Sánchez y el PSOE

Sánchez y el PSOE

Desde que Pedro Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE muchas cosas han cambiado en el seno del partido. Si hay un rasgo que ha definido estos 20 meses ha sido la mentira como herramienta habitual en el discurso de la dirección socialista. Ya desde el propio Congreso Extraordinario, se alardeaba de ser el único partido que hacía primarias, cosa rotundamente falsa. En alguna ocasión también se ha llegado a oír que se elegía a nuestro candidato a la presidencia de Gobierno por primera vez en la historia a través de primarias. Falso también. El PSOE se desangra y lejos de cortar la hemorragia parece que a «alguien» le interesa que siga perdiendo militantes —hoy ser socialista implica precisamente no militar en esta formación—. Los giros de timón, los pactos con la derecha -después de insultarla de manera nada sutil en campaña-, las imposiciones vergonzantes de personas en listas electorales, la falta de argumentos solventes para plantarle cara a una pseudoizquierda oportunista que está engordando a costa de la nefasta gestión socialista, todo ello está sirviendo para terminar con un partido que recientemente cumplía 137 años de historia. 

Es evidente que alguien tenía especial interés en que el Partido Socialista llegase a este punto. Alguien necesitaba tener al frente del partido a una persona sin empaque político, sin recorrido, sin fuste. Siendo objetiva y justa, me cuesta creer que alguien con el perfil político, con la solvencia demostrada en el partido durante años, conocido y reconocido por la sociedad española, como Eduardo Madina fuese el segundo frente a Sánchez. Igualmente, alguien como Tapias, habiendo tenido una larga trayectoria política, una coherencia de discurso y, sin duda, unas dotes dialécticas incomparables, quedaba relegado a un tercer puesto muy contrario a su perfil y a la idoneidad del mismo para el partido. Quiero decir con esto que algo raro pasaba cuando un desconocido aparecía de la noche a la mañana, sin más historial que su imagen, su arrojo para salir en la televisión, y vacío de todo contenido. Ya se decía en aquél momento que todo estaba organizado para dejar el terreno preparado a quien vendría después, tras la derrota inevitable frente al PP.

Se anunciaba que ella vendría del sur, paso a paso y poco a poco. Pero que como no le gusta medirse con nadie, prefiere ir planteando el terreno con cautela, que los hechos se vayan precipitando y aparecer como si no quedase más remedio. Alguien como Madina o como Tapias habría reforzado el PSOE en este tiempo, habrían puesto al partido en la izquierda sensata, de donde hace tiempo que salió; habrían tenido un discurso coherente, valiente y fresco que muy posiblemente hubiese desmontado algunos argumentos vacíos y torticeros de los contrincantes. Sin duda, los hubiese consolidado -a cualquiera de los dos- como perfiles francamente potentes para plantarle cara a la derecha. Todo lo contrario que Sánchez, que por mucho que alardee de tener ahora más avales que antes, conociendo sus malabares con la verdad, resulta ya poco -o nada- creíble. Tiene las horas contadas.

Está avisado: si no gana las próximas elecciones, el congreso inminente del partido será su fin. Y todo apunta a que no tiene escapatoria. Haga lo que haga las huestes del sur ya están ensillando los caballos, preparando los campamentos y a punto de partir hacia Madrid. Suenan las cornetas que indican a la derecha que puede estar tranquila, que ya no habrá más contratiempos. Sánchez ha cumplido con su cometido: entretener y hacer tiempo mientras los que realmente mandan en el PSOE se organizaban y tejían las redes necesarias. Desgraciadamente para él y quienes de su ignorancia se han aprovechado, la carroza pasará a convertirse en calabaza en tres meses y será entonces cuando, quién sabe, los socialistas —y la sociedad española— le pasen factura por todo el destrozo permitido y ocasionado en este tiempo. 

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