TRIBUNA OKGREEN

Un caimán en Albacete

“Se desconoce el número de reptiles abandonados en el campo por sus dueños ante la entrada en vigor de la ley prohibicionista”

Entre el ruido de sables migratorios en Torre Pacheco (Murcia), en La Isleta (Canarias) y otros escogidos puntos de España (si lo del abuelo apaleado ya daba asco, qué decir de la niña de 17 años quemada viva), y el próximo informe de la UCO que amenaza con dar la puntilla a los pilares del agónico Gobierno de Sánchez -pese a ese flotador provisional llamado Montoro-, un par o tres de humildes noticias verdes se han hecho hueco también a codazos en periódicos y telediarios.

Noticias que han puesto de nuevo en la primera plana de todos los medios la siempre polémica y ya en vigor desde septiembre pasado, Ley de Protección de los Derechos de los Animales -mal llamada popularmente como la de bienestar-.

La más reciente, y abriendo informativos, la noticia del caimán avistado y capturado en el pantano de Almansa, en Albacete, por un grupo de pescadores, seguida por la no menos cacareada puesta en marcha del reglamento de la ley y su curso de pasea-perros, y rematando hace escasas horas con la inscripción en el registro por parte de los veggie animalistas de una vaca lechera como animal de compañía. Toda una pica en Flandes la que acaban de plantar los fanáticos.

Se va el caimán

Nadaba tranquilamente el saurio por las mansas aguas del pantano albaceteño cuando fue avistado por los pescadores, que tuvieron que ingeniárselas con cebos de diferentes tipos hasta que lograron atraparlo en una red.

Un yacaré de un metro decía la prensa que era, aunque los especialistas del Safari Madrid, a donde finalmente fue a dar con sus huesos el reptil vía Seprona, dictaminaron que era un caimán de anteojos y no un yacaré.

Como todos los caimanes, obvio, de origen americano. Y claro, la pregunta es obligada: ¿Cómo demonios llegó el saurio hasta las castellanas aguas de Albacete? Nadando a través del Atlántico suponemos que no, proeza ésta sólo reservada al dinosaurio vivo más grande de la Tierra, el cocodrilo marino australiano.

Álex Lachhein con el caimán encontrado en Almansa

Así pues alguien de aquí tuvo que abandonarlo en el pantano de Almansa. Alguien con un buen motivo para hacerlo. Alguien que tuviera al reptil en casa y, por algún motivo, decidiera soltarlo en aguas próximas.

La Guardia Civil ya investiga quién pudo ser, pero, yo, aquí, aventuro sin pruebas, pero tampoco dudas, cuál fue el motivo para tan descabellada acción: la disposición transitoria segunda de la ley animalista, que dictamina que quedan prohibidos todos los reptiles de un peso de más de dos kilos excepto tortugas.

Disposición que obliga además a los dueños de esos animales, a auto-denunciarse por su posesión, y entregarlos a las autoridades bajo amenaza de elevadísima multa.

Unos animales adquiridos casi siempre en tienda de forma legítima, con todas sus bendiciones legales, y que de la noche a la mañana quedaron prohibidos a mayor gloria del fanatismo estalinista que parece campar a sus anchas por nuestro país.

Propietarios sin salida

Y no será porque no se advirtió a los perro-flautas responsables de la ley animalista que esto pasaría: que algunas personas, ante el miedo a multas y denuncias, se iban a deshacer de sus mascotas por la puerta de atrás, abandonándolas en el campo.

Que es algo censurable y denunciable, claro que sí. Delito de abandono y maltrato, amén de atentado medioambiental. Pero que si hay gente (una minoría a Dios gracias) que abandona gatos y perros, cómo no van a abandonar también tortugas, lagartos o culebras (incluso peces), ante el miedo a la multa o denuncia penal por la imposición de una ley que nunca jamás tuvo que ser redactada ni mucho menos publicada en el BOE.

