La Unión Europea prepara una nueva prohibición: esto desaparecerá de todas las casas de España
La Unión Europea prohíbe unos químicos que son muy comunes en todas las casas y que entrará en vigor en 2026
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La Unión Europea ultima una de las medidas más ambiciosas de los últimos años, ya que anuncia la prohibición total del uso de sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, conocidas como PFAS. Estos compuestos químicos, presentes en miles de productos cotidianos, podrían tener los días contados debido a su impacto perjudicial sobre el medio ambiente y la salud pública. Su eliminación no solo afectará a la industria, sino también a lo que cada ciudadano tiene en casa.
Detrás de la medida se encuentran años de investigaciones, advertencias de la comunidad científica y datos preocupantes. Los PFAS, por sus propiedades únicas (como la resistencia al calor, a la grasa y al agua) se han incorporado a un sinfín de productos que usamos sin pensar: sartenes, textiles impermeables, envases alimentarios, pinturas, espumas contra incendios… Sin embargo, su resistencia no es sólo útil: también les ha valido el sobrenombre de químicos eternos, ya que permanecen en la naturaleza durante décadas sin degradarse. Por este motivo la decisión de prohibirlos no ha sido tomada a la ligera. Países como Alemania, Dinamarca o Suecia han empujado con fuerza para poner fin a la presencia de estos compuestos en el mercado europeo. Y aunque la prohibición todavía tardará en aplicarse (según Bruselas, no será efectiva hasta el próximo año), su aprobación ya marca un antes y un después en la relación entre industria, salud y sostenibilidad.
La Unión Europea prepara una nueva prohibición
Los PFAS son una familia de más de 9.000 compuestos químicos sintéticos creados por el ser humano desde mediados del siglo XX. Su característica principal es su gran estabilidad química, lo que los hace resistentes a temperaturas extremas, a productos corrosivos e incluso al desgaste físico. Precisamente por eso han sido tan valorados en sectores como el textil, el de la construcción, el alimentario o el electrónico.
Lo que mucha gente no sabe es que probablemente tiene PFAS en su casa. Están presentes en sartenes antiadherentes, manteles impermeables, chaquetas resistentes al agua, alfombras tratadas con repelentes de manchas, envases de comida rápida, pinturas duraderas y hasta en productos cosméticos. Se trata, en resumen, de compuestos que han conquistado una parte importante de nuestro día a día por lo útiles que resultan, pero que a la vez son una dura amenaza para el medio ambiente.
El hecho de que resistan tanto y duren tanto es algo bueno para nuestro día a día, pero un desastre en términos medioambientales si tenemos en cuenta, que los PFAS no se degradan de ninguna de las maneras (ni en el suelo, ni en el agua, ni en los seres vivos), de modo que pueden permanecer durante generaciones.
A esto se le suma, el que estudios científicos recientes han demostrado que los PFAS pueden acumularse en los tejidos humanos y animales, y que su exposición continua está relacionada con problemas hepáticos, alteraciones hormonales, disminución de la respuesta inmunológica e incluso ciertos tipos de cáncer. La Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA) ha advertido de que su presencia en el agua potable y en los alimentos podría suponer un riesgo a largo plazo para la salud de millones de personas.
La alarma ha llegado hasta las instituciones europeas. De hecho, un grupo de cinco países: Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Noruega y Suecia, ha liderado una iniciativa para solicitar la prohibición total de estos compuestos, no solo en su fabricación, sino también en su comercialización y uso en cualquier tipo de producto de consumo.
Impacto en la industria y en la vida diaria
La aplicación de esta medida supondrá un desafío considerable tanto para las empresas como para los consumidores. En sectores como el textil, el de electrodomésticos, la cocina o la construcción, los PFAS están profundamente integrados en la cadena de producción. Su eliminación obligará a las industrias a buscar alternativas sostenibles que ofrezcan prestaciones similares sin los efectos secundarios de estos compuestos.
Eso no será fácil. La industria química europea ha advertido de que sustituir los PFAS requerirá tiempo, inversión e innovación. Muchas pequeñas y medianas empresas tendrán que adaptar procesos completos de fabricación y reformular productos que llevan años en el mercado. Por eso, la Comisión Europea ha anunciado un periodo de transición para dar margen a la adaptación, aunque sin perder de vista el objetivo final: una economía libre de contaminantes persistentes.
Para los consumidores, el cambio será más progresivo. Poco a poco, empezarán a desaparecer del mercado las sartenes con recubrimientos antiadherentes tradicionales, las chaquetas impermeables de alto rendimiento o los envases resistentes a la grasa. Aunque algunos productos alternativos ya existen, la transición generalizada a opciones libres de PFAS podría implicar una subida de precios y una reducción temporal de prestaciones en ciertos artículos.
Más allá de los retos industriales, esta decisión marca un paso hacia un modelo económico más responsable. La prohibición de los PFAS se enmarca en la Estrategia Química de la Unión Europea, que busca eliminar progresivamente todas las sustancias peligrosas de los productos de consumo para avanzar hacia una economía circular y sostenible.
La medida cuenta con el respaldo de buena parte de la comunidad científica, que lleva años advirtiendo del peligro de convivir con sustancias tan persistentes y tan poco reguladas. Los expertos coinciden en que no se trata solo de proteger la naturaleza, sino también de garantizar un entorno más seguro para las personas, especialmente para los colectivos más vulnerables como los niños o los ancianos, más sensibles a la exposición prolongada a estos compuestos.
Aunque las consecuencias económicas serán notables, la Unión Europea ha dejado claro que la prioridad es proteger la salud de sus ciudadanos. Tal como lo expresó recientemente la comisaria europea de Medio Ambiente, Jessika Roswall, “la eliminación completa de los PFAS llevará tiempo, pero es un paso necesario para asegurar un futuro más limpio y seguro”.
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