Felipe de Edimburgo, ingresado por una infección, no asiste al discurso de la reina en el Parlamento

Felipe de Edimburgo
Felipe de Edimburgo, marido de la reina Isabel II.

En el día en que Isabel II debía leer su discurso de inauguración de legislatura, tras las elecciones del pasado 8 de junio, su esposo Felipe de Edimburgo, de 96 años, permanece ingresado en el hospital como «medida de precaución» para tratarle una infección, informó el miércoles el palacio de Buckingham.

La infección deriva de una «condición preexistente», ha comunicado la Casa Real, precisando que el ingreso tuvo lugar el martes por la noche.

Felipe de Edimburgo, que el 10 de junio cumplió 96 años, anunció en mayo que abandonaba los compromisos públicos, tras siete décadas de servicio a la Corona.

Pese a ello, este ex oficial de la Royal Navy asistió al desfile militar del sábado con ocasión del cumpleaños de la reina.

La noticia de su hospitalización se conoció minutos antes de que la reina pronuncie su tradicional discurso en el Parlamento, que en este caso inaugura la legislatura tras las elecciones del 8 de junio.

Normalmente, Felipe de Edimburgo se sienta junto a la reina durante la lectura de este discurso preparado por el gobierno, en el que esboza sus principales políticas para el curso. El heredero a la Corona, su hijo Carlos, acompañó a la monarca.

El duque de Edimburgo, que ostenta el récord de longevidad entre los príncipes consortes británicos, se casó con Isabel II el 20 de noviembre de 1947, cinco años antes del ascenso al trono de la reina.

En la actualidad sigue vinculado a 780 fundaciones como patrón, presidente o miembro.

Tataranieto de la reina Victoria como la propia Isabel, y de ascendencia alemana, el duque nació el 10 de junio de 1921 en la isla griega de Corfú, como príncipe de Grecia y de Dinamarca, quinto hijo y único varón de la princesa Alicia de Battenberg y del príncipe Andrés de Grecia.

Desde que su esposa accedió al trono en 1952, el duque de Edimburgo atendió más de 22.000 compromisos públicos y participó en 637 visitas al extranjero en solitario. La pareja tiene cuatro hijos -Carlos, Ana, Andrés y Eduardo-, ocho nietos y cinco bisnietos.

La roca de la reina

Conocido por una franqueza reñida con la corrección política, Felipe de Edimburgo ha sido el apoyo inquebrantable de la reina desde que se casaron. «Es mi roca. Ha sido mi fuerza y mi sostén», dijo en 2011 la reina, poco inclinada a las muestras de cariño en público.

Ese año, el duque de Edimburgo cumplió 90 años y soltó: «Es mejor desaparecer que alcanzar la fecha de caducidad».

El principal valor de este antiguo oficial de la Marina Real, destinado a una gran carrera militar hasta que su esposa ascendió al trono, es ser «el único hombre del mundo que trata a la reina como un ser humano, de igual a igual», afirmó una vez Lord Charteris, ex secretario privado de Su Majestad.

Alto, tieso y delgado, pocos han lucido los trajes de Savile Row con la misma elegancia. Alejado cuando lo exigía el protocolo, Felipe ha asumido con mejor o peor disposición su papel secundario en el reinado.

Según ha admitido, le hicieron falta años de tanteo y aprendizaje hasta encontrar su lugar en el corazón de los británicos, pero hoy disfruta de un índice de popularidad alto, como su esposa.

Una tribu de Vanuatu llegó a venerarlo como una divinidad relacionada con los espíritus del volcán Yasur.

Cuando tenía sólo 18 meses, fue evacuado, dentro de una caja de naranjas, en un barco británico con el resto de su familia cuando se proclamó la república helénica y su tío, el rey Constantino I —abuelo de la reina Sofía de España— tuvo que exiliarse.

Tras hallar refugio cerca de París, su padre empezó a frecuentar los casinos de Montecarlo y la madre, depresiva, se refugió en un convento. Felipe tenía 10 años. Dejado en manos de parientes lejanos, frecuentó colegios en Francia, Alemania y Gran Bretaña hasta terminar en un austero internado escocés.

Ingresó luego en la Marina Real británica y participó activamente en los combates durante la Segunda Guerra Mundial en el océano Índico y en el Atlántico. Era un apuesto joven de 18 años cuando conoció a Isabel, antes de la guerra. Lilibet, como la apodaba su madre, tenía 13 años y se enamoró. Se casaron ocho años más tarde.

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