Crisis del coronavirus

Los bomberos aplican tácticas militares para evitar repuntes del virus en las residencias de Madrid

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Es lunes, por la mañana. Un equipo de OKDIARIO, cámara en mano, se traslada hasta el parque de bomberos de Las Rozas (Madrid). Los oficiales nos guían a través de uno de sus intensos días de trabajo en plena pandemia del coronavirus. Su labor es totalmente distinta a la de antes. Ya no reciben llamadas de incidentes. Ya no hay incendios por un despiste en la cocina, «ahora como todos los ciudadanos están confinados en sus casas, si alguien se deja la sartén se percata enseguida», apuntan a este periódico. Han cambiado sus tareas y su traje (por uno más parecido «al de un astronauta»), pero no su misión.

Comienza la semana y con ello otra jornada de batalla sin cuartel de los bomberos madrileños contra el coronavirus. El despertador ha sonado para ellos cuando aún el sol ni se asomaba por el horizonte. Desde primera hora de la mañana, el equipo de intervención ya está listo en dos vehículos: en uno transportan el material anticontagio (EPIs, mascarillas, botas, líquido antiséptico…) y en el otro, de dimensiones mucho mayores, portan ocho ataúdes. Por si acaso.

Por suerte, esta semana será la primera vez en mucho tiempo que no van a necesitar recurrir a los ataúdes. Ese vehículo cargado de cajones de madera era el símbolo de la tragedia personal diaria de estos profesionales, pero ahora, dicen, ya no son necesarios.»Parece ser que las funerarias ya no están tan desbordadas», explica uno de los oficiales. Ahora, en caso de que se dé un nuevo fallecimiento, se ocupan de ello los profesionales del sector.

‘Militarizar’ las residencias

Su principal labor ahora es evitar la propagación del virus en las residencias de mayores. Y para ello, utilizan tácticas que los militares emplean en sus propios hospitales de campañas. Estrategias de guerra para luchar contra un virus.

Antes de abandonar su ‘parque’, hoy más bien ‘cuartel’, repasan que no se les olvide nada. Tras el chequeo proceden a cerrar los portones del vehículo grande, donde portan los ataúdes. El bombero Alejando Montero señala con la mirada a uno de los ataúdes: «Eso es lo más duro», advierte. Cabizbajo, pero orgulloso de la labor que están realizando, explica cómo fue la primera vez que tuvo que recoger de una residencia de mayores un cuerpo de un anciano que acababa de fallecer.

«Nos centramos mucho en todo el trabajo que tenemos que hacer para vestirnos, desinfectar y dar directrices al centro». Continúa: «Pero, cuando lo que te piden es que cojas a una persona que acaba de morir. A un hombre o una mujer que han levantado nuestro país, que llevan toda la vida trabajando… Para irse así: solos. Entonces nosotros le cogemos con mimo, como si fuera nuestro familiar», reconoce Montero.

En España han fallecido hasta el momento 15.414 ancianos con Covid-19 o síntomas clínicos asociados -pero sin test- en 5.457 centros de la tercera edad en todo el territorio nacional, según los datos proporcionados por las comunidades autónomas y que obran en poder del Gobierno. Esta cifra representa el 68% del total de fallecidos notificados oficialmente por el ministerio de Sanidad. La pandemia se ha cebado con ellos de una forma tan brutal como trágica.

Rumbo a la residencia

El cuerpo de bomberos, ya completamente listo y montado en sus vehículos, pone rumbo a un centro de mayores ubicado a 66 Kilómetros del parque de bomberos. Hoy el destino es un pueblo de 6.500 habitantes limítrofe con la provincia de Toledo. Allí han fallecido 35 residentes por Covid-19 y no están dispuestos a permitir ni uno más. Otra treintena se encuentran aislados, en la que llaman «la zona roja». El área donde el coronvirus sigue presente, tanto en el organismo de los ancianos convalecientes como, sospechan, en el ambiente, en los objetos, en el moviliario. Según la OMS, el virus puede sobrevivir días en superficies. Una pasada de mano por un pomo de puerta contaminado es sinónimo de problemas. Y para un anciano, de muerte. Por eso han decido ‘zonificar’ toda la residencia. Más tarde nos explicarán a qué se refieren.

El resto, de un total de 120 ancianos que antes de la crisis sanitaria se alojaban en la residencia, han dado negativo en la prueba del coronavirus. En la puerta, un equipo de Cruz Roja les está esperando. Juntos revisan durante dos horas aproximadamente las instalaciones. «¡Esta vez hemos tenido suerte!», exclama sonriente el oficial de bomberos Alfonso Segura. «Este centro se encuentra bastante bien. Están aplicando la normativa anticontagio de manera muy rigurosa», asegura. La directora, sonrojada, da las gracias. «Siempre se puede mejorar», recuerda.

Tácticas militares

El oficial Segura aclara que en las residencias de mayores de la Comunidad de Madrid se está aplicando el modelo de «zonificación sanitaria», utilizado en conflictos bélicos y reconocido internacionalmente. Se trata de un protocolo que establece la necesidad de habilitar una Estación de Tratamiento de Emergencia (ETE) donde estabilizar, clasificar y tratar a los afectados por un incidente en el que haya algún tipo de patógeno involucrado.

Este modelo consiste en separar por zonas, delimitadas y señaladas, a los afectados: en la zona caliente se encuentran los infectados. El objetivo es «no mezclar los flujos» de la zona contaminada a la «zona limpia». En los centros de mayores afectados por Covid-19 este lugar se denomina «zona cero» y es donde se encuentran todos aquellos residentes infectados por SARS-CoV-2.

«Zona roja»

Para cruzar la zona roja el equipo de OKDIARIO y los bomberos se protegen con los trajes EPIs (equipo de protección individual); unas botas de agua, mascarillas, gafas protectoras y guantes. En algunas residencias el personal no tiene tanta suerte. «Carecen de equipos de protección porque…», titubea Montero y añade: «¡Es que una bolsa de basura no es un EPI!», exclama con cierta indignación.

Entran en la residencia, el oficial Segura comienza a dar directrices: «Hay que señalar con verde la entrada y con rojo la salida. Esos tres ascensores –señala hacía ellos– hay que marcarlos». Así comienza el equipo a trabajar. Tres cintas adhesivas de tres colores (rojo, verde y naranja) crean un circuito donde los objetos contaminados no pueden cruzarse con los limpios. «Una cuchara, una bandeja o una simple toalla utilizada anteriormente por una persona infectada por coronavirus, es suficiente para contaminar a media residencia», explican a este periódico. Esta es la razón por la que en muchos centros ha sido casi imposible frenar la propagación. La Fiscalía ya investiga a 86 centros en toda España y ha abierto 121 diligencias civiles para proteger y defender los derechos de las personas mayores.

Por ello, el equipo de bombero de la Comunidad de Madrid instruye a los directores de las residencias para aplicar un mecanismo que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado utilizan en la guerra, cuando las bajas no son de bala sino, por ejemplo, por un gas tóxico. En la zona roja un grupo de mujeres trabajadoras del centro se dirigen a descontaminarse con un recipiente de agua con lejía, donde rezuma un fuerte olor antiséptico. Este cóctel químico es capaz de matar al virus en menos de un minuto, explican. Sonriente saludan al equipo de bomberos. «Buenos días, ánimo y suerte», son las palabras que se intercambian cada vez que una de ellas se cruza con otra persona. «Suerte, en estos días la necesitamos», manifiestan.

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