El Rey hizo lo que pudo pero no valdrá para nada

El Rey hizo lo que pudo pero no valdrá para nada
El Rey, en el Mensaje de Navidad.
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Visto el personal que tiene en el Gobierno, el Rey hizo en la Nochebuena el discurso que pudo y no, con toda probabilidad, el que hubiera querido hacer. Y no valdrá para nada. La obligación de pasar por el fielato de La Moncloa lastra casi siempre la rotundidad de los mensajes de nuestros jefes de Estado. De este actual, Felipe VI, y del anterior, Juan Carlos I. Es más: si en esta ocasión ya se hubiera conocido la decisión de la Abogacía del Estado (o sea, de Sánchez) sobre la libertad de Junqueras, probablemente el Monarca hubiera utilizado, hablemos en lenguaje futbolístico, un punto más de agresividad. Es cierto, porque lo es, que los personajes (ahora se llaman “influencers”) con los que el cronista ha podido hablar coinciden en que la intervención no defraudó a la peña, pero que se quedó a medio camino en su intención segura de describir el momento que vive nuestra Nación.

La opinión generalizada es que el Rey tuvo que realizar una pirueta dialéctica notable para “colar” entre los grandes problemas del país el conflicto de rebeldía que se sufre en Cataluña. Don Felipe sabe que, siendo importante, cruel puede decirse, el nivel de paro que aún asola nuestra convivencia social, éste ahora mismo no es el más trascendente conflicto que padece nuestra vieja Nación. Su preocupación, de la que ya teníamos noticia, quedó manifestada pero quizá pareció pálida. Entre sus constantes, y bien traídas, apelaciones al cumplimiento de la Constitución pudo faltar la advertencia de que quien se sitúa, caso de los separatistas, fuera de nuestra Norma Suprema no puede encontrar acomodo en nuestra vida en común. Sabe el Rey que los futuros socios de Sánchez, esos con los que ya tiene pactada una investidura, no sólo no respetan nuestra Norma Suprema, sino que la pretenden volar, y sabe asimismo que, en ese paquete barrenero, está incluida la propia institución que Él representa. Felipe VI es todo menos tonto.

Por lo demás, el discurso del Rey chocó frontalmente, eso es indudable, con la pertinacia del PSOE sanchista en definir a España por lo menos como una “nación de naciones”, una definición que apuesta directamente por la plurinacionalidad que Sánchez ya ha concordado con sus aliados de coyuntura.

Para nuestro Monarca no hay más que una Nación y ésa es España. El Gobierno le ha dejado decir esto mientras negocia esa tramposa “seguridad jurídica” con la que Sánchez sustituye bochornosamente a la propia Constitución. Muchos observadores de la intervención de Nochebuena echaron de menos -ésa es la impresión- una mayor precisión en el momento de avisar del gran problema institucional que sangra España, un embolado histórico que supera incluso a la rebelión del separatismo catalán. Sin embargo, lo mejor que se puede decir de este discurso es que ha irritado, ¡y de qué forma!, a los socios de Sánchez. Estos ni siquiera asumen los deseos de concordia de la Corona, sus constantes recuerdos a la Nación que “hemos construido juntos”, o su “voluntad de integración” que no puede formularse lejos de la Constitución. Ninguno de estos conceptos nucleares, leídos con suavidad de forma y con edulcorado sabor de fondo, le “han sabido bien”, por utilizar un consetudinario modismo catalán, a los separatistas. Todos estos, también Podemos, no se mueven en esa longitud de onda.

Todo el mensaje del Rey debería ser de obligado cumplimiento para el que es todavía su jefe de Gobierno. Nada más lejos de la realidad. En pocas horas veremos cómo, en otro ejercicio de vergonzosa opacidad, suscribirá un pacto con los leninistas de Iglesias y con los sediciosos de Junqueras con el único fin de continuar en el cargo. Eso es seguro. Se podrá decir entonces con toda propiedad que Sánchez se ha colocado fuera del engranaje de la Constitución, algo que a a él le trae exactamente por una higa. En Nochebuena el Rey hizo lo que pudo. Otra cosa es que él mismo crea que sus medidas y suaves advertencias vayan a servir para algo. En el segundo discurso más difícil de su trayectoria en la Corona, Felipe VI recordó que la citada Constitución no le depara más posibilidad que la que expuso, que es el Parlamento quien ahora tiene que decidir -lo dijo con el mayor de los énfasis- si aprueba o deniega la investidura del candidato. A este respecto, los analistas consultados reparan en que, quizá, nuestro Monarca podría haber puesto mayores reparos a la “opción Sánchez”, una candidatura que se localiza claramente fuera de todo lo que, en este discurso de Nochebuena, bien que mal, el Rey pudo presentar ante el país.

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