¿Qué hay que tener en cuenta al comprar una empresa?
La mayoría de emprendedores, cuando empiezan un negocio, lo hacen desde cero mediante una idea propia. Es decir, crean de la nada toda una estructura empresarial. Para ello, hay que desarrollar todos unos procesos, realizar un estudio de mercado, estimar si realmente el negocio puede ser viable en el medio y largo plazo, encontrar y negociar con proveedores, conseguir clientes, crear una imagen de marca y conocimiento en el mercado…
Se trata de una tarea que, obviamente, lleva su tiempo. Ahora bien, todo ello puede simplificarse si, en lugar de iniciar una empresa, se decide emprender mediante la compra de otra.
¿Por qué alguien vende su negocio?
Las razones que pueden impulsar a un emprendedor a desprenderse de su negocio son varias. Algunas de las más habituales son las siguientes:
- Jubilación: el dueño del negocio considera que ya ha estado demasiados años trabajando y que, por lo tanto, merece un descanso.
- Preferencia de un cambio: el hecho de llevar un negocio propio puede resultar agotador. Por ese motivo, aunque la empresa funcione, el emprendedor opta por un cambio de vida y dedicarse a otra actividad que no precise de una atención tan constante.
- Malas perspectivas futuras: es cuando hay que ir con más cuidado. Puede que el mismo emprendedor estime que, en un futuro más o menos próximo, su compañía puede pasar por ciertos problemas. Antes que esto ocurra, prefiere desprenderse de ella en un momento en el cual pueda sacar un precio considerable.
¿Qué hay que estudiar de la empresa a comprar?
Los puntos más importantes que hay que estudiar de la empresa son los siguientes:
- Estados contables: es habitual realizar una auditoría de las cuentas para asegurarse que se refleja una imagen fiel. Especialmente, es importante fijarse en las ratios de endeudamiento (tanto totales como a corto plazo) y los recursos propios disponibles respecto el total de la deuda contraída.
- Progresión de los beneficios y ventas: no solamente hay que dejarse deslumbrar por las cifras de ventas o beneficios, porque no implican necesariamente una situación de solvencia futura. Puede que consideremos que una empresa puede tener potencial pero que, una mala gestión, la haya llevado a una situación compleja.
- Situación del sector: hay que estimar si se trata de un sector con futuro. Es decir, si está en fase de crecimiento o, por el contrario, está en fase de madurez o en declive.
- Reconocimiento e imagen de marca: se trata del principal intangible de toda empresa. Hay que saber qué piensa el público objetivo sobre la empresa y si está correctamente situada en el mercado.
- Nivel de innovación: es clave para valorar la viabilidad a largo plazo de toda empresa. En un contexto competitivo, los cambios son constantes y, por lo tanto, hay que saber si la compañía se encuentra, como mínimo, al mismo nivel de innovación que la competencia.
- Situación de los trabajadores: las situaciones de venta de empresa acostumbran a poner en una situación de tensión a los trabajadores, que sufren por su continuidad. En ese sentido, hay que valorar cuáles son las habilidades requeridas para desarrollar los distintos procesos y si la actual plantilla las cumple. Del mismo fondo, determinar si la compañía tiene los recursos necesarios para que lo puedan hacer.
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