Aranceles, un disparo en el propio pie

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha cumplido sus amenazas y ha impuesto aranceles a países de todo el mundo, entre ellos a sus vecinos México y Canadá, y al bloque de la Unión Europea.
La teoría de juegos nos enseña que dos personas u organizaciones pueden no cooperar entre ellas incluso si ello va en contra del interés de ambas. El dilema del prisionero fue formulado en 1950 por Flood y Dresher. En resumen, se trataba de analizar el comportamiento durante una detención policial de dos sospechosos sin pruebas concluyentes.
La policía ofrece el mismo trato a los dos, por separado con ofertas de diferentes penas de cárcel, en función de que uno de ellos confiese ser culpable. Si ambos lo negaran todo, sería la mejor opción conjunta, pero se prima el egoísmo del que confiesa para cargarle la máxima pena al otro si no confesaba.
En relaciones internacionales se usa para ilustrar el problema de dos estados involucrados en una carrera, sea de aranceles o de armamento. Las opciones para igualar la reciprocidad entre ellos, son o bien incrementar los aranceles en la misma proporción que el competidor o llegar a un acuerdo mediante la cooperación para reducirlos.
En el caso de justificar la reciprocidad al alza, ambos países defienden actuar racionalmente, pero el resultado real es irracional creando una incertidumbre creciente dañando a sus respectivas familias y empresas en un entorno de volatilidad incontrolable.
Elon Musk, asesor de la presidencia de la Casa Blanca que ha perdido 17.800 millones de dólares en Tesla en solo dos sesiones bursátiles, espera que la guerra comercial acabe en una situación de arancel reciproco cero por ambas partes en una zona transatlántica de libre comercio sin aranceles entre Europa y los EEUU.
Unas declaraciones realizadas a una audiencia europea en Florencia apenas unos días después de la mayor subida de impuestos realizada en tiempos de paz con destino a la población estadounidense para las importaciones de 200 países con aranceles arbitrarios y sin solvencia técnica de entre el 10% y el 50%, basándose en el déficit comercial bilateral sin tener en cuenta las cadenas de suministro y las alianzas estratégicas, dañando sobre todo a las regiones menos desarrolladas que dependen del comercio mundial para crecer internamente. El déficit comercial no es un problema en sí mismo y puede ser compatible con el crecimiento.
Por ejemplo, el déficit comercial con Vietnam donde se fabrican la mitad de las zapatillas que Nike exporta al mundo entero y que asciende a 123.500 millones de dólares, no se va a corregir con un arancel desproporcionado y unilateral del 46%, ya que las compras vietnamitas ascienden a solo 19.000 millones.
Vietnam en su diplomacia de bambú y a través de To Lam, secretario general del Partido Comunista de Vietnam ya ha anunciado un arancel cero para los productos norteamericanos y solicitado a Trump un aplazamiento de 45 días del arancel americano.
En paralelo se compromete a comprar más gas licuado americano, más productos agrarios como soja para pienso o incluso aviones Boeing. EEUU es el principal mercado para las prendas textiles vietnamitas y es el lugar de fabricación de iPads y Mac Books de Apple. Dell fabrica el 25% de sus ordenadores personales.
Detrás de esta medida de desglobalización temeraria para muchos, el gobierno americano que además está rompiendo la filosofía de las exitosas cadenas globales de valor, perjudica además a las propias empresas estadounidenses.
Su plan es acabar con el abultado déficit comercial aumentando las exportaciones, forzando la reducción de trabas comerciales y aranceles de los destinos de los productos americanos. A nadie se le oculta que está iniciando una guerra comercial de grandes consecuencias.
En esta escalada China acaba de mover ficha, ha anunciado aranceles de represalia de igual importe, un 34% y EEUU dice que caso de no retirarlos volverá a subir los aranceles en un 50% adicional al ya 54% existente.
Como ya señaló en su día el presidente Reagan para explicar la noción de protección y represalias, si en un barco uno de los pasajeros empieza a disparar al casco y abre una vía de agua y los restantes pasajeros lo imitan el daño será mayor para todos. China está ya disparando al casco.
También se anuncia que otro de los objetivos de los aranceles es conseguir la reindustrialización en los EEUU. Primando para ello y protegiendo la fabricación en territorio de los EEUU mediante una deseada relocalización en suelo estadounidense de las empresas de capital americano que operan hoy desde terceros países buscando incluso una fracasada autarquía sustentada en industrias obsoletas.
Eso sí encareciendo el proceso productivo con unos costes laborales más elevados lo que hará subir los precios de los productos. Las empresas invertirán menos en innovación bajo el paraguas cómodo de la protección del gobierno, perdiendo una competitividad que hará a medio plazo que los productos sean cada vez menos demandados por los consumidores tal y como ocurrió con las fábricas alemanas ubicadas en el este frente a aquellas que operaban en el oeste.
Los trabajadores industriales inicialmente tenían los mismos orígenes y la caída del muro nos ofreció una visión del resultado del proteccionismo gubernamental a largo plazo sobre la industria perdiéndose miles de puestos de trabajo.
Subvencionar sectores no competitivos significa despilfarrar el dinero del contribuyente y más en un mundo de cadenas de suministro interconectadas globalmente.
Finalmente se afirma que además de una recaudación impositiva vía aranceles, se va a lograr una mejor financiación de los 9 trillones de dólares de deuda del Tesoro americano que vence durante el primer semestre del año 2025, un 25% del total de la deuda viva.
