Ciudadanos se extinguirá sin ambición

Ciudadanos se extinguirá sin ambición

La RAE describe al histrión como un actor. Un acróbata burlón que, disfrazado, divertía al público en la comedia o en la tragedia antigua. El personaje que desde hace siete meses prestidigita desde el PSOE y Ciudadanos en cada paso para no caer de la delgada cuerda que transita. Mucho más concursantes de Gran Hermano que políticos con autoritas sobre el atril de las comparecencias. Con el guión de sus ejecutivas y comités federales en la mano hablan de España y de sus problemas. Cuando bajan de él se encierran en los despachos sin eco de sus cúpulas, bien para diseñar el mejor modo de sobrevivir a su incapacidad para tomar decisiones o bien para medir el riesgo de su desprestigio tras la toma de las mismas.

Entretanto, España se sienta entre el público aburrido de ese teatro. Rivera ha pasado de embelesarnos con aquella ambición seductora suarista que mudaría la transgresión reformista a Moncloa a un actor secundario vacilante. A apaciguarnos con el conformismo que nos arranca la frase más pronunciada de estos días por la ciudadanía: “Por algo se empieza”. El premio de consolación tras su reunión con Rajoy celebrada el pasado martes es la abstención renunciando a cualquier participación en el futuro Gobierno con los conservadores. ¿Significa entonces que el virtuosismo del reformismo ha renunciado al pacto nacional por la educación, a instaurar el contrato único, a recuperar casi 3000 millones de la amnistía fiscal, a suprimir las diputaciones y cambiar la ley electoral?

La renuncia de Rivera a formar parte del Gobierno es una renuncia explícita a hacer valer su propia razón de ser. La realidad es que si su centro político renuncia a invadir la cúpula de mando y ministerios, sólo le queda firmar su propio epitafio. Rivera lo confirmó el miércoles como un envoltorio del descrédito político. Un abalorio bisoño y tímido que ya únicamente habla de convertirse en una oposición responsable, cuando lo cierto es que, antes de formar parte de un Gobierno con el Partido Popular y evitar el desgaste de las medidas marcadas por Bruselas que vienen, elige otro peligro. Una obviedad mucho más grande: que a Ciudadanos le queda el tiempo que el PSOE tarde en encontrar un liderazgo y recuperarse. A pesar de Sánchez y su populismo zapaterista rampante.

Ciudadanos se pone de perfil ante una España que con 137 escaños de oxígeno caminará renqueante. Las segundas oportunidades llegan muy pocas veces y esta era casi la tercera para que Albert se desligara de la figura de Pedro Sánchez y apagara el fuego prendido en el seno de su partido. Por ejemplo, librando a las familias y a las empresas del comunismo de Montoro aprovechando la defunción crediticia que Bruselas acaba de extenderle. Rivera ha renunciado de forma inexplicable a imponer las reformas ambiciosas que necesita España y de paso convertir a su propio partido en una auténtica tenaza reformista. Para Rivera “imposible es sólo una opinión”. Desde mi punto de vista, lo imposible no se logra sin ambición.

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