Iglesias planea una purga masiva en los territorios para liquidar el poder del ‘errejonismo’

Vistalegre II: Íñigo Errejon y Pablo Iglesias
Iñigo Errejón y Pablo Iglesias. (Foto: EFE)
Luz Sela
  • Luz Sela
  • Periodista política. En OKDIARIO desde 2016. Cubriendo la información del Congreso de los Diputados. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela. Antes, en COPE, ABC Punto Radio y Libertad Digital.

Más allá de lo que Pablo Iglesias decida sobre el futuro político de Íñigo Errejón, la encarnizada batalla de Vistalegre II tendrá, según fuentes próximas al secretario general, una primera consecuencia política: liquidar a los cargos autonómicos, “de segunda fila”, que en estas semanas se han ido significando del lado del secretario político.

Entre estas mismas fuentes, son aún muchas las dudas sobre si Iglesias acabará prescindiendo por completo de su todavía número dos-una decisión que habrá de fijarse en la próxima reunión del Consejo Ciudadano – pero todos coinciden en la peor suerte que correrán los dirigentes territoriales del partido. «Han conseguido que muchos cargos se hayan ido significando a favor de Errejón, verás como irán cayendo», es el diagnóstico que se hace del incierto, e inmediato, devenir en el «nuevo» Podemos. 

De hecho, este mismo lunes, y en declaraciones en el Congreso, Iglesias marcó ya su estrategia. “Es clave superar el partido de dos personas. Podemos tiene que ser una orquesta que no suene descompasada”. El líder ‘morado’ prometió también forjar un Podemos de integración. «En política hay que saber perder y saber ganar. A nosotros nos toca saber ganar. Eso significa tender la mano a los compañeros que son minoritarios pero que son imprescindibles y les necesitamos trabajando en el proyecto, y además es una orden que nos han dado los inscritos». Iglesias no dio más detalle, por lo que sus declaraciones, «trabajando en el proyecto», suenan en este momento más ambiguas que nunca. 

La intención de Iglesias es clara: «dar una imagen de partido cerrado en torno a Pablo, y con el justo toque crítico», admiten desde su propio sector. O lo que viene a ser lo mismo, el secretario general no quiere un «mapa» territorial convulso, con cabezas de lista discordantes, y cargos que, a la larga, puedan acabar dinamitándolo.

El poder territorial de Errejón

En los últimos tiempos, el número dos de Podemos ha ido ganando poder en territorios clave. Es el caso de la Comunidad Valenciana, donde su Secretario General, Antonio Montiel, está en el punto de mira de los ‘pablistas’- encabezados por Juan Carlos Monedero- por comparar, la semana pasada,  a Iglesias con Franco y Saddam Hussein por su excesivo poder en la dirección del partido. Montiel arropó a Errejón en uno de los últimos actos previos a Vistalegre, donde se evidenció la gran sintonía que existe entre ambos.

El secretario político suma también incuestionables apoyos de cuadros intermedios en Cataluña, un lugar estratégico para Iglesias-más aún en pleno debate sobre la integración en el nuevo partido de Ada Colau- y entre las Mareas gallegas. También los barones de Murcia (Óscar Urralburu) y País Vasco (Nagua Alba) son próximos al número dos, además de numerosos miembros de sus Ejecutivas.  En esta última comunidad,  la derrota errejonista ha avivado la crisis que desde hace meses lastra la estabilidad del partido y la dirección podría verse afectada por el peso que ha ido recobrando el exlíder en la región, Roberto Uriarte, afin a Iglesias. Por ahora, Eduardo Maura, uno de los hombres fuertes de Errejón en el Congreso y perteneciente a esta comunidad, perderá su puesto en el Consejo Ciudadano.

En Murcia, el apoyo es también sólido y un centenar de sus dirigentes llegaron a firmar el manifiesto ‘Recuperar la ilusión. Democracia para ganar’, con el que el número dos competía en Vistalegre. Y en Andalucía, Errejón cuenta aún con el arrastre de Sergio Pascual. Fulminado en su día por Iglesias de la secretaría de Organización, el ‘errejonismo’ podría tener los días contados en esta comunidad.

Ese apoyo se debe, sobre todo, al respaldo que del secretario político para «descentralizar» el partido. De hecho, en su propuesta para el Consejo Ciudadano estatal se recogía que a los 62 miembros electos habrían de sumarse hasta un máximo de 40 personas elegidas en los territorios, con criterios de «descentralización» y «plurinacionalidad».  La de Iglesias únicamente suma a los 17 secretarios autonómicos como «miembros natos».

Una purga con precedentes

En Podemos existen sobrados precedentes de cómo Iglesias busca aglutinar a sus feudos en torno a un candidato de confianza. Sin discordancias.

El último ejemplo, y más visible, es el del José Manuel López, el destituido portavoz en la Asamblea de Madrid. Su cese fue la primera orden del ‘pablista’ Ramón Espinar tras ganar, por la mínima, en unas encendidas primarias contra el sector ‘errejonista’.

Esa misma estrategia fue confirmada hace unas semanas por Luis Alegre, quien en su día fuera hombre fuerte de Iglesias en la Comunidad de Madrid. En un artículo, Alegre cargó de forma rotunda contra Iglesias por «conducir a la destrucción del proyecto». 

«Entraron tarde y entraron mal, con la intención de excluir a todos los que no formaran parte de su pandilla. No son más de cuatro o cinco personas, pero suficientes para dar al traste con todo», dice en el mencionado texto. Apartado de sus responsabilidades en la Ejecutiva de Podemos y acabó posicionándose con las tesis de Errejón.

Evitar las «corrientes»

La guerra fratricida trasciende en Podemos mucho más allá de sus dos cabezas visibles y alcanza a toda la estructura del partido. Ahora, Iglesias cuenta ahora con mayoría en el nuevo Consejo Ciudadano, y ello le da un poder sin límites. Según estas fuentes, su prioridad es evitar la fractura de «corrientes» que se ha instalado ya de forma irreversible en el partido. Y ello, llegados a este punto, pasa más bien por decisiones fulminantes que por las negociaciones. Los puentes, coinciden, están definitivamente rotos entre ambos sectores.

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