Parecen crepes, pero sólo existen en Asturias: el postre típico con un ingrediente que escandaliza al resto de España
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La crepe es ese postre suave y versátil que en Francia se disfruta con con frutas o con chocolate. Es ligera, se dobla, se enrolla, se rellena de Nutella o de compota… y siempre cae bien.
Pero claro, lo que allí llaman crepe no es exactamente lo mismo que se cocina en otras partes del mundo. En Asturias, por ejemplo, hay una versión que se parece en la forma, pero es muy distinta. Es una receta que en el resto del país genera rechazo, porque en Asturias a la masa se le añade un ingrediente muy peculiar: sangre.
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El postre se llama frisuelos de sangre, aunque también se conocen como frisuelas, fichuelas o filloas, dependiendo de la zona. Son delgadas, se fríen en sartén como una tortita, se doblan… pero llevan un ingrediente que marca toda la diferencia: medio litro de sangre de cerdo fresca.
A simple vista la receta asusta. Pero en el contexto de la matanza (ese ritual rural que aún pervive en muchos pueblos del norte), todo cobra sentido. Aquí no se desperdicia nada, la sangre no es tabú, sino que es parte del ciclo. Y si se mezcla con huevos, harina, leche y un toque de anís de guindas, se convierte en un postre con mucho sabor.
Este dulce, que en otras partes del país puede sonar exótico o incluso desagradable, es en muchas casas asturianas parte del menú habitual durante las semanas de matanza. No es un plato para las fotos de Instagram, pero es cocina tradicional.
¿Cómo se hace este postre tan popular en Asturias?
La receta es sencilla, pero tiene su ritual.
Los ingredientes son:
- 6 huevos
- ½ litro de leche
- 2 cucharadas de azúcar
- Ralladura de un limón
- Una pizca de sal
- 250 g de harina de trigo
- ½ litro de sangre fresca de cerdo (removida para que no coagule)
- Manteca de cerdo (para freír)
- Aguardiente de guindas (para flambear)
Y el proceso es sencillo:
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- Se baten los huevos con la leche, el azúcar, la ralladura de limón y la sal.
- Luego se añade poco a poco la harina, con calma, para evitar grumos.
- Cuando la masa está lisa, se incorpora la sangre y se bate todo de nuevo hasta que quede homogéneo.
- La sartén se unta con manteca y se fríen las filloas una a una. La primera se tira, la segunda se guarda como homenaje al cerdo y la tercera es para el cocinero.
- Se doblan al gusto y, justo antes de servir, se riegan con aguardiente caliente. Se prende fuego y se dejan flambear unos segundos.
Quien quiera subir de nivel puede rellenarlas con una crema de frutas secas: higos, albaricoques, ciruelas, nueces… cocidas en almíbar con orujo y cítricos.
- Lo que sorprende de este postre es que, a pesar de llevar sangre, no tiene ese sabor fuerte que muchos esperan. La mezcla con el azúcar, el limón y el anís le da un toque muy bueno.
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