Salimos del centro: los restaurantes más top para disfrutar de la gastronomía de los pueblos de Madrid
Para conocer más a fondo la oferta gastronómica de la región madrileña nos vamos hasta los mejores restaurantes de Chinchón, San Lorenzo de El Escorial, Aranjuez o Patones.
La oferta gastronómica más allá del centro de Madrid existe y es astronómica, tanto en calidad como en cantidad. En la Comunidad de Madrid hay decenas de rincones donde productores, la mayor parte de ellos pequeños, tienen sus cuidadas bodegas donde se elaboran unos vinos buenísimos con D.O. Vinos de Madrid, aceites de oliva o mieles, quesos elaborados con leche de oveja recién ordeñada, etc.
Y es que en la Comunidad de Madrid hay materia prima de primer nivel y tan a menos de 100 kilómetros. Por tanto, la oferta gastronómica de la región merece que cojamos la mochila y nos vayamos a conocer todos los fines de semana los pueblos de Madrid que nos van a conquistar con sus recetas, su cocina, su buen hacer en los vinos y otros productos artesanales, su energía y buena atención y sus restaurantes con estrellas Michelin.
Los top de San Lorenzo de El Escorial
Nos vamos a 40 minutos en coche y llegamos a San Lorenzo de El Escorial, una localidad que es conocida, sobre todo, por el Real Monasterio erigido por el rey Felipe II. Se trata, sin duda, de uno de los monumentos más visitados de nuestro país y de la Comunidad de Madrid, junto con la Silla de Felipe II –a la que llegamos tras una pequeña ruta de senderismo–, el Jardín y la Huerta de los Frailes o la Casa del Príncipe, entre otras atracciones.
Pero la visita cultural la podemos completar con una parada gastronómica. Un clásico de San Lorenzo de El Escorial es, sin duda, el restaurante Charolés, fundado en 1977 por Manuel Míguez, y con una terraza que tiene vistas al Real Monasterio.
Este establecimiento es famoso por su cocido madrileño, pero tiene más platos de una apabullante calidad. Algunas de las especialidades del Charolés son el guiso de manitas de cerdo, los callos a la madrileña o los judiones de La Bañeza con almejas de Carril.
Podemos también abrir boca con unas piparras bien fritas que son un bocado sencillo y muy divertido, junto con las croquetas de cigalas o el paté de pato azulón.
Cocina Salvaje y pegada a la tierra
En San Lorenzo de El Escorial también tenemos la oferta gastronómica de Montia, un restaurante con una estrella Michelin regentado por el chef Dani Ochoa. La carta de este lugar está apegada a la tierra, se definen como agricultores y recolectores, por lo que, dicen, para cocinar necesitan unas botas de monte.
La materia prima procede de los agricultores y ganaderos de la zona de la Sierra de Guadarrama, por lo que siempre usan en sus platos ingredientes de temporada. Tiene dos menús degustación, uno L y otro XL, con varios platos que los comensales no conocen hasta que se sientan en la mesa, y maridaje con cerveza artesana y vinos poco convencionales, a través de vinos turbios y sin filtrar, muy acorde con su «cocina salvaje», como la define Dani Ochoa.
Ingredientes de la naturaleza
Otra opción es Vesta Taberna, un espacio donde poner en funcionamiento el paladar con toda la explosión de sabores que ofrece. La cocina la regenta Manuel Melcón, que ha trabajado en Noma, el prestigioso espacio gastro de Copenhague, o en La Verre Volé y L’Ami Jeann, ambos en París.
Tienen claro en Vestia Taberna que lo más importante para la elaboración de su carta es el producto con un toque de innovación. Respeta al máximo los tiempos de la naturaleza, por ello en sus platos hay muchos ingredientes salvajes, como los champiñones, con los que hacen una suave crema. Destacan, además, creaciones como el conejo con morcilla de vaca, ensalada de puerros asados con aguacates, los mejillones en escabeche casero con cecina de León o bizcocho de maíz con requesón de oveja de Chinchón.
Para terminar en San Lorenzo de El Escorial, hacemos una parada en el acogedor espacio de Luz de Lumbre, donde los pescados y la carne a la parrilla, como entrecot nacional de alta calidad o wagyu de Kagoshima, son una delicia. Destacan su pisto con hortalizas, acompañado con huevos de corral, la ensaladilla, lasaña de verduras con toque hindú (Tandoori Masala), los torreznos ibéricos o el steak tartar cortado a cuchillo.
