El impresionante pueblo al lado de Madrid de las 7 puertas: se necesitan 7 llaves para entrar
Hay lugares en España que parecen detenidos en el tiempo, que conservan con orgullo las huellas de su pasado mientras ofrecen al visitante una experiencia inolvidable. Uno de ellos es Sepúlveda, un pueblo situado en la provincia de Segovia, donde el eco de la Edad Media todavía se siente al caminar por sus calles empedradas. Más allá de su postal arquitectónica, Sepúlveda esconde un misterio que atrapa la curiosidad de quienes lo visitan: sus siete puertas históricas, cada una con su propia leyenda y función, aún marcan el ritmo del pueblo como si el tiempo no hubiera pasado.
Estas puertas, que formaban parte del antiguo recinto amurallado, no son simples portones de piedra: son entradas a la historia viva de Castilla. El sobrenombre de «el pueblo de las siete puertas» no es una metáfora poética, sino una alusión directa a un sistema defensivo y simbólico que ha sobrevivido durante siglos.
Sepúlveda, ‘el pueblo de las siete puertas’
Situado en las estribaciones de la Sierra de Ayllón, Sepúlveda se levanta sobre un promontorio rocoso que en su día ofrecía una vista estratégica del valle del Duratón. Su ubicación no fue elegida al azar: desde tiempos prerromanos, este lugar ha sido ocupado por distintos pueblos gracias a su enclave privilegiado, que permitía controlar los caminos de la zona. Con la llegada de los musulmanes y, más tarde, con la repoblación cristiana en el siglo X, se consolidó como una villa amurallada, protegida por un sistema defensivo tan eficaz como simbólico: las siete puertas de acceso.
El trazado urbano actual todavía conserva la estructura de esa época. Pasear por sus calles es recorrer un laberinto de historia en piedra, donde cada rincón cuenta algo. Las casas blasonadas, los arcos, las plazas y las iglesias conforman un conjunto armónico que ha sido declarado Bien de Interés Cultural.
El origen de las siete puertas y las siete llaves
En el pasado, la seguridad de la villa era una prioridad. Las puertas no solo permitían el acceso, también regulaban el comercio, la vigilancia y el tránsito diario. Cada una tenía una cerradura diferente y, por tanto, su propia llave. La leyenda dice que esas siete llaves estaban repartidas entre personas de confianza del municipio, de manera que sólo juntas podían abrir todas las puertas de la ciudad. Este sistema se convirtió en un símbolo de autonomía y organización social.
Aunque las murallas originales no han llegado completas a nuestros días, algunas secciones se conservan en buen estado. Con el paso de los años, las puertas han dejado de ser simples elementos defensivos para convertirse en piezas fundamentales del patrimonio cultural de Sepúlveda.
- Puerta del Azogue: también conocida como el Arco del Ecce Homo, esta entrada conecta directamente con el antiguo mercado del pueblo. El término «azogue» se usaba en la Edad Media para referirse a los espacios comerciales. A través de esta puerta, los mercaderes accedían a la villa para vender sus productos en la plaza central.
- Puerta de Duruelo: ubicada en el extremo que conduce al barrio de San Andrés, esta puerta ofrecía paso hacia el exterior del pueblo en dirección a otras aldeas cercanas. Su aspecto sobrio y rural contrasta con el carácter más monumental de otras puertas, reflejando la función práctica que cumplía.
- Puerta de la Fuerza: ésta era una de las puertas más importantes del recinto fortificado. Servía como acceso principal desde el camino que llega desde la iglesia de El Salvador. Su nombre no es casual: aquí se concentraban las fuerzas de defensa en caso de asedio.
- Puerta de la Judería: esta entrada llevaba directamente al barrio judío de Sepúlveda, una de las zonas con más historia del municipio. Aunque hoy en día apenas quedan vestigios visibles de la comunidad judía que habitó la zona, recorrer esta parte del pueblo es caminar por un legado silencioso, lleno de simbolismo y memoria.
- Puerta del Postiguillo: ésta es una de las secciones mejor conservadas de la muralla. Aunque más pequeña que otras, su estado de conservación la convierte en una parada imprescindible para los amantes de la arquitectura medieval. Además, su localización permite una perspectiva interesante del diseño defensivo original.
- Puerta del Río: como sugiere su nombre, esta puerta da paso a un hermoso mirador desde el que se puede contemplar el valle y las huertas que rodean el río Duratón. En tiempos antiguos, era utilizada principalmente por los campesinos que accedían a los campos de cultivo.
- Puerta del Vado: aunque de aspecto modesto, esta pequeña abertura en la muralla tenía una gran utilidad: permitir el acceso a las huertas situadas junto al río. Es un ejemplo claro de cómo hasta los elementos más simples del urbanismo medieval tenían un propósito concreto.
Viajar a Sepúlveda no es sólo hacer turismo. Es revivir la historia, sentir la serenidad de un entorno natural privilegiado y descubrir un pueblo que, con sus siete puertas y siete llaves, guarda celosamente siglos de cultura, arte y tradición.
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