Muere el Papa Francisco

Qué pasa ahora en el Vaticano tras la muerte del Papa: el protocolo para elegir a su sucesor

El camarlengo será el encargado de administrar los asuntos temporales de la Iglesia

Última hora en directo de la muerte del Papa Francisco a los 88 años

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María Ruiz
  • María Ruiz
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La silla de Pedro ha quedado vacía tras la muerte del Papa Francisco. El Vaticano ha entrado ya  en un estado de suspensión, un tiempo de espera hasta que un sucesor la ocupe: ese tiempo se conoce como sede vacante, del latín silla vacía. Este período que ahora se inicia con la muerte del Papa Francisco y terminará cuando haya un sucesor, está cargado de simbolismo y tradición en la Iglesia católica.

La sede vacante no es un evento usual. La muerte de un Pontífice era hasta hace muy poco la causa más común para su declaración, pero recientemente hemos visto una excepción notable: la renuncia del Papa Benedicto XVI, la primera en casi 600 años desde la de Gregorio XII en 1415. La decisión de Benedicto dejó al mundo católico en shock y al Vaticano en un interregno (espacio de tiempo en que un estado no tiene soberano). Pero fue muy breve: la maquinaria vaticana se acompasó sin problema.

La sede vacante y el sucesor del Papa

Durante la sede vacante, la solemnidad lo envuelve todo en el Vaticano hasta la elección del sucesor del Papa. Las campanas de San Pedro cesan su toque habitual, y las actividades públicas se reducen al mínimo. El anillo del Pescador y el sello papal que ha llevado Francisco durante su pontificado, que simbolizan su poder terrenal y espiritual, son guardados en una ceremonia privada dirigida por el cardenal camarlengo, el norteamericano Kevin Farrell, encargado de administrar los asuntos temporales de la Iglesia durante este período de sede vacante.

El Vaticano no se detiene por completo, pero se limita a lo esencial, hasta que el sucesor del Papa sea elegido. Los cardenales y obispos continúan sus funciones ordinarias, pero las decisiones importantes quedan en suspenso. Es un tiempo de reflexión, oración y, sobre todo, preparación para el cónclave, el evento que definirá el futuro de la institución.

El Cónclave

La elección del nuevo Papa tiene lugar en la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel, en un ritual que combina secretismo y tradición. Los cardenales electores, los 135 menores de 80 años, se reúnirán en aislamiento total. Las puertas se cierran cum clave (con llave) cuando el maestro de ceremonias papales anunciara la famosa frase latina: «Extra Omnes» («todos fuera») y el mundo se dispone a esperar la fumata blanca, la señal de que un nuevo pontífice ha sido elegido.

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Las puertas de las Capilla Sixtina se cierran para que comience el Cónclave que eligió al Papa Francisco.

Pero hasta entonces, la sede vacante, del Vaticano sin Papa hasta que hay sucesor, no es un lugar caótico. El camarlengo, junto con el Colegio Cardenalicio, asegura que la transición sea ordenada. Se preparan los apartamentos papales, se revisan los protocolos y se coordina la llegada de los cardenales de todos los rincones del planeta. Este interregno también es un momento de incertidumbre porque no cesan las especulaciones sobre quién será el próximo Papa. Entonces, dichas especulaciones y quinielas de papables llenan titulares, y las divisiones internas entre conservadores y progresistas, entre Occidente y el mundo global, se hacen más evidentes.

Iglesia y redes sociales

Para los católicos, la sede vacante es «un recordatorio de la fragilidad humana y la continuidad divina». La ausencia del Papa es una prueba de su resistencia a lo largo de los siglos, pero esta elección en concreto se va a vivir en una época febril, en un mundo hiperconectado en el que es de esperar que las redes sociales sometan al Vaticano a un escrutinio sin precedentes. Cada movimiento, cada gesto de los candidato, cada momento, será analizado pormenorizadamente, convirtiendo este proceso milenario en un evento casi mediático.

En el pasado, la sede vacante podía durar meses o incluso años, como ocurrió tras la muerte de Clemente IV en 1268, cuando el Cónclave se prolongó por casi tres años debido a disputas políticas. Hoy, gracias a reformas como las de Juan Pablo II en su constitución Universi Dominici Gregis, el proceso es más ágil, con un límite de tiempo claro para iniciar el cónclave: entre 15 y 20 días tras el inicio del interregno.

Fumata blanca

La sede vacante no es sólo un vacío administrativo; es también un reflejo de las creencias católicas, ya que los fieles creen que el Espíritu Santo guía la elección del sucesor de Pedro en la Capilla Sixtina. En el momento en que el Cónclave ya lo ha elegido, cuando el mundo, absolutamente tecnologizado, está pendiente de una pequeña chimenea de la que al fin el humo blanco asciende y el nuevo Papa pronuncia su primer Urbi et Orbi, (para la ciudad -de Roma- y para el mundo), el Vaticano despierta de su letargo. La sede vacante ha terminado.

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