Militantes del Frente Obrero

El Supremo rebaja las penas de cárcel a unos comunistas condenados por pertenecer a banda armada

Se trata del partido detrás del Frente Obrero, la formación de extrema izquierda que escrachó a Pablo Iglesias en la Universidad Complutense

Así es el Frente Obrero que desmonta a Podemos con el «chalet de 600.000 €» de Iglesias

Roberto Vaquero, líder del Frente Obrero.
Roberto Vaquero, líder del Frente Obrero.

El Tribunal Supremo ha rebajado las penas de cárcel a los cinco militantes comunistas vinculados al partido Reconstrucción Comunista (RC) a los que la Audiencia Nacional condenó a entre 6 meses y 3,5 años. Se ratifica el delito de pertenencia a grupo criminal y a uno de ellos por tenencia de armas prohibidas.

Se trata del partido detrás del Frente Obrero, la formación de extrema izquierda que escrachó a tanto a Pablo Iglesias en la Universidad Complutense –en la misma sala donde años el vicepresidente segundo intimidó a Rosa Díez– como a Íñigo Errejón, en su caso, en una visita al barrio popular de Hortaleza.

Ahora, el Alto Tribunal ha rebajado varios meses las penas de prisión a los cinco condenados, por lo que ellos consideran que no tendrán que entrar finalmente entre rejas. No obstante, este es un extremo por confirmar porque la Justicia sí ha obligado a personas con penas bajas a entrar igualmente en la cárcel.

En la sentencia a la que ha tenido acceso OKDIARIO, la Sección Primera de de la Sala de lo Penal del Supremo condena al cabecilla del grupo, Roberto Vaquero, «como autor responsable de un delito de pertenencia a grupo criminal, a la pena de 1 año y 3 meses de prisión, absolviéndole de los delitos de asociación ilícita y organización criminal». Junto a él, aparecen otros tres condenados a un año y otro más que, con la atenuante de colaboración, le corresponde cuatro meses de prisión. Así lo han decidido cinco magistrados, con el juez Julián Sánchez Melgar como ponente de este fallo fechado el pasado día 20 de julio.

Operación en 2016

El comienzo de este juicio se localiza en 2016 cuando la Policía anunció la desarticulación de una red que colaboraba con el grupo terrorista PKK. Se denominó la operación Valle. Se detuvo a 9 personas en una redada simultánea en Madrid, Valencia y Bilbao. Los efectivos antiterroristas incautaron en los registros materiales tales como material para hacer explosivos, catanas, machetes, hachas, etc.

En la sede de Reconstrucción Comunista, en la calle Diego Machado de Madrid, se localizó, en concreto, nitrato potásico, azúcar y pólvora junto a un amplio arsenal de armas (pistolas de aire comprimido, cuchillos, sprays, navajas, palos, escudos…).

El líder del grupo apunta a que fue la Embajada de Turquía en Madrid la que pidió al Gobierno español que les investigara por colaborar con los grupos kurdos.

Dos de los españoles en Siria, con la bandera comunista y la republicana.
Dos de los españoles en Siria, con la bandera comunista y la republicana.

Posteriormente, en 2018, la Audiencia Nacional les condenó por colaborar con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), una formación que la Unión Europea incluye en la lista de organizaciones terroristas. Inicialmente las peticiones de cárcel llegaban hasta los 9 años.

Con la premisa de «combatir al ISIS» estos militantes comunistas estalinistas colaboraron con una organización que la Justicia ha tachado de criminal. Fueron condenados por tenencia de armamento y pertenencia a grupo criminal, si bien han sido absueltos de los delitos de asociación ilícita, organización criminal y de tenencia de explosivos.

El secretario general del partido, Roberto Vaquero, conocido por grabar vídeos en Internet los que critica a los partidos de la izquierda de las instituciones como Podemos, ha lamentado el fallo porque «confiábamos en la absolución». Señala que se alegra porque parece que no tendrán que entrar en prisión, pero «pero la condena ahí sigue. Vamos a seguir pelando, iremos al Tribunal Constitucional».

Este líder comunista extraparlementario que, de hecho, recibió clases en la universidad del propio Pablo Iglesias, asegura que ha sufrido «un juicio político». «Nos condenan porque sí. Son hechos que no hemos cometido. Es un montaje policial. Si pensaban que con esta rebaja nos íbamos a contestar, no va a ser así. Agradecemos a la gente que nos ha apoyado y que se fastiden los que nos odian», remarca.

Vaquero ya pasó 49 días en prisión preventiva en la cárcel de Soto del Real hasta que pagó la correspondiente fianza. El resto de condenados son Carlos del Val, Adrián Delgado, Pablo Díaz y Álvaro Fernández. Todos ellos fueron procesados por trasladarse a los territorios del Norte de Siria, la zona conocida como Rojava, para supuestamente combatir contra el Estado Islámico dentro de una suerte de «brigadistas internacionales».

Implantación creciente

Este grupo comunista registra récord de militantes en los últimos meses. El desengaño con Podemos en el Gobierno ha llevado a jóvenes de barrios obreros a alistarse en esta formación de extrema izquierda que, si bien está registrado como partido político, desde algunos sectores tachan de «secta».

Como publicó OKDIARIO, el verano pasado, varios centenares de jóvenes se concentraron para venerar a los dirigentes comunistas Lenin y Marx. Organizaron un campamento donde se les formó en «disciplina de combate». Se desconoce si este año van a desarrollar el que sería el «IV Campamento de la Juventud Marxista-Leninista, Reconstrucción Comunista». El año pasado el encuentro de extrema izquierda duró cinco días y reunió a más de 250 jóvenes. En sus redes sociales guardaron con celo la ubicación del evento.

Presentación del Comité pro-Frente Obrero el pasado 14 de octubre en el Ateneo de Madrid.

En un vídeo que dio la vuelta a Internet se veía a jóvenes de menos de 20 años entrenando con dureza y aprendiendo técnicas de combate extremo. «Inculcamos valores comunistas a los militantes como la disciplina, la entereza ante las dificultades y el trabajo abnegado», explicaban los organizadores que cargan contra el «postmodernismo» que encarna Podemos al abrazar guerras culturales impropias de la izquierda y, así, abandonar las necesidades de la clase trabajadora.

 

 

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