Pues hay gente para todo, incluidas personas que se han visto sin salida. Y no son pocas. Hace dos meses ya tuvieron los técnicos del Safari Madrid que ir a capturar otro caimán en Méntrida (Toledo) y también una tortuga mordedora americana.

Caimán de Ménttrida rescatado por Safari Madrid. (Foto: Álex Lacchein).

Se desconoce el número de reptiles abandonados en el campo por sus dueños ante la entrada en vigor de la ley prohibicionista, pero seguramente sean bastantes más que los que saltan a las portadas de prensa. Incluidos, reptiles venenosos.

El defenestrado Sergio García 86.000 a dedo Torres, ex-director general de derechos animales dependiente entonces del ministerio de Belarra y muñidor de la ley, reconoció públicamente y por escrito a preguntas de los sectores afectados que, sin informe alguno en qué apoyarse, lo de prohibir los reptiles mayores de dos kilos fue una medida arbitraria. Que el listón fue de dos kilos como podía haber sido de cinco, de diez o de cincuenta. Porque le pareció bien a él, y punto.

Una ley estalinista

La llamada Ley de Protección de los Derechos de los Animales, fue la norma más cuestionada en su momento, pero de la que menos hablaron los medios, apenas centrándose los periodistas en idioteces como el polémico curso para pasea-perros y poco más. Que si sólo por eso hubiera sido, todos habríamos aplaudido la ley y sanseacabó.

Pero no. El texto no bebía de la ciencia sino de unas fuentes extremistas que largamente buscaban censura social y prohibicionismo legal, y que encontraron casi caído del cielo un sillón ministerial como socios del primer Gobierno de Sánchez Castejón. Iglesias, Belarra, Montero, Díaz, Garzón y Castells fueron investidos ministros; algo que jamás hubiera tenido que ser, pero que fue. Y de aquellos barros de debilidad de Sánchez -que juró que con ellos ni a la vuelta de la esquina- pues estos lodos.

Porque la ley animalista, la llevaban los morados en su programa electoral, pero al tratarse de un asunto de animalitos y no de alta política, pues nadie le dio entonces mayor importancia. Era algo minoritario, sin alcurnia suficiente como para abrir telediarios. Como dije antes, en efecto, los zurdos, habían clavado por fin su anhelada pica en Flandes.

La mal llamada por los periodistas ley de bienestar animal -en un esfuerzo por blanquear su esencia prohibicionista- se convirtió en la ley más contestada de la democracia: más de dos mil alegaciones -sin respuesta- en su periodo de exposjción pública, y con el informe en contra tanto del CGPJ como de la CNMC.

Tortuga  mordedora rescatada por Safari Madrid (Foto: Álex Lachhein).

Se presentó el primer borrador a puerta cerrada (sólo se invitó a las protectoras de perros, únicas beneficiarias de la ley), y con unos objetivos ideológicos muy claros: prohibir cualquier relación tradicional del ser humano con el resto de los animales, bien fuera ésta por tradición, consumo, ocio, cultura o negocio (dianas largamente ansiadas por los veggie animalistas).

El objetivo ideológico final, claro, dotar a los animales de derechos jurídicos al nivel de los humanos -o incluso por encima- para acabar con lo que ellos denominan especismo (estatus de superioridad del humano sobre el resto de especies), y prohibición de consumo de cualquier producto de origen animal.

Esto es, imposición del veganismo por ley. No se plasmó así literal, negro sobre blanco, claro está, pero ese era el final e inconfesable deseo.

Toros, fuera

Obviamente todo eso no lo podían conseguir de un plumazo, por lo que pacientemente fueron trabajando en su línea habitual, paso a paso como hormiguitas por la puerta de atrás y sin que se notara demasiado, para ir avanzando sigilosamente en objetivos.

Lo primero, fue que el Senado -bajo la excusa de quién se quedaría el perro en los casos de divorcio-, aprobara con nocturnidad veraniega y alevosía una modificación del Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil por la que los animales pasaban de ser bienes inmuebles (cosas) a ser seres sintientes.

