Rajoy quiere pedir al PNV que haga de mediador con ERC y PDeCAT tras el 1-O

Iñigo Urkullu
Íñigo Urkullu y Mariano Rajoy en La Moncloa.
Carlos Cuesta

El presidente del Gobierno no quiere cerrarse la puerta a que, tras el 1 de octubre, pueda haber un punto de encuentro con ERC y la antigua Convergència. Un acercamiento que permita evitar que, tras esa fecha, los separatistas vuelvan a intentar la ruptura de la unidad de España y el ataque a la Constitución.

Con ese objetivo, el presidente Mariano Rajoy sopesa encargar al Partido Nacionalista Vasco un intento de acercamiento a las dos principales fuerzas del independentismo catalán.

El objetivo consistiría en intentar explicar a los dos partidos separatistas que todos los intentos de ruptura del orden constitucional van a ser atacados y que, por lo tanto, no tiene sentido mantener esa estrategia.
Para ello, Rajoy quiere hacer llegar a través del PNV un mensaje de entendimiento y negociación con Cataluña.

Rajoy es consciente de que los nacionalistas vascos son mucho más cercanos al sentimiento y lenguaje de los independentistas catalanes y baraja aprovechar las negociaciones con PNV en materia presupuestaria y su mejor entendimiento con los nacionalistas vascos para que sean éstos quienes busquen un punto de encuentro con ERC y PDeCAT.

El Gobierno es consciente de que una de las opciones que empieza a sonar entre los partidos separatistas es, precisamente, la de realizar una declaración unilateral de independencia. El mensaje de PNV hacia estos partidos debería dejar claro que el Gobierno nunca jamás podrá ceder ante semejantes actuaciones y que, por lo tanto, siempre le irá mejor a Cataluña buscando un cauce de entendimiento dentro de la legalidad.

La frase del ministro de Economía, Luis de Guindos, lanzada el pasado viernes iría en este sentido. De Guindos realizó ya un planteamiento de negociación a la Generalitat con vistas a las fechas posteriores al 1 de octubre. Un ofrecimiento de negociación que sólo se cumpliría en caso de que los partidos separatistas abandonen por completo sus intenciones de ruptura de la unidad de España y de desobediencia a la Constitución.

El Gobierno sabe que hay grandes probabilidades de que, pasada esa delicada fecha, el PSOE emprenda toda una estrategia de ofrecimiento a la Generalitat catalana de cesiones inadmisibles para los populares. Y pretende evitar que, en medio de esa aparente generosidad socialista, el PP puede aparecer como un partido ajeno por completo al diálogo. Especialmente cuando la situación del PP en el Congreso le convierte en un partido necesitado de apoyos para sacar adelante cualquier norma, incluidos los Presupuestos Generales del Estado.

La clave con los nacionalistas vascos

La piedra clave para intentar convencer al PNV de que desarrollase esta función de puente hacia los separatistas catalanes sería, precisamente, la necesidad de abordar determinadas reformas económicas, de las que es consciente el partido vasco y de las que sería el primero en beneficiarse.

No en vano, el PNV sabe que su principal amenaza en unas elecciones autonómicas sería precisamente la posible unión entre Podemos y Bildu y la consiguiente utilización del mensaje populista unido al separatista para intentar derrocar a Iñigo Urkullu. Una amenaza que el Gobierno cree que puede convencer al PNV de la conveniencia de intentar suavizar las posturas separatistas catalanas.

La necesidad de mantener próximos encuentros entre los representantes del Gobierno y del PNV para intentar llegar a un acuerdo definitivo sobre los futuros Presupuestos del Estado para 2018 se puede convertir, así, en el escenario de esa petición al PNV: la de que haga de correa de transmisión hacia los separatistas catalanes. La de que consiga explicarles que tras el 1 de octubre tampoco podrán conseguir nada por medio de la ilegalidad y que, por lo tanto, será mejor para ellos acceder a un entendimiento dentro de la Constitución.

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