Aranjuez, mucho más que su Palacio Real
Aranjuez es bellísimo, está cerca de Madrid y tiene una alta disponibilidad de trenes de Cercanías para poder llegar hasta allí cómodamente y regresar sin problemas.
Es un municipio, además, es un Real Sitio y Villa e invita a conocerlo a pie, haciendo rutas culturales por sus calles, visitando el Palacio Real y sus jardines, la Casa del Labrador, la plaza de San Antonio, donde está la capilla del mismo nombre, o el Museo de Falúas Reales, donde se pueden ver las embarcaciones de recreo que usaban los reyes cuando acudían allí en los meses de verano.
Pero también Aranjuez es conocido por tener una huerta muy rica, variada y de alta calidad. Los tomates, los espárragos blancos, el pimiento verde, fresones autóctonos, flores de calabacín o las alcachofas son un escándalo. De lo más clásico a lo más vanguardista, todos los comensales tienen mesa y mantel.
En la filosofía de Casa José está impresa la apuesta férrea por la sostenibilidad y el empleo local, por eso gran parte de sus ingredientes proceden de los productores de cercanía. Los fogones de Casa José son muy famosos por el uso de la huerta de Aranjuez, podemos probar boletus en salsa de vino rancio, pulpo al wok con apionabo y salicornea, tomate asado con sardina a la plancha y ali-oli en maché o berenjenas con mollejas de ternera, entre otros platos.
Platazos con ingredientes de la huerta autóctona
En Casa Pablo, un restaurante regentado por Sergio Guzmán ubicado en el centro abierto en los años 1941, se come sencillamente muy bien. Allí, además de disfrutar de sus platos, también se puede disfrutar de la historia, sobre todo de aquellas relacionadas con la tauromaquia.
Son celebrados los platos de callos y caracoles, de los ancestros de Casa Pablo, y su apuesta por los productos de la zona, como la alcachofa o los espárragos blancos, que son trabajos con cuidado y respeto.
Buena cocina de Km. 0
Otro imprescindible es la Casa Delapio, una cita con la buena cocina de kilómetro cero que revolucionó Aranjuez en 2003. La carta está llena a rebosar de verduras de la huerta autóctona y las mejores carnes procedentes de ganados alimentados al aire libre.
Destacan para compartir el paté de perdiz, la ensaladilla con tartar de atún rojo y huevo frito, los puerros confitados con salsa romescu y ajos negros o el tomate de Aranjuez relleno de setas. Como platos principales morimos con la perdiz en escabeche ligero, el bacalao con ali-oli y ajo negro o la carrillada ibérica un poco picante.
La bodega no le va a la zaga. En Casa Delapio tienen vinos procedentes de pequeñas parcelas, por lo que tienen muchas joyitas que poder probar y con las que maridar la comida.
Acompañamiento de Vinos de Madrid
Hablando de vinos, en Aranjuez tienen la bodega El Regajal, una estupenda bodega regentada por Daniel García-Pita con 14 hectáreas de las variedades Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot y Syrah.
Desde que nació se ha trabajado por conseguir siempre un «gran vino de Madrid», para ello han contado con el viticultor Jérôme Bougnaud y un cultivo biodinámico, que respeta los ciclos naturales de la tierra.
Los vinos de El Regajal contribuyen cosecha a cosecha a que los Vinos de Madrid sean cada día más aclamados por crítica y público, y que los caldos madrileños estén en las bodegas de gran parte de los restaurantes de Madrid. En la bodega se pueden hacer visitas y unas catas excepcionales y bien contadas, para poder conocer todo el proceso de la elaboración de sus vinos.
Cerramos Aranjuez con un clásico: el Corral de la Abuela, un restaurante familiar que está junto al espléndido Jardín del Príncipe, a orillas del río Tajo. Comeremos, en esta ocasión, la ensaladilla rusa –con receta secreta–, la ensalada de trigueros o el asadillo de pimientos con ventresca que podemos combinar con asados al horno o lubina hojaldrada.