Era el primer paso al reconocimiento de los supuestos derechos de los animales y su protección jurídica. Nos la clavaron doblada en plenas vacaciones, y nosotros, tan panchos.

Tras lo de los seres sintientes, vino entonces la ley animalista. Originalmente en espíritu, anti-caza y anti-taurina. Pero como ambas actividades eran legales, legítimas y socialmente aceptadas -amén de estar blindada la tauromaquia por una ley nacional que cataloga la fiesta brava como patrimonio cultural protegido-, pues tuvieron que envainársela y excluir los toros del ámbito de aplicación de la ley.

Lo contrario, derogar la norma de protección taurina hubiera sobrepasado los tiempos de la legislatura, y así lo declaró el señor García Torres en su petit comité de presentación a puerta cerrada.

La caza, el enemigo a batir

Pero al descafeinar la ley sacando a los toros, tenían que buscar otro enemigo ideológico contra el que lanzar a las huestes de la izquierda a las calles. Y lo encontraron en los pobres cazadores sociales -la mayoría votantes de izquierdas-, a los que quisieron prohibir el tener a sus perros como siempre los habían tenido.

De esta manera, una norma que se había vendido a la ciudadanía como para mascotas, quiso aplicarse por la puerta de atrás no sólo a los animales domésticos de compañía sino también a los de trabajo e incluso a los de abasto.

Se estigmatizó a todos los cazadores y pescadores deportivos de este país, acusándolos del delito de maltrato animal, y se incluyó a los perros de caza en el ámbito de aplicación de la ley. Y todo esto, pasó por un Consejo de Ministros de 6 de octubre del 2021, en el que se aprobó el periodo de exposición pública del Anteproyecto de Ley, y en el que nadie del PSOE se leyó el borrador de la norma.

A partir de este momento, tanto el mundo rural al completo como todo el sector mascotas de este país se levantó en armas -metafóricamente hablando- y las calles empezaron a arder.

Y más sectores. No sólo el agropecuario, sino también el del ocio, la cultura o la ciencia, dado que el anteproyecto ilegalizaba zoos y acuarios (obligándolos a transformarse en centros de rescate), prohibía el uso de animales en el cine documental, clausuraba circos tradicionales, pasacalles, romerías y cabalgatas de reyes, prohibía la cría de mascotas obligando a esterilizarlas (exóticas incluidas) y hasta blindaba a las destructivas colonias de gatos callejeros o asilvestrados de toda España.

Una norma inútil e innecesaria

Lo más gracioso del caso es que la Ley de Derechos Animales, en una jugada sibilina de los veggie animalistas morados, llevaba aparejada una modificación automática del delito de maltrato del Código Penal.

Una modificación innecesaria porque, si algo caracterizaba a España hasta ese momento, era el ser uno de los países con penas más duras de toda Europa en lo que a maltrato animal se refiere. Sin embargo, ellos buscaban retorcer el Código Penal para intentar meter con calzador a los animales silvestres cinegéticos.

Es decir, jabalíes, conejos o perdices entre otros muchos y así, procurar prohibir la caza deportiva por la puerta de atrás ya que, hasta ese momento, se contemplaba el maltrato sólo y exclusivamente cuando afectaba a animales domésticos, nunca a silvestres. ¿Y qué mayor maltrato hay que la muerte? Pues dicho y hecho. Así, ellos cambiaron la referencia de «animal doméstico» del Código Penal, por la más amplia de animales vertebrados.

Con ello consiguieron que, por ejemplo, matar una rata o un ratón (ambos vertebrados) de un escobazo en casa, fuera un delito penal; y con agravantes según el número de escobazos. O en el caso de que el exterminio -escoba en mano- hubiera ocurrido en presencia de menores, pues más agravantes todavía. Tal cual.

Escobazos no, pero zoofilia sí

Fueron tan torpes e inútiles los prohibicionistas en la redacción de los cambios en el Código Penal, que el delito de abusar sexualmente de un animal, hasta entonces penado duramente, pasó a estar despenalizado. Como lo oye, mi paciente lector.

