Moncloa lo tiene claro: Podemos ha empezado a construir ya un relato para irse del Gobierno

Podemos PP
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Carlos Cuesta

Moncloa es plenamente consciente de que no tiene un socio leal en Podemos y de que las vacas flacas de la fuerte crisis en la que se sumerge ya España pueden ser el catalizador de una ruptura acelerada del Gobierno. La exigencia de derogar la reforma laboral -tras la que ha estado la mano de Podemos-, el reciente pacto con todas las fuerzas separatistas para exigir la excarcelación de los presos etarras y golpistas, las fuertes presiones para elevar el gasto público con la creación de una costosísima renta mínima, o los desaires continuos a ministros del PSOE, forman parte de una estrategia global que los socialistas empiezan a temer: la estrategia de construir un relato con el que culpar de todo al PSOE y saltar del barco en el peor momento de la crisis para intentar aparentar ante la opinión pública que los morados siempre fueron los verdaderamente “sociales”. Un plan que, en plena dureza de la recesión, podría dejar sólo al PSOE en el Gobierno y provocar nuevas elecciones.

Podemos ha ido provocando desaire tras desaire al PSOE. Pero Pedro Sánchez, más concentrado en mantener su poder que en garantizar el beneficio de su propio partido, no reacciona frente a lo que ya es comentado con regularidad en Moncloa: la falta de lealtad de un Pablo Iglesias del que nadie duda internamente que trabaja ya en dejarse abierta una puerta trasera para poder escapar a las responsabilidades de la nefasta gestión sanitaria del coronavirus y de la profunda recesión económica en la que entra a marchas agigantadas España.

Muchos son los capítulos de esta nueva estrategia de Podemos. Y todos ellos empiezan a convencer en Moncloa de que el partido liderado por Iglesias  puede saltar del tren en mitad del viaje.

Numerosos avisos

El primer aviso llegó pronto, de la mano de la ministra podemita de Trabajo, Yolanda Díaz, quien quiso gestionar los primeros compases del coronavirus a efectos empresariales sin compartir sus guías de actuación con el ministro responsable del mando único, Salvador Illa. Pero, desde aquellos días hasta ahora, son muchos los capítulos que han transcurrido en la misma dirección y ninguno bueno para el PSOE.

El primer aviso llegó pronto, cuando la ministra podemita de Trabajo quiso gestionar los primeros compases sin contar con el mando único de Salvador Illa

Iglesias exigió su blindaje en la Comisión controladora del CNI en plena pandemia. Y lo hizo con cero flexibilidad, pese a saber que el escándalo supondría un golpe de imagen para el PSOE. Más tarde, Podemos cerró con EH Bildu, PNV, ERC, Junts, BNG y Compromís un pacto para reclamar la excarcelación de etarras y golpistas argumentando la covid-19. Y lo hizo y presentó pese a saber que supondría un nuevo impacto negativo en la imagen del PSOE.

Iglesias anunció la renta mínima global y exigió el adelanto de su regulación a mayo en contra de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y del criterio de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Y lo hizo a sabiendas de que esa noticia supondría un duro aviso a Bruselas de la nula capacidad de control del déficit de España en plenas puertas de la negociación de un plan de ayudas o rescate.

Podemos ha estado igualmente tras las exigencias en el pacto firmado con Bildu para la derogación plena de la reforma laboral. Y, una vez más, lo ha hecho con pleno conocimiento de que Bruselas nunca podrá pasar por alto la ruptura de una de las dos grandes condiciones sentadas en el anterior rescate camuflado a España en época de Zapatero, cuando el BCE comenzó a comprar deuda española.

Y ahora, como colofón, todas las plataformas de apoyo callejero a Podemos se coordinan en una acción de acoso a los manifestantes críticos con el Gobierno, algo que sitúa al ministro Fernando Grande-Marlaska entre la espada y la pared de tener que elegir entre aplicar la ley y traicionar con ello a los más radicales por proteger el derecho de manifestación o perder cualquier poso de voto moderado al dejar vendidos a manifestantes pacíficos de muy distintas clases sociales y posicionamiento ideológico.

Nada de ello le parece ya inocente al entorno más cercano de Pedro Sánchez. Porque en Moncloa temen que Podemos trabaje en la creación de un ambiente de radicalización callejera y de enfrentamiento a Bruselas que le permita vestirse de partido verdaderamente “social”. Y todo ello con un fin: no responsabilizarse del desastre de gestión y consecuencias del coronavirus e irse del Gobierno en el momento más duro de la recesión.

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