Lo estás limpiando mal: el error común al fregar el suelo que ensucia más de lo que limpia


La limpieza del hogar no es sólo una cuestión de estética, sino también de salud. Un espacio limpio ayuda a prevenir la proliferación de bacterias y otros microorganismos que pueden ser perjudiciales para nuestra salud, especialmente cuando tenemos niños o mascotas. Uno de los lugares que más se ensucia es el suelo, que recoge continuamente polvo, pelos de animales y restos de comida que se van acumulando con el tiempo. Sin embargo, hay un error muy habitual al fregar el suelo que impide que quede tan limpio como nos gustaría: la temperatura del agua.
Aunque muchos piensan que el agua caliente es la mejor opción, la realidad es que, en muchos casos, el agua fría es la más eficaz. La razón detrás de esto radica en una simple reacción química, ya que el agua caliente puede acelerar la evaporación de algunos componentes de los productos de limpieza, haciendo que se disipen antes de lo que debería. Mientras, el agua fría tiene la ventaja de mantener los productos de limpieza activos durante más tiempo.
No cometas este error al fregar el suelo
Cuando se trata de limpiar el suelo, es fundamental elegir la temperatura adecuada del agua, ya que esto influye directamente en la efectividad de los productos de limpieza que utilizamos. Muchas personas tienden a llenar el cubo con agua caliente, pensando que esto ayudará a desinfectar y limpiar más profundamente. Sin embargo, éste es un error común al fregar el suelo que puede hacer que el proceso de limpieza no sea tan efectivo como debería.
Aunque por lo general el agua fría más eficaz para limpiar el suelo, existen situaciones en las que el uso de agua caliente sí está justificado. Un ejemplo claro de esto son las manchas de grasa o aceite, que son más difíciles de eliminar y requieren de un esfuerzo adicional. El agua caliente puede ayudar a disolver las grasas con mayor facilidad.
Paso a paso
Por otro lado, la técnica empleada también es clave para garantizar que el suelo quede realmente limpio. Una de las primeras recomendaciones es asegurarse de que el suelo esté bien barrido o aspirado antes de empezar a fregar. Si dejamos restos de polvo o suciedad, los arrastraremos con la fregona y, en lugar de limpiar, simplemente extenderemos la suciedad de un lugar a otro.
A continuación, hay que mojar bien la fregona y asegurarnos de que esté lo suficientemente húmeda pero no empapada. Usar demasiada agua puede hacer que el suelo quede demasiado mojado, lo que puede ralentizar el proceso de secado y aumentar la posibilidad de que se queden marcas. Es mejor usar una fregona ligeramente húmeda y cambiar el agua regularmente para evitar que se acumule suciedad en el cubo.
Un truco muy útil es fregar en líneas rectas o en movimientos en forma de «S», lo que permite cubrir toda la superficie de manera uniforme y sin dejar zonas sin limpiar. Si el suelo tiene manchas o suciedad más persistente, se puede aplicar un poco más de presión sobre esas zonas, pero sin abusar, para no dañar la superficie del suelo.
Limpieza de la fregona
Otro error habitual al fregar el suelo es no limpiar adecuadamente la fregona después de cada uso. Cuando fregamos el suelo, la fregona recoge suciedad, polvo, pelos y restos de productos de limpieza. Si no la limpiamos correctamente, estos residuos se quedan atrapados en las fibras y, con el tiempo, pueden acumular bacterias y malos olores.
Por lo tanto, es importante enjuagar bien la fregona con agua caliente y jabón, y dejarla secar al aire para evitar la proliferación de bacterias. Si la fregona tiene un cabezal desechable o lavable, hay que asegurarse de lavarlo regularmente a fondo, siguiendo las instrucciones del fabricante. También es recomendable cambiarla por una nueva cada cierto tiempo para garantizar que siempre esté en buen estado.
Limpiador casero
Un limpiador casero para el suelo es una excelente opción para quienes prefieren utilizar productos naturales y evitar químicos agresivos. Los ingredientes son muy simples: 1 litro de agua tibia, 1/4 de taza de vinagre blanco, 1 cucharada de bicarbonato de sodio y 10 gotas de aceite esencial (opcional, para un toque de fragancia, como lavanda, eucalipto o limón). El proceso es muy sencillo:
- En un cubo, mezcla el agua tibia con el vinagre blanco.
- Añade el bicarbonato de sodio y revuelve bien hasta que se disuelva completamente.
- Si deseas un aroma fresco, agrega unas gotas de aceite esencial y mezcla nuevamente.
- Usa una fregona para mojarla en la solución, escúrrela bien y procede a fregar el suelo como lo harías normalmente.
Limpiar el suelo puede parecer una tarea simple, pero como hemos visto, existen varios factores que pueden influir en la efectividad de la limpieza. Desde la elección de la temperatura del agua hasta la técnica que utilizamos al fregar, todo cuenta a la hora de conseguir un hogar realmente limpio y libre de bacterias.