Porque queriendo rizar el rizo los veganos y animalistas en este asunto, dejaron redactado el artículo de tal forma que, quien abusara sexualmente de un animal, esto es, delito de zoofilia, sólo sería castigado si el animal en cuestión acababa tan mal como para tener que recibir asistencia veterinaria en una clínica.

Sin embargo, sí por contra no había desgarros aparentes ni ninguna otra lesión en el animal, el delincuente podría seguir dando rienda suelta a sus oscuros instintos y pasiones sin que nadie pudiera censurar sus actos.

Así está aprobada la modificación penal a día de hoy. Por cierto, nadie incluyó en el articulado de la norma el pedir el SÓLO SÍ ES SÍ de consentimiento al animal. En este caso, ni derechos ni gaitas; aquí te pillo, y aquí te mato.

Perros de caza, la falsa bandera

Pasado casi un año como Anteproyecto de Ley en exposición pública, el Consejo de Ministros aprobó nuevamente, en plenas vacaciones de verano y por el procedimiento de urgencia sin justificar, el trámite parlamentario de la norma animalista, ya como Proyecto de Ley.

De esta forma, al acortar plazos a la mitad, se evitaban el dictamen posiblemente negativo del Consejo de Estado y también la preparación meticulosa de enmiendas. ¿Y sabe qué mi querido lector? Pues que tampoco nadie del PSOE en ese momento, se leyó la ley.

Y aquí fue cuando se armó la marimorena porque, todos los sectores se unieron contra el Gobierno y su norma privativa de derechos y libertades. Y cuando digo todos, es todos, ya que, salvo las protectoras de perros y gatos, nadie estaba a favor del texto. Un texto que había sido escrito sin consultar a ninguno de los sectores afectados: ni al de los granjeros, agricultores o ganaderos, ni al de la caza y pesca, ni al de las mascotas, ni al sector de los zoos, museos, circos o acuarios, ni al sector de la cría de exóticos, ni tampoco al de la veterinaria o la conservación.

Tanto es así, que los colegios de biólogos y veterinarios batallaron duramente contra la ley: los primeros, porque se retiraba la autoridad de los facultativos para con sus pacientes, y, los segundos, porque se blindaba a una dañina especie exótico-invasora, el gato callejero o asilvestrado. Cientos de biólogos españoles y la Estación Biológica de Doñana al completo enviaron sendas cartas al Gobierno exigiendo la retirada del Proyecto de Ley.

Lo mismo hicieron los colegios veterinarios de todo el país. Fue inútil: la prensa subvencionada junto a todo su equipo de opinión sincronizada, nunca se hizo eco de ninguna de estos aspectos de la ley, llevando únicamente a sus portadas el que los perros de caza quedaban desamparados ante los malos malosos de los cazadores. Era el único mensaje que interesaba a los morados que se lanzara: los perros de caza y nada más.

¡A las barricadas!

Porque claro, tras aprobarse el trámite parlamentario PSOE y Unidas Podemos se enzarzaron públicamente en un espadachinaje cara a la galería a costa de los perros de caza.

¿Y por qué se preguntará Vd? Muy sencillo, porque los sectores se alzaron en armas -metafóricas-, y provistos de pancartas y lideradas por el mundo rural, tomaron las calles de todo el país en diversas ocasiones, haciendo finalmente temblar un 20 de marzo del 2022 los cimientos de la capital de España en lo que ya ha pasado a la historia como la Marea Naranja: más de medio millón de almas venidas de todos los rincones de la nación, manifestándose en el Paseo de la Castellana de Madrid.

Una macro manifestación tan faraónica, que el PSOE, atónito, no se explicaba cómo, el mundo rural español, su caladero tradicional de votos, se posicionaba en su contra. Y entonces fue cuando se leyeron la ley por primera vez. Y entonces se dieron cuenta los de La Rosa Nostra como los morados se la habían colado pero bien.

