle al Papa Francisco y a la Congregación para la Causa de los Santos la posibilidad de catalogar como milagro los 8 millones de votos obtenidos por el PP en 2016. Lo normal viendo las teles, escuchando las radios y leyendo la mayor parte de los periódicos es que no tuvieran un solo escaño. La opinión publicada sobre el PP se resume en cinco palabras: “Ladrones, mentirosos, criminales, fascistas y franquistas”. Vamos, como para salir corriendo.

Tan en contra estoy del control y el manejo de los medios desde el poder político como de que la opinión publicada no refleje porcentualmente a la opinión pública. O, al menos, se aproxime. Si resulta que en las últimas generales de junio de 2016 hubo más votos al centrorecha que a la izquierda, ¿cómo diantres se entiende que siete de cada 10 medios odien al PP, transijan con el PSOE y amen sin fin a un partido de extrema izquierda comunista financiado por dos de las peores tiranías del planeta? Los de Rajoy deberían haberse preocupado un poquito más de abonar el terreno para que haya más TV, radios y periódicos próximos a los postulados liberales que, por cierto, han construido las mejores y más justas sociedades del mundo. Pero no, pasan de ello y sistemáticamente duermen con el enemigo y, a ser posible, se prostituyen ante él.

El caso Cifuentes es tan inmejorable como terrible paradigma de cuanto digo. Tan cierto es que para la presidenta de la Comunidad fue peor el remedio que la enfermedad como que Cifuentes hay en la clase política española para dar y tomar. Ergo, si la presidenta de la Comunidad de Madrid debe tomar las de Villadiego, que no digo que no, el mismo camino al averno político habrán de tomar decenas de hombres y mujeres públicos.

Íñigo Errejón se largó a uno de sus paraísos preferidos, la Bolivia del semidictador Evo, en plena crisis por el máster o no máster de la baranda popular. Lo normal es que el verborreico, ágil y simpático podemita hubiera aprovechado la coyuntura para ir despejando a machetazos su camino a la Puerta del Sol. Que la Presidencia de Madrid no se conquista en dos tardes, que diría el gran Jordi Sevilla. El desgalichado bolivariano prefirió quedarse en el altiplano mascando coca que permanecer en Madrid criticando a Cristina Cifuentes. Normal: conviene no olvidar que él percibía 1.600 euros públicos al mes en la Universidad de Málaga por no trabajar. Ni estaba ni se le esperaba salvo para hacer tra-ca-trá con el dinero de todos. Los funcionarios malacitanos fueron taxativos: “Sólo lo veíamos por la tele en las tertulias”.

Quien sí ha dado lecciones de ética a Cifuentes es el sin vergüenza fiscal de Juan Carlos Monedero. Él, que trincó 425.000 euros de las dictaduras bolivarianas por unos informes más falsos que el máster de Cifuentes. Vamos, que fueron 100 folios pero en blanco. La cosa no terminó ahí porque se olvidó de declarar esos ingresos, tal vez porque Hacienda somos todos menos él. El caso es que la Agencia Tributaria le dispensó trato VIP. Si a usted o a mí, querido OKamigo, nos pillan en un renuncio así no nos invitan a regularizar, nos abren inspección y que sea lo que Dios o más bien el diablo quiera. A Monedero, no, a Monedero le invitaron a pasar por caja eludiendo así el más que seguro delito fiscal que había cometido. Por si fuera poco, la Universidad Complutense le sancionó seis meses sin empleo ni sueldo por falta muy grave al haber compatibilizado la docencia con el trinque. Lo que se dice una joyita.

Pues bien, Monedero, al que el apellido le viene al pelo, se ha pasado estas tres semanas de caso Cifuentes poniendo a parir a la presidenta en particular y al PP en general. Eso sí, nadie menos un menda, le ha afeado la conducta recordándole que él es un jeta de tomo y lomo. Tres cuartos de lo mismo ha ocurrido con Espiblack, el ciudadano que compró una VPO, una vivienda que permite a las personas sin recursos acceder al mercado inmobiliario, para pegar un pelotazo robando el acceso a un hogar digno a una familia pobre. Por no hablar de la epidemia de falsarios que ha brotado como setas en los últimos días. Para variar, fue OKDIARIO quien levantó la veda descubriendo que José Manuel Franco Pardo (número 1 del PSOE madrileño) falsificó su currículum oficial en la Asamblea de Madrid inventándose una licenciatura en Matemáticas. Franco Pardo (como a Monedero, Dios los cría y les pone esos apellidos) se quitó el muerto de encima, pese a reconocer la patraña, asegurando que la culpa fue de los funcionarios de la Cámara regional. Lo que toda la vida de Dios se ha llamado un desahogado.

Pinocho Franco, aún secretario general del PSOE madrileño, tuvo la osadía de ser quien personalmente presentara la moción de censura contra Cifuentes. Tres cuartos de lo mismo ha ocurrido con Toni Cantó, al que se le calentó la boca en twitter desde el 21 de marzo, cuando saltó a la luz el Mástergate, y que ha enmudecido tras conocerse que se arrogó la condición de “pedagogo” cuando estaba en UPyD. Una trola como otra cualquiera. Como, por ejemplo, la de su compi Miguel Gutiérrez, gerifalte de Ciudadanos que se jactaba de ser doctor ingeniero, es decir, ingeniero superior cuando no pasaba de ser perito. Por no hablar del secretario de Organización de Podemos Galicia que se presentaba por tierra, mar y aire como ingeniero naval, una de las carreras más difíciles que existen. No quiero pensar si en lugar de dedicarse a la política, le hubiera dado por construir petroleros o cruceros. El destino quiso que no pasase de ser un mero embustero.

No aguanto el doble rasero, me pone enfermo. ¿Han escuchado una sola tertulia en la que se haya pedido la dimisión de Franco, la de Errejón, que Espinar se vaya por donde ha venido, que Cantó pida perdón, que Gutiérrez entregue su acta de diputado o que Monedero deje de darnos la barrila en la tele con sus monsergas baratas? El objetivo de la oposición en bloque es asaltar por las buenas o por las malas el hasta ahora omnímodo Fort Apache en que se ha convertido Madrid para el PP. Saben, porque son malos pero no demasiado tontos, que para conquistar La Moncloa hay que haber ganado previamente Madrid (salvo acontecimientos imprevisibles como el 11-M). Por eso van a muerte contra Cifuentes y contra el hombre que, salvo sorpresa, pondrá la cara en los carteles del PP al Ayuntamiento de Madrid. Lo de Pablo Casado ni lo comento porque es tal y tan burda mendacidad que tampoco es cuestión de darle tres cuartos al pregonero.

Cifuentes debe dimitir. Sí. Hasta ahí de acuerdo. Pero a la vez, nunca antes, que Errejón, Espiblack, Franco, Cantó y Gutiérrez. Y media hora más tarde de que lo haga el caradura de Echenique, que tenía sin Seguridad Social y pagaba en billetes de 500 a su asistente, y Pablemos, el papá del bebé y de la bebá que lleva en su tripa Irene Montero. No es lo más ejemplar del mundo que le haya financiado una dictadura como la venezolana, que asesina a sus ciudadanos en las calles, o la iraní, que trata a las mujeres peor que a los animales y cuelga a los gays. Más que nada, porque si queremos adecentar la vida pública conviene no dejar hecha una guarrada la mitad del tablero. O todos dimiten, o la ética va al río. Y, entre tanto, no estaría de más que el PP se ponga las pilas, deje de poner la otra mejilla y acabe con la doctrina del terrible doble rasero. Más que nada, porque es el camino más corto al pensamiento único y al totalitarismo.

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