Reyes Calderón, consejera de Popular y OHL: «El control perfecto en una empresa no existe”

Reyes Calderón
Reyes Calderón es consejera del Banco Popular y de OHL y experta en Gobierno Corporativo.

Reyes Calderón es experta de la Universidad de Navarra en Gobierno Corporativo y además ocupa el cargo de consejera en dos importantes empresas: Banco Popular y OHL. De hecho, se comenta en el mercado que fue ella una de las que propició la salida de Ángel Ron de la presidencia de la entidad por sus constantes quejas a la gestión que estaba llevando a cabo el ya saliente presidente del banco.

Bajo el auspicio de la Fundación Ramón Areces, quiso mostrar desde su experiencia lo mucho que han cambiado las cosas en los órganos ejecutivos de las empresas desde la caída del gigante Enron. Para nuestros lectores más jóvenes, esta empresa energética americana fue durante 5 años la más admirada de EEUU según la revista Fortune y, tras detectarse anomalías grandes en su auditoría, quebró pasando de valer 80 dólares la acción a 0,60 en escasos 6 meses.

Con todo, hay que decir que en estos 17 años que llevamos de siglo hemos visto otros escándalos como Parmalat, Sumitomo, Volkswagen, WorldCom, Barclays, Petrobras o Madoff por poner sólo algunos ejemplos bien conocidos.

Reyes Calderón es partidaria por tanto de ir siempre un paso más allá del cumplimiento de las normas; «ahora se aplican códigos que todavía no están aprobados», afirmó, pues «si algo nos enseña la historia es que el control perfecto no existe». De hecho, recuerda Calderón que Enron contaba con un fantástico código ético pero quebraron porque no se cumplía y los propios empleados de la compañía eran conscientes de las trampas que estaban haciendo.

A pesar de las importantes pérdidas económicas, para esta experta lo más grave es la desconfianza que se ha extendido en todos los líderes empresariales. Ahora se establecen códigos éticos que por cierto y según esta doctora en Económicas y en Filosofía ya tenemos suficientes y no debemos caer en la saturación de regulación pues se consigue que no se cumpla ni lo más básico que es la normativa vigente. «No es sólo cumplir la norma sino saber por qué lo haces», sentenció.

Sin olvidar, que las empresas tienen que ganar dinero y servir a sus clientes para aportar a la sociedad que es su principal esencia. Muchas compañías cumplen las normas para evitar que las sancionen pero tiene que trasladarse a toda la organización la existencia de unos principios éticos y unos valores propios de la empresa. En caso contrario, los empleados, que como humanos son imperfectos y pueden ser deshonestos aunque no lo confiesen, tendrán más difícil incumplir si los controles dentro de la empresa son muy exigentes.

De hecho, esta consejera de prestigio confesó que existen a veces operaciones de maquillaje de las cuentas que se quedan a caballo entre la ética y la estética pues hay una línea muy delgada. Pero hay que hacerlo para no perder el respaldo de los stakeholders en un mundo muy competitivo.

Los consejos de administración han ido reduciendo su tamaño, incrementando las veces que se reúnen, siendo cada vez más técnicos y expertos, también diversos pero no siempre a un consejero le da tiempo a leerse las 800 páginas que componen un informe y dar un análisis acertado. Precisamente por esto, Calderón aboga por los comités de auditoría que supervisen todo lo que se va aprobando y que la inclusión de independientes está bien pero no es tampoco la panacea pues su presencia no garantiza que todo vaya a estar bien.

Con mucha honestidad Reyes abordó que todas las personas tenemos un sesgo, un conocimiento limitado de las cosas, que a nadie le gusta enfrentarse a las mayorías y que a veces discrepar puede suponer la no continuidad en un consejo que suele estar muy bien remunerado.

Para evitar todo esto existe la compliance, para no permitir que las débiles estructuras de gobernanza y control sequen las raíces de la autoregulación y generen incentivos perversos. Y para esto no basta sólo con tener un auditor que nos pasa una minuta millonaria sino tener a la gente más preparada a los mandos de la nave sabiendo que se pueden equivocar.

Los fallos de una manzana podrida se solventarán siempre con un coste reputacional grande a través de la llamada pena del telediario, dijo. También que «El Gobierno Corporativo tiene que verse en positivo y da mucha tranquilidad a la sociedad y a los inversores, porque permite mejorar. Tiene la función de controlar a los ejecutivos, pero tiene otras muchas: de innovación, de asesoramiento, de acompañamiento… Lo que hay que hacer sobre todo es crear una cultura de cumplimiento y alinearnos con ella más que con el cumplimiento de las normas propiamente dicho».

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