Celebrar los datos del paro de mayo es un error: la recuperación económica no es sostenible

El número de ocupados aumentó en 711.100 personas en términos interanuales (+3,8%), el paro bajó en 76.500 personas (-2%) y la firma de contratos indefinidos se duplicó (+104% interanual). Además, el número de personas en ERTE se redujo en 93.200 en comparación con abril. Quien quiera celebrar estos datos, entonces, podrá hacerlo. Pero se equivocará. Sería, como mínimo, un ejemplo de «cantar victoria antes de tiempo», algo que se debe evitar.

Que hay una recuperación en la economía y, consecuentemente, en el mercado de trabajo, es innegable. Pero que sea una recuperación sólida es discutible. Pensar que la misma está garantizada, es una temeridad.

Los datos de empleo de mayo cuentan con el favor de la estacionalidad positiva (inicio de la campaña de verano), del ‘chute’ extra del final del estado de alarma y, en especial, del ‘efecto base de comparación’ (este surge de comparar datos de un mes ‘medio normal’, mayo de 2021, con uno atípico, con la economía casi paralizada por el confinamiento, mayo de 2020). Aun así, los 711.100 nuevos empleos no alcanzan a recuperar los 886.000 que se perdían hace un año.

Si comparamos los datos de mayo último con los del mismo mes de 2019 podemos acercarnos al estado real del mercado de trabajo. Así encontramos que el empleo es ahora un 0,9% menor y que el paro es 23% mayor (702.000 parados más), en especial entre los jóvenes (+34%) y los inmigrantes (+49%). La firma de contratos se disparó, pero los que se rubricaron en mayo son tantos como los que se firmaron en el mismo mes de 2006 (¡hace 15 años!).

Ahora hay 225.700 empleados públicos más que hace 24 meses (+8,9%) y se cuentan como “ocupados” a 542.100 personas en ERTE. Si descontamos ambos grupos, tenemos que el empleo asalariado del sector privado es ahora un 7,1% más bajo que en mayo de 2019. El crecimiento cercano al 4% que muestran los datos oficiales, es, haciendo los ajustes correspondientes, una caída próxima al 7%. Algo mucho más acorde con una economía que recién empieza a recuperarse del segundo mayor golpe desde 1850.

Hay elementos que favorecen la continuidad de la recuperación: el avance de la campaña de vacunación, la fuerte reactivación de las economías más grandes del planeta (EE.UU. y China) y la gradual vuelta del turismo internacional (quien quiera, puede incluir también la llegada de los fondos europeos, aunque yo desconfío de su impacto real). Esas fuerzas favorables tienen que batirse contra la política económica del Gobierno de Pedro Sánchez, que es la principal amenaza para la recuperación.

El Gobierno ha subido o creado doce impuestos, y promete seguir subiendo o creando otros más. Si eso sirviera para una reducción drástica del déficit fiscal, al menos tendría un pase. Pero los datos de los primeros meses del año muestran que la recaudación aumentó, aunque el déficit fiscal creció aún más. Nunca alcanzará el dinero para quien solo piensa en gastar y menos aún para quien cree que el dinero público “no es de nadie”.

La realidad es que la deuda pública ya supera el 125% del PIB y que España volverá a tener el déficit fiscal más grande de la UE tanto en 2021 como en 2022. Sobre esa base se produce el repunte de la inflación, con la incertidumbre de saber si será algo pasajero o no. Si en algún momento la expectativa predominante fuera que la inflación volvió para quedarse, la subida de tipos de interés sería inmediata, las cuentas públicas sufrirían un deterioro adicional y se volvería a hablar de la “sostenibilidad” de la deuda pública. Es decir, de la posibilidad de seguir refinanciándola sin problemas.

La debilidad que muestran los datos cuando se los analiza y las amenazas recién apuntadas me hacen pensar que no hay lugar para celebración alguna. Más bien, creo que es hora de apretar los dientes.

@diebarcelo