Economía
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¡El virtuoso dolor de la verdad!

“Vivimos en un mundo en el que la verdad es opaca por una realidad que no existe”. Albert Einstein

La fragilidad del ser humano coexiste paradójicamente con su capacidad de razonar. Razonar nos da el conocimiento y a través de él, logramos una sensación de seguridad que deja de existir en el momento en que el individuo se suma a una multitud gregaria. Pensar en dejar en manos de otros los intereses de muchos nos deja de facto a merced de la responsabilidad de unos pocos, algo que, como anarcocapitalista convencida que soy, carece de sentido y pragmatismo para mí.

El hecho de apartarse de las decisiones que marcan el destino de cualquier colectividad provoca una falsa sensación de seguridad, que lejos de aportar valor a la experiencia de vivir, acumula miedo y cierta fragilidad histriónica en el momento en el que la falta de conocimiento y control nos hace intuir que hay algo que no va bien, ¡bendita intuición! Sin embargo, el poder es corrupto y chantajista, goza de la perniciosa virtud de hacer uso de su dominio para hacerse a través de la manipulación y el engaño más fuerte e influyente, sometiendo generalmente a aquellos que en libertad, optaron equivocadamente crearlo.

Así que si nos ponemos filosóficos les diré que la verdad sí importa, ¡a mí me importa! Una era de la “postverdad” se opone a todos los grandes avances que nos regale la humanidad. En mi opinión, la mejor defensa contra los embusteros taimados que gozan de la autoridad de dicho poder, es que todos nosotros nos convirtamos en pensadores críticos. Este, y no otro, es nuestro principal dique de contención, ¡úsenlo!

La verdad, sin embargo, para mí tiene el raro virtuoso del dolor, ese que hace que a veces sea más simple mirar hacia otro lado, que enfrentarnos a la realidad de unos hechos que lejos de calmar, a veces abruman. Y la única verdad es que el mundo está inmerso en una batalla económica sin precedentes provocada por la inoperancia de una FED que con el tiempo logró demostrar que sus políticas cuantitativas no han hecho más que matar moscas más que a cañonazos, ¡con bombas atómicas! La pregunta que actualmente todos los analistas económicos nos hacemos, es si el aumento de la inflación ha sido impulsado por una demanda agregada intervencionista excesiva, o bien por shocks de demanda negativos provocados por los famosos cuellos de botella y por la falta de inversión en CAPEX.

Esta cuestión no la considero baladí, puesto que el principal problema de una inflación impulsada por un shock de consecuencias deflacionistas es corregible a corto plazo, debido principalmente a que la capacidad de la economía de ir ajustándose a través de la inversión, podría facilitar una moderación de una inflación que algunos se apresuraron a citar como “transitoria”.

Sin embargo, los desajustes de una economía que ha preferido vivir al calor de la burbuja de turno que de una economía productiva, a parte de “zombificar” dicha economía, ha provocado un problema muy serio de deuda e inflación difícilmente comparable a cualquier otra crisis a la que se haya enfrentado el capitalismo. Dicho esto, sigo sin ver reacción a la altura. Como espero recordarán, la semana pasada les explicaba que Jerome Powell es el presidente de la FED más complaciente de la historia, con una tasa de interés real cercana al -2% en todo su mandato, y no es de extrañar.

Los niveles de deuda pública y privada sobre PIB han aumentado del 200% en 1999, al 350% de hoy en día, algo que lógicamente encorseta a los bancos centrales a normalizar su política monetaria, puesto que el consumo, la inversión y las primas de riesgo viven absolutamente enganchadas a un coste de financiación que podría provocar una quiebra sistémica si los costes financieros se disparan en exceso. Así que como dice el saber popular; no hay mal que por bien no venga señores, y si hay que elegir entre el mal menor, ¡oigan! una época de inflación no vendría mal para pagar las deudas.

Este aspecto no es menor, puesto que en época de Arthur Burns la inflación se había aceptado como un mal menor, y si bien la crisis de deuda de los 70 me viene al recuerdo hoy en día, ¡no tiene absolutamente nada que ver! La crisis actual es una mezcla entre la dureza inflacionista de la década de dichos 70, pero con un nivel de deuda superior a la crisis de deuda de 2008 ¡heavy!

Es cierto que probablemente en 2009 el endeudamiento del sector privado sobre activos hipotecarios había puesto en jaque al sistema bancario, pero no podemos desestimar el dolor que el ajuste monetario provocará en el corazón del sistema ante la pérdida de confianza de unos inversores y consumidores que han vivido ilusamente al calor de las múltiples burbujas que los bancos centrales han creado, véase; burbujas en el mercado inmobiliario en China y USA, en las acciones meme, en las criptomonedas, en las SPAC o incluso en el mercado de bonos. ¿un dato? ¡Aleluya! ya se están saneando.

En Blackbird Bank estamos más que convencidos que esta crisis nos dará una oportunidad de inversión incluso mayor a la de marzo de 2020, debido principalmente a que en esta ocasión el dolor saneará las corrientes especulativas de Mr. Market y de alguna manera, haber vivido en el lado del virtuoso dolor de la verdad nos ha facilitado fluir al margen de la fragilidad moral de una mayoría que nos demuestra una vez más, vivía equivocada. Tener liquidez, vivir al margen de las múltiples burbujas provocadas por los bancos centrales y saber comprender la ventaja operativa de las posiciones cortas, es sin duda una verdad que aunque dolorosa, empieza a ser palpable y reconocida incluso por el más ignorante, lo cual es meritorio. Ese mundo en el que la verdad es opaca por culpa de una realidad que tendemos a pensar que no existe, ese mundo… es, pero que muy real.

Gisela Turazzini, Blackbird Bank Owner Founder CEO.