Todas las curiosidades tras las estatuas moáis de la Isla de Pascua
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Si eres un amante de la historia o de la geografía, probablemente hayas oído hablar de las estatuas moáis de la Isla de Pascua, uno de esos símbolos de antiguas civilizaciones con los que cuenta la humanidad toda, y sobre el que aún quedan varios misterios sin resolver.
En este caso, son las curiosidades tras las estatuas moáis de la Isla de Pascua las que nos atrapan, ya que una de las formas de conocer más a fondo estas figuras, es precisamente deteniéndonos en aquellas cuestiones que, de pronto, llaman la atención a los expertos.
Y es que si la Isla de Pascua es una de las zonas turísticas más importantes de Chile, eso se lo debe indudablemente a la presencia de estos personajes, que terminan de complementar una oferta por demás interesante, con paradisíacas playas, y una flora y fauna de extraordinaria diversidad.
¿Qué hay detrás de las estatuas moáis de la Isla de Pascua?
Si observas una foto de ellas, lo primero que te sorprenderá saber es que no son cabezas, sino cuerpos enteros, con manos y pies, aunque en la mayoría de los casos esas extremidades permanecen bajo tierra, y por eso su aspecto de ser “sólo cabezas”. Curiosamente, durante muchos años se creyó que eran así como los vemos.
Tampoco está claro desde cuando las estatuas moáis de la Isla de Pascua están allí, aunque los especialistas coinciden en que algunas de las expresiones más antiguas podrían tener unos 1.000 años en su haber. Otros aseguran que alguna incluso puede ser más antigua pero, hasta el momento, ha sido imposible descifrar el tiempo exacto de su aparición.
Lo que sí parece confirmado es que la construcción de estatuas se detuvo repentinamente allá por los siglos XV y XVI, cuando el culto a los moáis desapareció.
Esa religión sostenía, por otro lado, que los moáis sólo únicamente debían tener los ojos abiertos cuando llegaran a su destino. Por eso se especula con que eran construidas lejos de su morada definitiva donde se erigen junto a los demás, rindiendo homenaje a los antepasados.
De orejas y manos largas, tal como los habitantes de la isla hace un siglo, y tanto hombres como mujeres, tienden a dar la espalda al mar, y eso se debe a la suposición de que deben velar por sus descendientes, mirándoles a ellos y no la costa.