Naturaleza
Especie invasora

Parece una vulgar trucha, pero es una dañina especie invasora que está totalmente prohibida en España

  • Sofía Narváez
  • Periodista multimedia graduada en la Universidad Francisco de Vitoria, con un Máster en Multiplataforma por la Universidad Loyola. Editora en Lisa News con experiencia en CNN y ABC.

A simple vista no llama la atención. Tiene un cuerpo alargado, un color entre grisáceo y marrón apagado, y una apariencia que recuerda a cualquier pez olvidado en una charca. Incluso podría pasar por una trucha joven. Pero este animalito es todo menos inofensivo.

Se llama Misgurnus anguillicaudatus, aunque en muchos sitios se conoce como «dojo» o «misgurno». Es una de las casi 200 especies invasoras que ya están presentes en España. Desde que llegó, sólo ha traído complicaciones: para los ecosistemas, para los peces autóctonos y para quienes intentan frenar su expansión.

Este es el pez invasor que está colonizando los ríos españoles

El misgurno no es de aquí, sino que viene del este de Asia (China, Japón, Corea, el sur de Rusia) y lleva décadas moviéndose por el mundo. En España se detectó por primera vez en el Delta del Ebro en 2001, tras escaparse de una piscifactoría. Desde entonces, no ha dejado de avanzar, por lo que ya se puede ver en la cuenca del Ter, el Llobregat, la Albufera de Valencia… y otros puntos del este peninsular.

Este pez es experto en adaptarse. Tolera temperaturas extremas, aguanta con niveles bajos de oxígeno, se entierra en el barro húmedo durante semanas y hasta puede respirar aire.

Además, su apariencia no ayuda a detectarlo a tiempo. Es muy discreto de un color marrón o grisáceo, con manchas más oscuras en los costados y el vientre claro. Diez barbillones rodean su boca, como si fuera un gato de río.

En muchos casos entró como cebo vivo para pesca o incluso mezclado con otras especies en tiendas de acuario. Algunos lo usaban en recetas orientales, pero nadie controló bien cómo ni cuándo entró.

¿Cómo es la amenaza de este animal invasor?

El dojo altera el entorno, remueve los sedimentos mientras se alimenta, enturbia el agua, eleva los niveles de amonio y deja a otras especies sin espacio ni oxígeno.

Por otro lado, compite por la comida con peces autóctonos y se ha documentado su depredación sobre huevos y alevines. También sobre pequeños invertebrados, que son clave para mantener el equilibrio de los ecosistemas fluviales. En su estómago aparecen larvas, crustáceos, algas, restos vegetales… Come de todo, y muy rápido.

Además, este pez invasor se reproduce con una facilidad alarmante. En condiciones adecuadas, una sola hembra puede poner hasta 15.000 huevos en una freza. Las larvas nacen en apenas 24 horas y en pocos días ya están establecidas en el fondo. En cuestión de un año, están listas para empezar de nuevo el ciclo.

Hoy se encuentra en arrozales, embalses, acequias y canales. Lugares donde cuesta detectarlo y, sobre todo, erradicarlo. Y ahí está el verdadero reto: no hay una estrategia clara ni efectiva para eliminarlo una vez ha colonizado un tramo de río.

Desde 2013 figura en el Catálogo Nacional de Especies Exóticas Invasoras. Está prohibida su tenencia, transporte y comercialización.

Este es otro ejemplo de que, en el mundo animal, las apariencias engañan. Lo que parece un pez inofensivo, tranquilo, casi simpático, puede convertirse en una amenaza seria para los ecosistemas autóctonos. Y lo preocupante es que, de momento, no se ve un final cercano para esta invasión.