Manifestaciones de agricultores (Foto:EP).

Y entonces fue cuando, ante el miedo electoral, salieron Patxi López y María Jesús Montero diciendo aquello de que incluirían una enmienda para excluir a los animales de trabajo (perros de caza incluidos) del ámbito de aplicación de la ley.

Y entonces claro, fue cuando PSOE y Unidas Podemos, escenificaron su pelea de pacotilla en los medios, y también cuando el equipo de felación mediática sincronizada empezó a hablar de los pobrecitos perros de los cazadores en vez de informar de cosas tan sangrantes como por ejemplo, que la ley establecía en todos los municipios un sistema de Seguridad Social para animales.

Esto es, que hasta en pueblos pequeños y sin presupuesto, donde ni siquiera existía un médico para las personas, se iba a obligar a contratar un veterinario a tiempo completo y un sistema de ambulancias full time para la recogida de todo tipo de animales abandonados.

La traición va en los genes

Durante el trámite parlamentario ya como Proyecto de Ley, se formularon más de doscientas enmiendas parciales y tres a la totalidad: PP, PNV y VOX. Y otras tantas en el Senado.

Los morados de Podemos liderados por su director de derechos animales Sergio García Torres, llegaron a amenazar al PSOE con retirar la propuesta de ley si los perros de caza no eran incluidos en la norma como el resto de mascotas. Torres llegó a decir que dimitiría si los perros de los cazadores no entraban en la ley.

Hasta los verdes de EQUO con Juantxo López de Uralde al frente, amenazaron también con retirar sus apoyos por lo de los gatos callejeros. Puro humo, como siempre. El gen de la traición, lo llevan todos éstos en su ADN. Todos votaron a favor, y García Torres nunca dimitió.

Tortuga.

Pero lo que más llama la atención es que, la famosa disposición transitoria segunda, esa que prohíbe la tenencia de los reptiles de más de dos kilos de peso excepto tortugas, de los mamíferos de más de cinco, y de todos los animales venenosos, fue una enmienda del PSOE de última hora en el Senado, ya que no estaba en el redactado consensuado y final de la ley.

Lo mismo que los famosos listados positivos que anulan de facto el Convenio CITES en España, impuestos con calzador por el MITECO (esto es, por los socialistas) y bien aplaudidos desde el veggie animalismo morado.

Esta disposición transitoria segunda, responsable seguramente de la aparición del caimán de Albacete, del de Toledo y de tantos otros animales abandonados por ciudadanos sin salida, es la que obliga a auto-denunciarse a los dueños de mascotas hasta ese momento legales, para que fueran intervenidas y puestas a disposición de centros de protección animal.

Nadie lo ha hecho hasta ahora, en lo que pueda ser, seguramente, uno de los mayores actos de desobediencia civil de la historia de España. Pero me temo que si nadie lo remedia y no se deroga la ley cuanto antes, seguirán apareciendo animales abandonados aquí y allá, por culpa de una norma impulsada por los morados de Podemos, y avalada por los rojos del puño y la rosa.

España, tierra de chiringuitos

Y pierdan la esperanza todos aquellos que sueñan conque si gobierna el PP la ley será derogada, porque ya ha dicho Feijóo que él no está por la labor; todo lo más, cambiará un par de artículos y ya. Que tomen nota pues los votantes populares, porque de Popular tienen los de Génova 13, lo mismo que de Obrero los de Ferraz 70.

De momento, y como decía más arriba, esta ley -que en vez de bienestar deberían de llamar de maltrato animal-, ha conseguido no sólo que aparezcan reptiles foráneos en nuestros campos, sino también que los dueños de canes tengan que hacer un curso obligatorio de pasea-perros.

Sólo los nuevos dueños. Los antiguos, parece ser que no estarán obligados, creando así una discriminación social que supongo yo que tendría que ser llevada al Constitucional.

