El problema de las pensiones, para dummies

El problema de las pensiones, para dummies

Os voy a contar una historia terrorífica ocurrida en una tribu amazónica extinguida. Cuando los arqueólogos descubrieron aquel poblado deshabitado no fueron capaces de imaginar qué había ocurrido con una población tan desarrollada tecnológica y socialmente, los Bienestarakis se llamaban, ahora veréis por qué. Un gran túmulo funerario anexo al poblado les hizo pensar que alguna debacle había acabado con ellos súbitamente, pero los detalles no se conocieron hasta que en un arroyo cercano apareció, desnutrido, uno de los pocos superviviente de la tribu, que les contó este terrible relato. Los Bienestarakis eran una pequeña tribu pacífica de pescadores, cazadores y recolectores, aunque también tenían pequeñas plantaciones. Los ancianos se dedicaban a cuidar de los niños, mientras los adultos se encargaban de la caza y la recolección. En su época más esplendorosa llegaron a ser más de 360 personas y vivían felices junto al río Podemitacliché.

Pero un día empezaron a dejar de tener hijos, unos porque preferían vagar libremente por la selva sin obligaciones, y otros porque elegían no tener que compartir con sus crías la comida que conseguían. Y poco a poco el poblado fue envejeciendo. Al chamán de la tribu, un sabio que había dedicado su vida a estudiar la naturaleza, le llamaban Neoliberalhuac, que era una especie de insulto en lengua indígena. Nadie lo quería porque llevaba años advirtiendo de que si no procreaban más iban a tener problemas, el muy agorero. Pero el jefe de la tribu, Socialistanchingao, convencía a todos para que no le hicieran caso, diciéndoles que si seguían dándole a él un diezmo de todos los alimentos, él se ocuparía del cuidado de los mayores.

Conforme pasaron los años cada vez había más ancianos y pronto el diezmo tuvo que doblarse, y enseguida hubo que volverlo a duplicar para alimentar a tanto abuelo. Así, a los más jóvenes cada vez les quedaban menos comida para criar a sus hijos y prácticamente dejaron de tenerlos. La debacle se precipitó cuando Socialistanchingao obligó a todos los adultos a entregarle la mitad de los alimentos que conseguían, para poder cuidar a los que ya no eran capaces de sobrevivir por sí mismos. Entonces los más fuertes y sanos, temiendo por la vida de sus crías, abandonaron el poblado marchándose a una tribu alejada conocida como los Ahorradorakis, donde no había jefe que les arrebatara el fruto de su trabajo y las familias cuidaban cada una de los suyos. No queráis que os cuente como fueron los últimos años, os lo podéis imaginar. Sólo os digo que los arqueólogos desmienten que el canibalismo hubiera sido allí practicado con anterioridad. Jefes como Socialistanchingao hay en todas las tribus, pero cuando los chamanes demuestran su error, como hizo Neoliberalhuac, las tribus que sobreviven los echan a las pirañas.

La pirámide poblacional es la que es. Cada vez seremos menos los que pagaremos impuestos y más los que vivirán de lo que coticemos. Os pueden contar todas las películas que quieran, pero las cuentas están claras. El sistema de pensiones sólo se puede sostener subiendo muchísimo los impuestos o reduciendo drásticamente el resto de gastos y hay que ser muy ingenuo para creer que nuestros políticos van a deshacer el sistema autonómico y el gasto faraónico del que depende su poder. Sólo hay tres formas de superar la que se avecina: implantar sin dilación medidas que consigan incrementar nuestra tasa de natalidad de forma inmediata; quitarnos cada uno la mitad del pan que nos llevamos hoy a la boca para poder comer mañana; o marcharnos a otra tribu. Lo siento, el resto son milongas amazónicas.

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