Ir a Chinchón para comer de cine
Ir a Chinchón es no fallar, así de claro. Esta localidad de la Comunidad de Madrid tiene mucho encanto. Tienen una plaza muy singular donde se han rodado películas, como La vuelta al mundo en 80 días, y han toreado los mejores diestros durante décadas, tienen el coqueto Teatro Lope de Vega que enamora, donde comenzó Pepe Sacristán.
Pero, además, es que se come de cine. Sin duda, debemos sentarnos en el mantel del Mesón Cuevas de Vino, donde comer la mejor cocina tradicional a base de asados en horno de leña, migas o pimientos asados.
Esta edificación –de casi 300 años– está protegida por el Patrimonio Histórico Artístico de la Comunidad de Madrid. Aquí han acudido a tomar sus platos nombres tan conocidos como Rafael Alberti, Orson Welles, Adrien Brody o Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé, entre otros.
En la misma plaza está La Casa del Pregonero, con Miriam Hernández a los fogones, donde tienen una carta con platos tradicionales reinterpretados. Tienen varios menús, uno de ellos lleva el nombre del actor Pepe Sacristán, y el otro con maridaje, recomendado por la chef.
Se puede, por supuesto, también comer de carta y destacan platos como la degustación de foie con trufa –una de las especialidades–, sopas de ajos fino de Chinchón con huevo, canelón de rabo de vaca vieja estofado, carpaccio de chicharrón casero, trufa, lima y pimienta, o puerros al esparto con miel de Chinchón y romero o coliflor asada al carbón y caviar.
La carta de vinos es amplia, destacan los vinos de Madrid. Blancos como el Azuda o Neri Blanco, o los tintos como, por ejemplo, Trapisonero, Manu –Vino de autor–, Fabio o Val Azul, entre otros.
Cocido con cangrejo
Podemos alojarnos también en el Parador de Chinchón y disfrutar de una comida agradable en el Restaurante El Bodegón donde, entre otros platos, ponen el cocido de Taba que lleva todo lo tradicional más cangrejo de río. Una delicia muy original en este bello convento agustino del S. XVII.
Lo ideal es reservar en uno de los espacios que están en la misma plaza, porque es muy agradable y porque estás en el centro de Chinchón. Allí, en los aledaños de la plaza, hay pequeños comercios donde poder comprar el anís conocido como Chinchón o ir al Convento de las Clarisas a hacernos con unos dulces elaborados por manos sacras.
Cerramos con el singular pueblo de Patones
Patones es un pueblo muy especial, está escondido en la montaña de la Sierra Norte de Madrid y destaca por su oferta gastro, a pesar de ser de pequeño tamaño. Tiene un paisaje creado por el agua, es una antigua ciudad romana donde abundaban las huertas regadas por aguas que pasaban por un canal, hoy centenario, y un ejemplo representativo de la arquitectura de pizarra negra.
En este pueblín, Bien de Interés Cultural en la Categoría de Conjunto Histórico desde 1999, hay posibilidad de comer en diferentes restaurantes, como el Rey de Patones, que abrió sus puertas en 1977. Allí podemos tomar migas del rey, sopa de cocido, torreznos, así como platos principales como churrasco, solomillo o paletilla de lechal.
Migas y patatas revolconas
Lleno de frescura y, además, muy mono, es el Lavadero de Patones donde podemos disfrutar de una comida excelente. Poseen recetas tradicionales como pisto con huevo, migas con huevo o patatas revolconas, así como pimientos rellenos de merluza y gambas como plato principal que siempre triunfan. Llama la atención la maravillosa terraza de la que disfrutar, siempre y cuando el frío lo permita.
Opción ideal también en Patones: Las Eras, un restaurante que es popular, sobre todo, por sus migas, aunque también se pueden probar platos como confit de pato, carpaccio de buey o medallón de solomillo con mousse de foie y puerro glaseado.
En Patones ofrecen rutas a través de la fotografía, rutas ornitológicas para conocer la fauna y flora de la zona, y hay también talleres cerámicos que se imparten en la Casa Rural Melones, una forma más de relajarse.
En la Comunidad de Madrid es posible, como veréis, encontrar opciones gastronómicas de todo tipo. Sólo se necesitan ganas, curiosidad y querer disfrutar de la energía de los habitantes de los pueblos de Madrid, cada día más innovadores en cuanto a gastronomía y atención.