En las fiestas del Motín de Aranjuez, elegimos la taberna La Clásica

La ribereña ciudad de Aranjuez a la vera del río Tajo, escenifica cada septiembre el amotinamiento contra Godoy en 1808. El episodio histórico que concita una de las representaciones populares más singulares de un mes de fiestas por excelencia como es septiembre, pone la mirada sobre una ciudad de mucha población, pero donde quizá falte algo de tejido actual. Son numerosas las direcciones para comer y beber de escándalo en la localidad arancetana, caso de Casa José, Aguatinta, el Tomate o Delapio, siquiera muchos autóctonos alegan que hubo un pasado todavía más esplendoroso de bares y tabernas, al compás de la propia vitalidad económica de Aranjuez.
Hay una joyita para los que persiguen lugares que no están en los candelero, pero que poseen la chispa inconfundible de los tabernáculos con horario de entrada y un gran interrogante sobre el momento de la partida. Cervecería La Clásica, es un destino que en sus escasos años de vida es de run run para los enterados. Como todo ateneo tabernario tienen tabernero, de raza y estirpe y cuyo magisterio en el mostrador merece visita, parada, e incluso estancia. El prenda se llama Jorge del Puerto, nada menos que de la familia de El Doble capitalino, donde ha sentado cátedra durante muchos años en el tiraje de la caña. Es tal su destreza cervecera que ha acudido a las principales pasarelas y congresos gastronómicos a mostrar el oficio. Y como si de un mago se tratase el mariquillo sale limpio y brillante a la barra, junto a las buenas chacinas y esas conservas que nos invitan al aperitivo de reloj parado.
Hay toda una tradición madrileña pues no en vano hoy es eso Aranjuez, más aún desde que ha afincado su magisterio barrista Jorge frente al Mercado de Abastos.
En la gatomaquia de la gastronomía, la lata es reina. Seguramente porque hay tantos mostradores que ni Mercamadrid es capaz de alimentar el hambre histórico, hoy convertido en ansia de buena vida. Porque ese pellizquillo del mejillón o berberecho, son aliados de la caña de alta escuela, el asiduo vermú y la vinatería que se expande. En La Clásica, cuyo nombre ni engaña ni defrauda, hay huecos y cartel para la emergente cultura del vino; y el champú que tanto amamos quien suscribe y el propio colega tabernario empieza a alcanzar caché.
No nos cansamos de repetir que si se pudiera realizar un estudio entre sociológico pardo y de inventariado artístico, la fisionomía de la taberna es mucho más que vender líquidos y alegría en el alma. Es algo inefable e inconfundible que tiene que ver con la socialización, que en un sitio como este de Aranjuez hace mucho más que las vocinglerias parlamentarias de medio pelo. Jorge no necesita ser presidente del consejo de ministros, para que los que pasan por allí le toquen las palmas, le voten en primera vuelta ,y le saquen a hombros. Y además, dándose un lujo , toca la plancha con el arte de un coplero de venta.
En La Clásica de Aranjuez uno puede refugiarse de las actuales tribulaciones de la Corte. Y sin necesidad de entrar en Palacio. A vivir en tabernario, que no hay mejor cosa.
C. de Abastos, 36, 28300 Aranjuez, Madrid