Todo esto se conseguiría enfriando la economía, debilitando el dólar y obteniendo una rebaja de los tipos por parte de la FED lo que supone abaratar el coste de la deuda pública que algunos ya cuantifican en 100.000 millones en unos pocos días.
Y todo esto, aunque para ello deba provocarse una tormenta financiera, una recesión multiplicada por la incertidumbre y el pánico en los mercados internacionales, lo que ya estamos viendo en la actualidad con una huida masiva de la renta variable hacia los bonos del tesoro a 10 años como activo refugio. El peligro real es crear una recesión económica que puede terminar en la temible estanflación, tan dañina para las empresas y las familias.
Tal y como se recogía en la publicación de referencia American Foreign Policy today del autor Temple Wanamaker en 1964, la crisis del año 1929, supuso una gran destrucción empresarial y un aumento de la pobreza entre las familias y fue generada por la subida de impuestos y por la anterior oleada de aranceles recíprocos, establecido por el presidente Herbert Hoover, mediante la Ley Smoot-Hawley.
Esta ley tenía unos fines proteccionistas para crear más empleos americanos que realmente tuvieron un impacto devastador sobre la producción y el empleo, por una intensa guerra comercial entre países que acabaron en la gran depresión y que solo empezó a ser corregida en 1934 por los acuerdos de comercio que permitían reducir a la mitad los aranceles mediante negociación eliminando cuotas máximas y la discriminación. La lenta negociación bilateral dio paso a los acuerdos del GATT establecidos en Ginebra en 1947.
Este ejercicio de poder del presidente Trump, un tarifazo universal, es para muchos el mayor error económico de la historia de un país moderno. Un tsunami arancelario, y los resultados se están viendo desde el principio, con la reducción del comercio mundial, los precios disparados, la reducción de las alternativas y menor libertad de elegir de los consumidores, dejando de promover la competitividad de las empresas e incrementado su dependencia del apoyo gubernamental. A medio plazo veremos aumento del desempleo, la caída de los salarios reales y de las inversiones.
En paralelo, la confusión reina en las bolsas de todo el mundo y se desploman por la incertidumbre y la fuerza del pánico vendedor. Estamos ante la peor semana bursátil desde la declaración de la pandemia en el año 2020 con caídas superiores al 10% y perdidas de trillones de dólares. Los fondos de alto riesgo, hedge funds, han de vender indiscriminadamente para evitar pérdidas mayores debido a sus políticas de margin calls.
Los bancos pierden valor en bolsa porque se prevé que habrá menos negocio y el acceso al crédito se endurecerá, las energéticas bajan porque se anuncia menos actividad económica y menos consumo de energía, baja también el oro, baja el petróleo que anticipa una menor actividad económica por la recesión y baja el dólar. El colapso de las valoraciones en bolsa combinado con un riesgo creciente y recesión global es una combinación tóxica para los mercados de deuda.
La respuesta inicial de la Unión Europea frente a la subida del 20% de los aranceles es clara. Mantener la cabeza fría ante una declaración de guerra comercial, no desatar de momento una guerra comercial y proteccionista con uno de nuestros socios principales, dialogar unidos y negociar una respuesta coordinada y sobretodo no echarnos en manos de una tercera potencia sin cambiar las reglas del juego existentes.
Bruselas ha estimado que el coste arancelario afectará al 70% de las exportaciones actuales y los EEUU pasarían de cobrar 7.000 millones de euros a recaudar 81.000 millones con las nuevas medidas, incluyendo los aranceles al acero, al aluminio y por la importación de vehículos.
Sirvan como ejemplo los datos de la balanza comercial de China con España que está muy poco compensada. Vendemos 8.000 millones y compramos productos por valor de 50.000 millones.
Cambiar a toda prisa las alianzas comerciales exitosas con países de consumidores compradores por alianzas con países de vendedores no parece ser muy práctico, máxime cuando estos países tienen hoy la necesidad de colocar con gran rapidez, los millones de productos ya fabricados a los que el gigante americano ha puesto un veto infranqueable para ellos.
No responder a los aranceles con más aranceles. Esta puede ser una estrategia válida para el gigante asiático, pero terriblemente negativa para los países de la Unión Europea que debemos liderar la apertura en momentos de la incertidumbre autárquica que representan las medidas de Trump.
En este sentido la UE acaba de proponer aranceles cero para los bienes industriales incluidos los automóviles. También evita de momento imponer aranceles sobre el bourbon americano para intentar salvar el comercio vitivinícola italiano, francés y español y otras bebidas alcohólicas de la UE.
Es un inteligente buen punto de partida inicial para negociar. Además, la UE tiene la oportunidad de eliminar los aranceles internos, rebajar impuestos, reducir las trabas burocráticas, simplificar la regulación y permitir el comercio libre con el resto del mundo ampliando relaciones con Mercosur, Canadá y otros países clave en el comercio mundial.
En una palabra, liderar el comercio mundial a la vez que completar el mercado único sobre todo de servicios, mejorar la regulación y la integración europea lo que supondría elevar el PIB europeo en un 5%.
También es una oportunidad para potenciar la innovación y moderar algunas políticas medioambientales muy severas que están retrasando el despegue de la industria del automóvil y algunos sectores clave, así como revisar el precipitado cuestionamiento de la necesaria energía nuclear para garantizar precios competitivos y estables de la energía.
Si no lo hacemos así tendremos que afrontar una nueva crisis, una recesión con peligro de estanflación, con un creciente desempleo y una alta inflación, que junto con la incertidumbre sería el peor escenario para nuestras empresas y familias.
Ad finem belli iniusti perveniendum est cum mente frigida
José Luis Moreno, economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.