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Elon Musk, la mejor noticia para Twitter

Bolsas Microsoft Apple
El fundador de Tesla, Elon Musk.
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

La venta de Twitter a Elon Musk por 40.500 millones es la operación empresarial del año y puede tener consecuencias muchísimo más importantes de toda índole. La alicaída red social puede cobrar una enorme relevancia si la persona más rica del mundo cumple su promesa de acabar con la censura, algo que ha puesto de los nervios a la izquierda, que hasta ahora campaba a sus anchas. Pero también encierra importantes mensajes sobre el futuro de la tecnología en un momento en que Netflix, Amazon, Facebook o Google se han estrellado con sus resultados.

El nerviosismo de la izquierda -no sólo la española- ante la operación es de lo más elocuente. Temen, no sin razón, quedarse sin el que se había convertido en su principal altavoz por la inexplicable censura de las cuentas de derechas (empezando por la de Donald Trump). En España, esta política se llevó por delante a su anterior responsable, Nathalie Picquot. Pero su sucesor, Javier Pagán, no ha enderezado el rumbo, porque el problema es mundial.

Sin embargo, Musk lo tiene muy claro a este respecto, y eso es lo que les asusta:

La izquierda está atacando al fundador de Tesla con argumentos de lo más peregrino, como que es un capitalista, como si los fundadores de Twitter no lo fueran, o como si pudiera haber Twitter, smartphones u ordenadores sin el capitalismo. O que con lo que le va a costar la opa se podría acabar con el hambre en el mundo, argumento propio de un concurso de misses y que no han aplicado a otras muchas operaciones empresariales de importe similar o incluso superior. Sin ir más lejos, la opa de los Benetton y Blackstone sobre Atlantia por 49.000 millones entre capital y deuda. Pero esa les da igual, porque no amenaza su juguete. Aquí un ejemplo de sus ataques:

Aparte del odio habitual al que se hace rico partiendo de la nada (véase el caso de Amancio Ortega), lo que les pone nerviosos es que Musk tiene muy claro cómo ha evolucionado la política en los últimos años. Mientras la derecha se ha mantenido más o menos en su sitio -él habla de EEUU; en Europa sí ha habido un fuerte crecimiento del nacionalismo que allí ha existido toda la vida-, la izquierda se ha escorado cada vez más por culpa de la llamada ideología woke, una amalgama radical de elementos del feminismo, LGTBI, antirracismo, ecologismo, etc. revueltos en la coctelera y que desemboca en disparates como los que comete Podemos un día sí y otro también.

Musk lo explica con dibujitos para que hasta el más sectario lo entienda:

Y por si no había quedado claro, remarca:

Claro que a Musk tampoco hay que tomárselo muy en serio. Lo mismo dice eso que quiere comprar la Coca Cola para volver a ponerle cocaína (y recuerda que el eslógan de la marca es «Real magic is only a sip away») o McDonald’s para arreglar todas las máquinas de helados («mira, también puedo hacer milagros»). Así que la aplicación práctica de su principio de no censurar nada caerá en los ejecutivos que nombre en Twitter. Y tendrán que lidiar con Estados no democráticos donde no hay libertad de expresión, ni en las redes ni en ningún sitio. Pero, tal como estaba el patio en Twitter, la mejor noticia para la libertad de expresión es que la compre Musk. Peor que ahora no va a estar.

El agotamiento de las grandes tecnológicas

Más allá de las cuestiones ideológicas, lo cierto es que los gigantes tecnológicos que han protagonizado la última década dan claros síntomas de agotamiento del modelo. La propia Twitter ha tenido siempre un serio problema de rentabilidad, que es a lo que quiere dar la vuelta Musk con su adquisición (no la ha comprado para perder dinero, eso tengámoslo claro). Y Facebook, su eterno rival, no va mucho mejor, aunque en el primer trimestre volvió a crecer en usuarios. Meta (la matriz de Facebook, Whatsapp e Instagram) registró una caída del beneficio del 21%, y aun así subió en Bolsa porque el mercado esperaba algo peor.

Y no es el único caso. Su majestad Google (Alphabet), que sólo nos deja las migajas del negocio publicitario para repartírnoslas entre los medios de comunicación, ha sufrido una caída del 8,3% de su resultado trimestral. Hasta el gigante Amazon, presidida por el segundo hombre más rico del mundo, ha registrado unas enormes pérdidas el trimestre. Aparte de que es imposible que las ventas online mantengan el nivel de la pandemia, Jeff Bezos se metió en un negocio de furgonetas eléctricas que le ha salido regular tirando a mal. Imitar a Musk, por mucho que seas Bezos, no es tan fácil.

Netflix

Y qué decir del batacazo de Netflix por culpa del fin de la pandemia, las contraseñas compartidas, su pinchazo en países como India, su salida de Rusia y, no nos engañemos, su incapacidad de producir nuevas series a la altura de Stranger Things, Vikingos o Gambito de dama.

El drama es demasiado generalizado como para achacarlo a un problema puntual de una empresa. Las grandes tendencias que habían diseñado nuestra forma de vida hasta ahora se están desinflando y ese vacío será ocupado por una serie de líderes que emergerán ahora como hicieron ellos en su momento. No sabemos aún quiénes serán, pero nos sumaremos con entusiasmo a sus avances y se harán inmensamente ricos. Eso es el capitalismo, que es lo que hace avanzar a la humanidad desde el principio de los tiempos.

Por cierto, el mejor ejemplo del capitalismo sigue batiendo récords trimestre tras trimestre llueva, truene o nieve. Se llama Apple, por si no lo sabían. Y la mayoría de los anticapitalistas tuitean desde un iPhone.

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