Pero claro, como allí manda Conde-Pumpido gracias al cambio de cromos del PP, pues es hasta posible que el curso discriminatorio sea avalado por el Tribunal. Cosas veredes amigo Sancho.

El curso de marras será gratuito para los propietarios según dicen, pero impartido por unos chiringuitos bien subvencionados de nueva creación, que seguirán llenando los bolsillos de los palmeros sincronizados.

Vacas en casa con collar y correa

El último logro de la Ley de Derechos Animales (y aquí habría que recordar que, ni los animales, tienen derechos, ni tampoco existe una Declaración Universal de los Derechos de los Animales firmada por la UNESCO), ha sido el reconocer a una vaca lechera de consumo como animal de compañía.

Loly se llama la cornúpeta en cuestión, y vive en un lugar de esos a los que ahora, incomprensiblemente se denomina «santuarios», pero que en vez de santos a los que guardar y venerar, pues hay animales la mayor parte de las veces, robados a sus legítimos dueños.

Resulta que la ley animalista de marras contempla que, si un animal de abasto pierde su condición productora y de consumo, puede inscribirse en el Registro de Animales de Compañía como mascota, quedando así bajo la normativa propia de los perros, gatos y demás. Esto han hecho las veggie animaleras del madrileño Santuario Vegan: registrar a Loly como mascota, en un intento de humanizar al animal y deshumanizar al humano.

A bombo y platillo, celebran los de ese lugar el cambio del crotal en la oreja por el microchip subcutáneo. La publicidad y el populismo es su mejor arma, y ellos lo saben. No les mueve el bienestar animal ni mucho menos, tan sólo la guerra ideológica.

Los animales no tienen derechos

En su preámbulo, la Ley 7/2023 de 28 de marzo de Protección de los Derechos de los Animales, publicada en el BOE núm. 75, de 29 de marzo del 2023, reza así:

«El principal objetivo de esta ley no es tanto el garantizar el bienestar de los animales evaluando las condiciones que se les ofrecen, sino el regular el reconocimiento y la protección de la dignidad de los animales por parte de la sociedad».

Este párrafo, es toda una declaración de intenciones. Tras su lectura, queda claro que aquí lo que menos importa es el bienestar de los animales; lo único importante del asunto es el relato ideológico y populista, basado, no en la ciencia, sino en postulados filosóficos y jurídicos emanados de ámbitos urbanitas.

Hay que humanizar al animal, y animalizar al ser humano, despojándolo de su Humanismo. Hay que degradar los derechos jurídicos del Hombre, y dárselos al animal. Hay que prohibir que el Homo sapiens se levante por encima del resto de especies y que las utilice en su provecho como parte de los recursos renovables del planeta.

En definitiva, hay que socavar los cimientos de nuestra civilización y de nuestra sociedad capitalista occidental, sustituyéndola por otra en la que la especie humana abrace el suicidio y la extinción a mayor gloria de la madre Gaia y resto de especies.

Es puro globalismo woke y agendista, sin antifaz y a cara descubierta. Y mientras alguien no ponga pie en pared y pare todo este desatino, se seguirán abandonando caimanes en nuestros pantanos, obligando a nuestras abuelas a realizar cursos absurdos para poder seguir teniendo al perrillo de toda la vida, y convirtiendo vacas en mascotas para de esta forma, convencer a la gente de que está mal comerse a un miembro de la familia.

Urge derogar la Ley de Derechos Animales, y sustituirla por otra más racional y consensuada por todas las partes y sectores afectados. Y mucho me temo, ni PSOE ni PP serán lo suficientemente responsables y valientes como para hacer algo así.

Por cierto, Loly, la vaca, ahora ya no podrá pastar libre en los campos como el resto de sus congéneres: tendrá que pasear atada y con bozal, como marca la ley. Que igual la vaca, era antes mucho más feliz libre y paseando sus carnes por los pastos y viviendo su vida de vaca, que ahora haciendo vida de perro y atada con una correa. Progreso lo llaman…