Adiós a Liberbank, el banco que se salvó tres veces de la quiebra
Las garantías de CCM, evitar a la CAM y la prohibición de los cortos tras la caída del Popular, hitos clave
Unicaja y Liberbank cerrarán su fusión el 30 de julio y las acciones comenzarán a cotizar el 2 de agosto
Unicaja y Liberbank cierran su fusión con el reto de integrar Ibercaja para evitar que los absorba un grande
El Gobierno da luz verde a la fusión entre Unicaja y Liberbank
La historia de todos los bancos españoles está llena de grandes operaciones, compras ruinosas, crisis, expansiones y momentos en que estuvieron al borde del abismo. Pero muy pocos tienen una historia llena de tantas vicisitudes en tan poco tiempo como Liberbank, la obra de un asturiano llamado Manuel Menéndez, que se ha salvado de pasar a mejor vida tres veces en apenas 10 años. Este lunes empieza una nueva vida fusionado con Unicaja, que también promete emociones fuertes.
La primera vez: CCM
Menéndez presidía la pequeña Caja de Ahorros de Asturias (Cajastur), que se había quedado muy rezagada de la alocada expansión de estas entidades en los días de vino y rosas del ladrillo, pero tenía una gran ambición; es su rasgo más distintivo. Entonces estalló la crisis financiera en 2009, cuando «el sistema financiero más sólido del mundo», según Zapatero, hizo agua por todas partes tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. En marzo cayó la primera entidad, Caja Castilla-La Mancha (CCM), que presidía el ínclito socialista Juan Pedro Hernández Moltó.
Menéndez vio ahí la oportunidad de oro para lanzar su ansiada expansión, pese a que CCM era mucho más grande que Cajastur. Y se aprovechó del pánico en que entraron el Gobierno y el Banco de España -presidido por el no menos ínclito Miguel Ángel Fernández Ordóñez, MAFO- para sacarles el oro y el moro mediante una inyección de capital y un esquema de protección de activos (EPA): una garantía que cubría el grueso de las posibles pérdidas de la caja castellana relacionadas con el ladrillo. En total, unas ayudas públicas de 4.156 millones. Sin esas garantías, CCM habría arrastrado irremisiblemente a Cajastur a la quiebra.
La segunda vez: la CAM
A partir de ahí, Menéndez se vino arriba y comenzó a explorar posibles integraciones con otras cajas en el baile de fusiones con el que MAFO esperaba salvar al sector. El proyecto más potente se negoció con Caja Murcia y Caja Navarra, pero fracasó por algo que sería una constante a partir de entonces: el choque de egos. Menéndez, el murciano Carlos Egea y el navarro Enrique Goñi querían mandar y no estaban dispuestos a obedecer a ninguno de los otros dos.
Descartada esta operación, el asturiano buscó otra donde iba a mandar seguro con la alicantina CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo, de tamaño parecido al suyo con CCM), Caja Cantabria y Caja Extremadura: se llamaría Liberbank. Y ahí Menéndez protagonizó el mayor acierto (o evitó el mayor error, según se mire) de su carrera: el día que iba a formalizarse la fusión, se negó a incorporar a la CAM porque no se fiaba de sus cuentas.
Eso le salvó de una quiebra segura ya que, en efecto, la CAM era «lo peor de lo peor», según dijo posteriormente MAFO. Van dos veces. La CAM acabó siendo intervenida por el Banco de España en 2011, subastada y vendida a Banco Sabadell de nuevo con EPA, el mayor de toda la crisis. Pero siguió adelante el proyecto de Liberbank con las otras tres entidades.
En 2012 se produjo el retrasado pero inevitable rescate financiero de España por la UE, en el que Liberbank no fue nacionalizada pero tuvo que recibir una inyección de 124 millones para reforzar su solvencia, que salía deteriorada en los test de estrés que hizo Oliver Wyman. Devolvió ese dinero en 2014 y salió a cotizar (aunque mediante un listing en Bolsa sin vender acciones al público) en mayo de 2015.
La tercera vez: Banco Popular
La tercera ocasión en que Menéndez se salvó del abismo fue con ocasión de la resolución del Banco Popular en junio de 2017. Aquello fue también producto del pánico, pero no de las autoridades como en 2009, sino del mercado. La lógica era que, si el Popular había caído, es que la banca española seguía teniendo muertos en el armario después del rescate. Y, por esa regla de tres, el siguiente en caer era el que se consideraba más débil (el más pequeño de los cotizados): Liberbank. Así que los inversores se lanzaron a saco a vender acciones y el valor se desplomó un 50% en 10 sesiones.
Aquí la que entró en pánico fue la CNMV, presidida entonces por Sebastián Albella, y decidió poner freno a la sangría prohibiendo los cortos (posiciones bajistas) en el valor. La medida funcionó, y la cotización recuperó con fuerza, aunque nunca recuperó los niveles anteriores al desplome.
Pero creó un agravio comparativo con el Popular, donde no se prohibieron los cortos pese a acaparar más del 10% del capital, lo cual no sentó especialmente bien a los accionistas del banco que perdieron todo su dinero en la resolución (la CNMV ha enviado un informe a la Audiencia Nacional en que exculpa a los cortos de la caída, como ha informado OKDIARIO).
Y ahora, Unicaja
Después de salvar ese tercer match ball, llegaron las negociaciones con Unicaja en 2019, la ruptura de conversaciones, su reanudación en 2020 -con algunos escarceos con otros posibles candidatos como Bankia y Kutxabank, en parte para presionar a los andaluces- y la fumata blanca justo a fin de año.
De nuevo, el gran obstáculo ha sido el choque de egos, esta vez con el presidente de Unicaja, Manuel Azuaga, que se ha saldado con una patada adelante hasta dentro de dos años. De momento, este Manolo será presidente y el otro Manolo, consejero delegado; pero en 2023, el primero se jubilará y el otro tendrá que poner su cargo a disposición del consejo, pero no dimitir. Es decir, el ambicioso Menéndez podría hacerse con el poder, como siempre. No nos vamos a aburrir de aquí a entonces.
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